Para los que aún dudan que una de las principales virtudes de este equipo de Hernán Torres es la jerarquía, ahí lo tienen: jugando bien, regular o mal este Millos nos está acostumbrando a ganar.
A esta hora miles de hinchas amargos en tweeter destilan su amargura hablando que a Millos lo ayudaron con la jugada de penal que para todos los cronistas que he escuchado por la radio fue clarísimo, mostrando así su descontento por lo que hoy por hoy es la más absoluta realidad del fútbol colombiano y es que nuestro equipo es el equipo de mayor suceso a nivel continental en los últimos años, al lograr la segunda clasificación a fase semifinal de la Copa Suramericana.
El partido desde el principio pintaba cuesta arriba con la lesión de Mayer que jugó en una pierna durante todo el primer tiempo, el gol en contra sorpresivo e impensado, y la lesión de Román Torres apenas iniciando el partido.
Había que marcar tres goles. Tres goles al segundo mejor equipo del campeonato brasilero. Tres goles a un equipo dirigido por un zorro astuto del fútbol como Luxemburgo. Tres goles a un equipo conformado por futbolistas mundialistas, con experiencia en las mejores ligas y los más grandes equipos del mundo. Parecía una misión casi imposible.
Para colmo de males el equipo lucía muy impreciso. Wason absolutamente intrascendente, Martínez hacía uno de sus peores partidos con Millos, y Gremio manejaba el balón y el partido a su antojo.
Pero este Millos no se cansa de sorprendernos. Puso carácter, corazón, jerarquía y sobre todo esa fe inagotable en sus capacidades, ese deseo de agradar y de darle muchas más alegrías a esta hinchada que no se cansa de alentarlo.
El cronómetro corría inexorable y el reloj marcaba 15 minutos del segundo tiempo cuando el balón se filtró milagrosamente a los pies de Cosme, que definió al palo izquierdo del portero. El balón tímidamente se paseó de palo a palo hasta terminar dentro de la red del equipo brasilero.
Ese fue el aliciente. Quedaban 30 minutos para marcar dos goles. El milagro era perfectamente posible. Faltaban 10 minutos del tiempo regular de juego cuando llegó la segunda anotación fabricada por Cosme que toma un rebote, lanza un milimétrico centro al segundo palo que fue bien capitalizado por un Wason Rentería diametralmente opuesto al que se vio en la primera parte.
Admito que hasta ese momento me conformaba con ganar el partido, con igualar la serie así la reglamentación del gol visitante nos dejara fuera de la siguiente fase, con propinarle al todopoderoso y casi invencible Gremio una derrota en nuestro campo. Habría que concentrarnos después de esto solo en el torneo local.
Pero los jugadores creían en el milagro. Hasta el último minuto buscaron el área rival, encerraron a un cansado Gremio contra su arco. Gracias a esa convicción llegó la jugada del penal. Discutida para algunos, clara para otros tantos. Es una de esas jugadas que te la pueden o no pitar. Seguramente en Porto Alegre, este mismo arbitro, ante esa misma jugada no la habría pitado. Ahí radica la importancia de que la diosa fortuna haya decidido que Millos cerrara en esta Copa todas sus series en el Campin.
¿Se equivocó el juez? No lo se. Solo sé que esa jugada fue el premio al equipo que más hizo por el partido, una alegría merecida para esa fiel hinchada que abarrotó las tribunas del Nemesio y que durante casi todo el partido alentó y alentó a los guerreros que vestidos de azul dejaban el alma en la cancha.
En 2007 ya se había logrado hazaña semejante. Quizá en aquella ocasión la suerte tuvo mucho que ver y aquel equipo era tal vez menos que el que hoy por hoy nos representa. Aquella vez nos correspondía enfrentarnos al América de México y teníamos la posibilidad también de cerrar la serie en el Campín. Nuestros dirigentes no creyeron y prefirieron asegurar el dinero de la taquilla cambiando el orden de la localía con los mexicanos.
Ahora es diferente. Sin menospreciar a Tigre, considero que la semifinal será más pareja y más mano a mano que la de 2007. Seguramente con orden táctico, con mucha concentración, pero sobre todo con la misma fe y deseo de hacer historia con Millonarios, el cuerpo técnico y nuestros jugadores van a luchar hasta el último minuto la latente posibilidad de alcanzar por primera vez la final en este torneo continental.
Se cierra un nuevo capítulo de este sueño que el equipo nos tiene viviendo domingo a domingo, partido a partido. Una alegría más. Impensada tal vez, pero ganada con total claridad y con todos los méritos. Que nadie se crea con el derecho de empañar nuestra felicidad tendiendo un manto de duda sobre la transparencia y pulcritud con la que hemos logrado estos triunfos.
A los hinchas nos asiste todo el derecho a sonreír, a festejar, a disfrutar por el nuevo obstáculo superado en este arduo camino que paso a paso nos está llevando a recuperar las glorias pasadas.
Cordial y albiazul saludo
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