Casi dos días después de la vergüenza sufrida en el estadio Libertad de Pasto, el dolor por la humillación sufrida nada que se aplaca.

Y no es por la derrota en sí, pues aunque suene a perogrullada, soy consciente que la derrota es uno de los tres resultados posibles en el fútbol y que ningún equipo, por más poderoso que sea, está exento de sufrirlas. Lo que duele es la forma.

Como un “Déjà vu” el partido en Pasto parecía, con algunos protagonistas diferentes, que era el mismo que habíamos perdido contra el Once Caldas. Millos fue un equipo el primer tiempo, sin contundencia pero ordenado. En cambio el segundo tiempo, igual que en Manizales, el equipo azul fue avasallado por su rival. A mitad de semana la suerte y San Luis Delgado evitaron la goleada, el sábado ni la suerte ni San Luis Delgado alcanzaron para evitarla.

Quedan muchos sinsabores e inquietudes como balance de este cuadrangular. El equipo, que de por sí ya había sido irregular a lo largo del torneo, parece “esmerarse” en jugar cada partido de una forma peor al anterior. Fecha a fecha termina uno comentando: “este es el peor partido de la era Torres”.

De lo que pasó en Pasto y Manizales, podría uno intuir que los futbolistas arrastran serias deficiencias en su estado físico. Personalmente prefiero pensar que se trata de eso, y no de lo que muchos especulan en cuanto a un paro de los jugadores en contra del cuerpo técnico.

Lo que es cierto es que el equipo se evidencia muy limitado en cuanto a alternativas. El mediocampo, que a principio de temporada parecía que iba a ser la fortaleza de Millonarios, terminó por convertirse en su mayor debilidad. Ni los de primera línea, los que tienen la obligación de impedir la generación de juego del rival; ni los de segunda línea en su responsabilidad de generar alternativas de ataque.

Ante estas deficiencias, el equipo suele quedar partido: con la defensa mano a mano enfrentando a los delanteros rivales; y con los delanteros huérfanos de balones, teniendo que alejarse del arco contrario cada vez más para intentar entrar en el juego.

No estoy descubriendo el agua tibia, ni mucho menos. Lo descrito en los dos párrafos precedentes son los síntomas sobrediagnosticados del mal que ha aquejado a Millonarios a lo largo de la temporada. La pregunta es…… ¿a quién achacarle la responsabilidad?

Por lo leído en redes sociales los principales responsables podrían ser los futbolistas porque no han mostrado sangre; varios de ellos –aunque se les agradece la estrella 14- olvidaron que la permanencia en un equipo como Millonarios se gana partido a partido, es decir, parecen haberse “aburguesado” con el título de 2012; en varios casos, simplemente porque son jugadores que no tienen la talla para hacer parte de un equipo con tanta exigencia como el azul.

El responsable también podría ser el cuerpo técnico, que no mostró variantes tácticas; que en general siempre plantó una figura 4-2-2-2 plano, sin sorpresa que fue fácilmente identificado y contrarrestado por nuestros principales rivales; que en los últimos partidos evidenció confusión en las sustituciones ordenadas y hasta en la conformación del banco de suplentes; que por la generalidad –y esta sí es de mi cosecha- no mostró alternativas estratégicas como las que podrían representar las jugadas de pelota quieta que normalmente nunca se aprovecharon, ni en tiros frontales, ni de costado, ni muchos menos en los tiros de esquina; que pudo haber equivocado el esquema de preparación física de los jugadores, situación que redundó en las frecuentes y graves lesiones que gradualmente redujeron el grosor de la plantilla en posiciones claves.

Para la gran mayoría los grandes responsables son los directivos que fueron cicateros al momento de contratar jugadores; que, a excepción de Dayro, no le trajeron al cuerpo técnico futbolistas de cartel; que pretendieron con un defensor de regulares antecedentes como Cadavid (que a mi juicio no es tan mal jugador) reemplazar a Pedro Franco quien fue bastión en la defensa del equipo campeón; que a pesar de tener identificadas las necesidades del equipo en defensa, mediocampo y ataque, no contrataron verdaderos refuerzos, sino tan solo reemplazos para los que se fueron (Cosme, Henríquez y Vásquez); que se tardan eternidades en cerrar contrataciones, obligando al cuerpo técnico a iniciar trabajos de pretemporada con la plantilla incompleta; porque le han dado exagerada prioridad al marketing y al manejo empresarial de la institución dejando de lado la parte deportiva; porque los altos precios de la boletería y el acompañamiento masivo por parte de los hinchas no se ha visto retribuido en contrataciones de cartel acorde con las necesidades de un equipo que, por historia y peso específico dentro del FPC, está llamado no a ser un simple actor de reparto sino a ser protagonista de excepción en cada uno de los torneos que dispute.

También podría achacársele a una alta dosis de mala suerte, pues a decir verdad de los jugadores traídos como refuerzos para la campaña 2013, dos de ellos –Ramírez y González- apenas sí jugaron algunos minutos antes de que la fatalidad los alejara de la plantilla regular del equipo; otros dos que venían del año pasado y en quienes se tenían cifradas buenas esperanzas –Ganiza y Perlaza- se lesionaron en un mismo partido y se perdieron más de la mitad de la temporada; cuando por fin Luis Mosquera se consolidaba como el lateral izquierdo que el equipo necesitaba, le llegó la lesión.

En fin, son múltiples las posibles causas del fracaso de esta temporada. Personalmente creo que es una amalgama de todas ellas. Salvo la contratación de Dayro al equipo no llegaron futbolistas de esos que marcan diferencia y resuelven partidos; varios de los jugadores estuvieron muy por debajo del nivel esperado; las lesiones redujeron notablemente las alternativas de solución para un cuerpo técnico que, a su vez, porfió demasiado con algunos de los futbolistas que por mucho tiempo estuvieron en deuda con el equipo.

El hecho cierto es que la temporada 2013 para Millonarios no puede calificarse de otra forma que de rotundo fracaso. A pesar que la hinchada mantuvo la ilusión hasta el último momento, aplazando torneo a torneo el deseo inmenso de festejar un título, las expectativas y la ilusión del hincha quedaron hechas trizas tras el pobrísimo cuadrangular jugado, tras el pésimo juego exhibido en Manizales, y tras la humillante derrota padecida en Pasto.

Ni los más optimistas y bienintencionados hinchas del equipo tenemos argumentos para defender lo indefendible. La campaña fue un fracaso, así el DT quiera vender la idea contraria. A Hernán Torres lo admiro, lo respeto y le doy aún compás de espera, pero pretender disimular el fracaso de la temporada con las clasificaciones a cuadrangulares de Liga y final de Copa es desconocer la obligación que se tiene al dirigir a un equipo como Millonarios.

El presidente Gaitán aseguró hace unos días a un medio de comunicación que la idea era sostener para 2014 el 80% de la nómina actual. Considero que hoy debe replantear ese concepto; tras lo sufrido en este cuadrangular, sería una bofetada para el hincha sostenerse en él.

No quiero entrar en el terreno de enumerar o nominar a los jugadores que deben irse. Cada quien tiene su propio listado y opinión, y seguramente muchos motivos para sustentarlo.

Millonarios necesita nuevos aires, nuevas caras que motiven al hincha que ya con su alejamiento del las graderías ha expresado su descontento con el producto que estaba recibiendo. Al fin y al cabo el fútbol, además de ser una pasión, es un espectáculo cuya favorabilidad por parte del aficionado del común, depende de su calidad y por ende de los artistas que en él participan.

Cordial y albiazul saludo

@azulhstalatumba