Parecía que íbamos a llevarnos una goleada histórica, comparable apenas con aquel doloroso 7 – 3 que nos propició alguna vez nuestro vecino de patio.

No se había completado el primer minuto de juego y ya Ramos había sacado providencialmente un cabezazo franco de Murillo, quien luego del cobro de esquina, se le avivó a Ithurralde para marcar el segundo gol de cabeza que recibe nuestro equipo en los cuatro encuentros disputados hasta ahora.
Fue casi el mismo gol que nos anotó Vladimir Hernández en la semifinal del torneo anterior, el mismo  que casi nos anota Anchico en el clásico, casi el mismo que nos anotó Milton en el empate contra el Huila. ¿será falencia de los defensores o del trabajo defensivo del equipo?
Tan solo unos minutos más tarde, el tercer centro del partido enviado desde la izquierda por  un atacante verde, terminó con la segunda anotación en contra. El mismo autor del primero saltó más que el gigantón Ithurralde y venció a Ramos que tan solo atino a hacerle vista al balón. Parecía que se nos venía la horrible noche, porque el rival nos presionaba desde nuestro propio terreno, porque Millos no hilaba dos pases seguidos, porque cada embate del ataque rival hacia agua a la nerviosa zona defensiva azul.
Entonces afloró aquello que tanto se le ha reconocido al Millonarios de la era Páez: el pundonor y el amor propio. Así fue que a punta de ganas al principio, y de manejo y buen futbol más adelante, nuestro equipo se apoderó del esférico y, empujado desde la zona derecha por las excursiones de Lewis y de Berrio, logró poner al rival contra las cuerdas en su propio arco.
Gracias a este empuje, Millonarios equilibró un encuentro que minutos antes se veía totalmente perdido. Las anotaciones de Osorio y Franco, y la expulsión del peruano Fano, hacían presagiar un segundo tiempo lleno de emociones y alegrías para la hinchada albiazul.
Efectivamente, el segundo tiempo inició con una clarísima posibilidad de gol de Osorio Botello que fue bien conjurada por el arquero rival. Millos manejaba el partido, para mi gusto, inteligentemente, sin apresurarse, controlaba el balón y el partido. Berrio y Ochoa se constituían en salida permanente del equipo. El DT visitante se contentaba con el empate y envió al terreno de juego a un jugador de corte defensivo para cerrar el partido.
Con mis hermanos comentábamos que el equipo se veía bien, que no se veía la necesidad de hacer sustituciones. Quizá el que se veía más flojo era Mosquera, pero en el banco no se veía alguien que pudiera entrar a reemplazarlo con mayor solvencia. En general, millos tenía controlado el encuentro y las opciones de gol se estaban fabricando con mucha paciencia.
Aún no me explico que le pasó por la cabeza  a nuestro DT para ordenar las modificaciones que realizó. Primero excluyó del campo de juego a un voluntarioso Berrio que se notaba que estaba haciendo su partido aparte, con sangre en el ojo quería demostrarle a Sachi que se había equivocado al sacarlo de la nómina del verde.
Luego sacó al delantero que mayor peligrosidad, mejor ubicación y olfato goleador ha demostrado en las fracciones de partido que ha tenido oportunidad de jugar para reemplazarlo por un irregular Otalvaro.
Con esos cambios, se le quitaron dos dolores de cabeza que tenía la defensa rival. Millos perdió profundidad  al quedar con un solo delantero en punta y tres volantes de creación que no lo encontraban con sus pases.  El equipo  visitante se asentó mejor en la cancha, jugó más tranquilo en defensa y empezó a lanzar pelotazos a espaldas de nuestra zona defensiva en busca del habilidoso Quintero.
Así llegó el balón que sobró a Ortiz que derivó en el tiro libre que a la postre decretó la derrota de nuestro equipo, y la pérdida de un largo invicto en condición de local.
Para completar, Ortiz, que ya había visto la tarjeta amarilla en la jugada del tiro libre, se vio precisado a cortar un peligroso contraataque del verde, haciéndose acreedor a la tarjeta roja que lo  excluye de nuestro próximo encuentro de Liga, y todos sabemos la importancia que el antioqueño tiene en el esquema del equipo.
En síntesis, una derrota que duele. Duele por ser de local, duele por ser frente a nuestro archirrival, y duele porque el equipo no jugó mal, porque tuvo todo para ganar y porque fueron las malas decisiones tomadas desde el banco las que nos privaron de una alegría, y nos expusieron, nuevamente a las burlas de la hinchada rival y del periodismo deportivo que goza con nuestras derrotas.
Se han disputado 12 puntos, tenemos en este momento una efectividad del 42%. Aún hay bastante margen de maniobra, pero habrá que nuevamente llamar al orden al técnico venezolano para que analice y lea mejor los partidos. El año pasado, en una de las crisis de resultados por las que atravesó nuestro equipo, la decisión de la directiva  fue respaldar al DT y enfatizar en el papel que Javier Álvarez desempeña como gerente deportivo. Por aquella época me lució que Álvarez tuvo mucho que ver en los buenos resultados posteriores. Habrá que hablarle nuevamente al oído a Páez para que no siga borrando con el codo lo que hace con la mano.
Cordial y albiazul saludo