Partido enredado, vibrante, no muy bien jugado técnicamente pero con las incidencias suficientes para hacerlo entretenido. Los incidentes presentados en el primer tiempo que derivaron en la expulsión de tres jugadores (tras la salvajada de Bedoya que de un pisotón acabó con los buenos recuerdos que había dejado en el corazón de los hinchas azules) daban para pensar que la superioridad numérica en el terreno de juego iba a ser suficiente para un partido mucho más relajado que el que finalmente se presentó.
Tan solo los últimos minutos del primer tiempo evidenciaron que nuestro equipo tenía un hombre más que el rival y se logró ponerlo contra su arco tratando de resguardar el empate parcial. Millos prácticamente se abalanzó sobre el área roja tratando de lograr el desequilibrio del tanteador azuzado por esa superioridad numérica.
Con más ganas que orden se generaron varias jugadas de área de las cuales, a mi modo de ver, por lo menos una -falta sobre Candelo- debió haber sido sancionada por el central con la pena máxima. El juez observó otra cosa y el primer tiempo se extinguió con la paridad sin anotaciones.
El Profesor Torres no consideró necesario reformular el planteamiento defensivo amen de la expulsión del Román, quizá porque el rival prescindió de uno de sus delanteros o tal vez porque en el banco no contaba con ningún futbolista para esa posición.
Se dispuso entonces bajar a Johnny Ramírez a cubrir la posición de defensor central dejando solo a Elkin Blanco en la labor de volante de contención. Esta situación fue bien aprovechada por el rival, que al no encontrar demasiados obstáculos en el mediocampo se dedicó a buscar faltas -muchas veces con la complicidad del central- para llenar nuestra área de centros aprovechando la ausencia de Román y la corta estatura de Johnny.
Esa fue la vía preferida de los rojos para tratar de desequilibrar el partido. Antes del gol de Anchico ya se habían aproximado de esa forma con peligro en por lo menos tres ocasiones.
Luego de la anotación roja, afloró eso que tanto hemos valorado en este equipo versión Hernán Torres: La Jerarquía, representada en la capacidad de sacudirse de la adversidad a como diera lugar, así fuera con más pundonor que técnica.
Así fue que Wason, que casi no había aparecido en el partido, aprovechó un enredo en el área y cuando se pensaba que se había quedado sin ángulo de remate, sacó la magia de su sombrero, y con una media vuelta inesperada logró embocar el empate en el arco de Vargas.
La angustia de la derrota duró unos pocos minutos. Santafé, no obstante, siguió metiendo miedo. Buscándose las faltas cerca de nuestra área que le permitieran continuar enviando centros o, como sucedió, un remate franco directo como el de Omar Pérez que se estrelló contra el vertical izquierdo de nuestro arco.
Ante esa situación, con Santafé aparentemente con mejores restos físicos y anímicos, con el número de jugadores emparejado en los dos equipos tras la expulsión de Lewis, y las deficiencias defensivas que mostraba Millos, yo hubiera firmado por el empate.
No contaba con que nuevamente saliera a relucir esa jerarquía que ha logrado este equipo, y que se materializó con ese balón que Mayer envió al arco de Vargas con precisión milimétrica. El arquero rojo voló cual largo es para tratar de evitar que ese balón se colara en su portería, pero iba tan bien colocado el disparo y con tanto efecto que su esfuerzo resultó apenas suficiente para darle mayor brillantez a la jugada que determinó el triunfo azul número 105 en clásicos bogotanos.
Quizá no fue el mejor partido de nuestro equipo, no fue el más brillante ni el de mayor seguridad defensiva, pero cómo se disfrutan estos triunfos conseguidos así «in extremis». Ver la cara de los hinchas rivales tratando de comprender el cachetazo que acababan de sufrir es algo que no tiene precio.
Triunfo sufrido, pero invaluable, previo a los compromisos que se nos vienen en seguidilla: Doble confrontación el miércoles en Madrid y Bogotá; el sábado partido contra el hasta ahora imbatible Junior de Barranquilla, dos partidos entre semana contra Palmeiras por Copa Suramericana, y visita al siempre difícil Deportes Tolima; para finalizar la siguiente semana con el choque en Bogotá ante el remozado Cúcuta Deportivo.
Esa cantidad de compromisos hacen que los tres puntos ganados a nuestro Querido Vecino resulten invaluables, porque con los 20 obtenidos, quedamos a solo seis o siete de lograr nuestro primer gran objetivo del semestre, como es el de calificar por primera vez en mucho tiempo a los cuadrangulares finales. Seis o siete puntos que restando aún 27 por disputar no parecen tarea imposible, pero igual, los partidos hay que jugarlos y los puntos hay que obtenerlos en la cancha.
No hay que sacar el carro de bomberos, pero la campaña realizada hasta ahora, así como la capacidad y jerarquía mostrada por nuestros jugadores y cuerpo técnico permiten mantener una ilusión moderada de poder pelear con argumentos por el gran y principal objetivo de toda la comunidad embajadora: la ansiada estrella 14.
Cordial y albiazul saludo.