Si algo ha caracterizado a Millos a lo largo de los tres partidos hasta ahora disputados en estos playoff de la Liga 1 – 2014, es que a pesar de no haber brillado en su futbol, de no mostrar esos destellos de luminosidad exhibidos en varios de los juegos de la fase regular, se ha exhibido como  un equipo sólido la mayor parte del tiempo, conformado por un grupo de jugadores comprometidos con la causa, solidarios con sus compañeros, y que la falta de inspiración en estos tres partidos la han suplido con un altísimo grado de compromiso y responsabilidad para afrontarlos.

Es cierto que varios de nuestros futbolistas están atravesando un nivel por debajo de lo que mostraron en la fase regular, pero hay que aplaudir de pie la templanza y el coraje con que han encarado a sus rivales primero en Techo, luego en el Nemesio, y anoche en el Metropolitano.

¡Las finales no se juegan, las finales se ganan! Es una de esas frases del fútbol, que a fuerza de repetirse terminan convirtiéndose en paradigmas, y a fe que Millonarios estas finales las ha peleado, las ha disputado, las ha sudado, pero no las ha jugado con vistosidad.

Hasta ahora eso, y los chispazos de lucidez evidenciados en jugadas puntuales de los partidos, han alcanzado para mantener muy latentes y vivas las posibilidades de acceso a la gran final para la disputa de la anhelada Estrella 15.

Anoche en Barranquilla nuevamente el equipo basó la consecución del resultado –a mi modo de ver, MUY positivo- en el orden táctico exhibido, en la actitud de lucha, guerrera y solidaria de nuestros futbolistas, con escasos momentos de lucidez de Mayer, de Dayro, con las acostumbradas oportunas reacciones felinas de Lucho Delgado, y hasta con algo de suerte como en aquella jugada de Tolosa del primer tiempo que terminó estrellándose en el palo de nuestra portería.

Probablemente la mayoría quisiéramos ver a un Millonarios arrollador, brillante, como el que vimos triunfante ante Itagüí, Patriotas o Tolima, pero las circunstancias de los partidos no siempre son iguales, y no siempre permiten este anhelado desarrollo de juego.

Se sabía, por ejemplo, que Equidad es de los rivales más incómodos en el FPC y que la serie con ellos, por más equipo chico que sea, no iba a ser para nada fácil, pues la presión reposaba totalmente sobre Millonarios. Equidad es un equipo sin tradición, sin hinchada, sin presión alguna, por lo que cualquier resultado que lograren sería bien recibido por ellos.

En esta serie Millos sacó a relucir la casta y la jerarquía para sobreponerse a los momentos difíciles que el equipo asegurador nos hizo padecer.

La serie con Junior sería mucho más equilibrada. Dos equipos grandes, con pretensiones e ilusiones luchando cara a cara. Contamos con la fortuna de jugar a mitad de semana, en horario nocturno, eliminando de esa forma el inconveniente del sol canicular y abrasador de las tardes barranquilleras lo cual, quiérase o no, es un factor bastante influyente y determinante cuando de desarrollar una actividad de alta exigencia física, como el fútbol profesional, se trata.

El juego se dio dentro del desarrollo lógico que se podría esperar. Los primeros 15 minutos con un local avasallante, que salió a devorarse al rival cuando tenían las energías al 100%.

Soportado el aluvión inicial, se vinieron diez minutos de ida y vuelta en que Millos adelantó un poco más sus líneas para no tener  que defenderse tan cerca de Delgado. De ahí en adelante, Millos se hizo dueño del balón, y controló con tenencia, aunque con muy poca profundidad, los ritmos del juego. Fue un pasaje en el que Millos se asentó y se vio cómodo sobre el terreno de juego del Metropolitano. Alcanzó incluso para que Mayer lograra asustar al Junior con un disparo desde fuera del área, que rebeldemente golpeó el larguero y rebotó en la línea de gol. Fue la única llegada con peligro en el primer tiempo, y en el partido.

Para el segundo tiempo el partido fue más luchado, Junior con mucho pundonor pero con poca claridad queriendo vulnerar el arco azul, y Millos apelando a la táctica y al orden para cerrar los espacios a los atacantes rivales y así conseguir el resultado. Fueron minutos de alta tensión para la hinchada albiazul.

Cuando la táctica y el orden fallaron, apareció la enorme figura de Delgado para conjurar el peligro  y acallar el grito de gol de los seguidores locales.

El resultado al final fue positivo, porque Barranquilla siempre ha sido una plaza inhóspita para Millonarios, y porque Junior cuenta también con importantes armas futbolísticas como para sacar provecho de la condición de local. Millos logró contrarrestarlas.

No obstante, nada se ha ganado, y e DT Lillo, como lo evidencio con sus declaraciones en la rueda de prensa, es consciente de ello.

Tenemos 90 minutos por delante, 90 minutos en los que habrá que afrontar el juego con inteligencia, sin enloquecerse. Da lo mismo ganar por goleada que ganar por la mínima diferencia; la victoria es igual de importante si se logra desde el minuto uno o sobre las postrimerías del juego e incluso si se obtiene, Dios no lo quiera así, en la lotería de los cobros desde el punto penal.

Tradicionalmente Junior es de esos equipos que flaquea cuando juega en la altura de Bogotá, pero Millonarios no debe confiarse de eso. Sí debe tratar de sacarle el debido provecho a ese factor, desgastar al rival abriendo la cancha, presionándolo, quitándole el balón, haciéndolo correr.

Esperemos que para el domingo reaparezcan la brillantez de Mayer, Vásquez y Otálvaro; la efectividad y contundencia de Dayro; se conserven el orden y la seguridad defensiva; que los jugadores que han caído recuperen su mejor nivel y; de esa forma, Dios mediante, logremos concretar el cupo a la finalísima del campeonato para alegría de esta inmensa fanaticada que seguramente tapizará de azul las tribunas del Nemesio, o hará fuerza a través de la televisión para que el equipo logre el resultado deseado.

Cordial y albiazul saludo

@azulhstalatumba