El jugador argentino fue galardonado como el mejor del fútbol en el 2011. Un perfil de Fernando Salamanca sobre las virtudes dentro y fuera de la cancha del jugador del Barcelona.

 

                                                 Ceremonia del Balón de Oro en París

                                            

 Dante Panzeri definía el fútbol como la dinámica de lo
impensado. De lo imprevisto, de lo inadvertido. De lo sorpresivo. Esa es la
esencia del juego: la improvisación. No se trata de la improvisación dejada al
azar en el que se espera a que el destino actúe por uno mismo.  No. Se trata de la capacidad de crear, de
inventar y reinventar, también de repetir, pues en cada rehechura encontramos
la novedad de una situación o de un planteamiento. A esta capacidad se le dado
rótulos en los que cabe vagamente el trabajo, el talento y la disciplina: genio, dios, extraterrestre, pibe de oro,
pichichi
. Lo que hace grande a Leo Messi es su genio innato, su
profesionalismo y su humildad.

 

   Considerado
el mejor equipo de la historia (hasta Newsweek
se inmiscuyó en la discusión) el Barcelona es un equipo, a decir de Jorge Valdano
«sin defectos. Perfecto». En esta perfección, ordenamiento, minucia con que se
maneja el engranaje del juego de conjunto, el apegarse al papel y tener claro
los limites y las funciones de cada quien conlleva, obviamente, al resultado
final, que es un equipo como unidad. Una suma de partes, que en el equipo
catalán, funciona de una manera precisa. He ahí porque ha ganado tantos títulos
y pase con seguridad a la historia de este deporte. Sin embargo, como en los
magníficos cuentos de Roberto Fontanarrosa sobre fútbol, la esencia del juego,
no es tanto la precisión quirúrgica como la emocional visceral. No pesa tanto
el deporte como el juego, el divertirse, el sentirse en un ambiente de libertad
creativa. Aquí radica la importancia de Messi como jugador.

 

    Messi le ha
devuelto al fútbol la alegría del juego. Es un jugador que aparece cada veinte
años, su antecesor, Diego Armando Maradona, representó una esperanza y una
realización del buen juego. Y es precisamente este el punto de discusión sobre
el jugador rosarino: ¿Es mejor Messi que Maradona? Los títulos del aquel son
incomparables con los de éste. Aunque hay uno, de suma importancia, que Messi
debería obtener para superar la imagen tutelar de Maradona, es ganar un
campeonato mundial con la selección argentina. Claro, son muchas las
diferencias entre ambos, un Maradona controvertido, indisciplinado, prisionero
de la fama y la volubilidad de conocer la riqueza inesperada y efímera. En
contraste con un Messi cuya humildad desespera y equilibrio personal asombra.

 

   Es un hombre,
que, como el proverbio judío, es tan grande que no necesita que los demás lo
sepan para entenderlo.

Graffiti hecho en Buenos Aires en tiempo record.