Llegaba el momento de la justicia. Acusado de cometer graves delitos contra la humanidad, Sadam Hussein sería colgado en la horca. Sus verdugos y jueces no estaban dispuestos a hacer menos que ajusticiarlo. Sin embargo, como dictaban las leyes naturales, querían concederle al condenado el derecho a pedir su ultima voluntad.

Señor Hussein, ¿Cuál es su última voluntad antes de morir?’ preguntaron los inquisidores al ex dictador. ‘Quiero hablar con Julito’, respondió Hussein sin vacilar ‘. ¿Perdón?’ replicaron sus enemigos. Entonces el condenado les explicó: ‘quiero hablar con julito… Julio Sánchez Cristo de La W en Colombia.’

Son las 7:42 AM en Colombia. La W ya tiene a Hussein en la línea. Antes de salir al aire, el control del programa suelta la promoción ‘personajes del mundo’, con las voces de presidentes, científicos, deportistas, directores de cine, criminales y premios Nóbel que han entrevistado en el show.  Luego, para cumplir con un cliente, una voz profunda anuncia el comienzo de la siguiente sección patrocinada del programa: ‘en La W, una noticia positiva’  (no se sabe positivo para quien. Al menos no lo es para Hussein, pero hay que cumplir con el anunciante)

Entonces Julio hace la introducción a su invitado: ‘son las 7 de la mañana 43 minutos. Noticia positiva con el depuesto presidente de Irak, el hombre más buscado del planeta en los últimos años. Sadam Hussein está en La W cuando le quedan pocos minutos de vida. Señor Hussein, Buenos días y que nos quiere decir.’

En el teléfono Hussein dejó sentir su ansiedad y dijo: ‘Julito…. No me cuelgue’

Los oyentes que opinan

Este chiste que me contó un amigo de radio, retrata una de las frases más comunes que escuchamos en los últimos años convertida en demanda inviolable por parte del oyente: ‘Julito no me cuelgue’. (También es conocida como ‘Julito no me corte’

Se podría pensar que llenar un programa de 6 horas en promedio, necesita una ayuda de los oyentes cuando no hay noticias o invitados. Aparentemente Julio quiere abrir un canal para oír todo tipo de opiniones, para quizás dar una sensación democrática de libertad de expresión. Pero la verdad es que desde que conocí su exitoso formato hace más de 14 años, al menos el 90% de las miles de opiniones que he oído son absolutamente vacías y en muchos casos idiotas.

No me considero fanático de Julio Sánchez, pero he sido un fiel oyente desde Viva FM. Me encantan las entrevistas a personalidades del cine, a personas que hacen la diferencia en cualquier campo y a gente con prácticas inusuales o divertidas.  Me gustan las notas curiosas, el estilo contemporáneo de Julio, el giro inesperado de un tema serio a una nota divertida  y la visión global del programa. Me divierto cuando se enganchan en una conversación animada entre los integrantes del programa y especialmente la interacción con Alberto Casas.

Sin embargo la fidelidad se me acaba casi siempre cuando participa la audiencia.

Por favor no me malinterpreten: los oyentes son la razón de ser de las emisoras, pero en la mayoría de los casos, son cansones al aire. Los motivos son muchos pero se puede entender considerando el perfil del oyente participativo que descubrimos con una encuesta hace algún tiempo.

Del 100% de un universo de oyentes de radio (desde 10 hasta 70 años), solo llama a participar el 9% y a pedir el música el 12%. De ese 12%, es interesante saber que un poco más de la mitad son menores de 15 años. Y de la otra mitad reducida representada por mayores, casi un 80% está compuesta por desempleados, pocos de los cuales han alcanzado nivel universitario.

¿Qué conclusión le queda entonces sobre la calidad de las opiniones de los oyentes que se pueden escuchar en radio? 

Particularmente, cuando busco los programas que me gustan, quiero escuchar a sus conductores o periodistas, a la gente que me va informar, orientar,  o entretener. Un oyente atravesado es motivo para cambiar de frecuencia.

Opiniones de pacotilla

Hace unos tres años leí una interesante columna de María Elvira Samper que explica mi argumento. Rescato este aparte: ‘La creencia generalizada es que la opinión nos hace iguales. Sucede lo contrario, nos hace diferentes. Y son precisamente las opiniones que están respaldadas en información, conocimiento y experiencia las que, por contraste, dejan en evidencia -desnudas y expósitas-, esas verdades de perogrullo que, me perdonan, son la mayoría de las que oímos en los programas de radio y televisión que abren la línea para que el público exprese sus opiniones. Dan ganas de llorar, puras y simples pendejadas, opiniones de pacotilla. La gente tiende a opinar sin saber, por el simple prurito de decir algo, de ser oído, de salir al aire… No importa que no tenga algo importante para decir, algún argumento para aportar. Simple y pura libido del micrófono. Opinar no es fácil. Para hacerlo se necesita juicio, es
decir, criterio. Porque no es igualmente válida la opinión de un genetista sobre las posibilidades que abre el conocimiento del genoma humano, que la del Indio Amazónico; ni la de un economista sobre las ventajas y desventajas del ALCA, que la de un tendero; ni la de un cirujano plástico sobre los implantes de silicona y la liposucción, que la de una modelo.’

Opiniones excepcionales

Por supuesto hay excepciones notables. Hay oyentes formidables que nos cuentan algo apasionante, informativo o divertido. Julio Sánchez es un maestro para reconocer y sacar el mejor provecho para su audiencia  de ese tipo de oyentes. Recuerdo algunos casos memorables de oyentes en La W: un cheff del Sena que tenía un servicio de banquetes; una  ex reina, admiradora del recién capturado ‘chupeta’, una jugadora adicta al casino y un despistado buscando ayuda médica, en la que Alberto Casas jugó le papel de médico. 

Fueron momentos en que dejamos de trabajar o nos quedamos atrapados en el carro, para saber qué seguía. Pero ahí está la diferencia: no eran opiniones, eran historias que nos conectaban. Y además eran participaciones excepcionales: ¿Vale la pena entonces sacrificar la audiencia con 50 opiniones insensatas, para esperar una buena historia que aparecerá por azar? Creo que no.

PD 1: En la próxima entrega de este blog podrán leer el Top 10 de los oyentes cansones y algunas recomendaciones para que la opinión de los oyentes sea más efectiva y menos tormentosa. 

PD 2: A los lectores habituales de este blog, les ofrezco disculpas por la tardanza en la actualización. Trataré de que no pase tanto tiempo entre una entrega y otra. Así que por favor ‘no me corten’.