Dos
mujeres reflejan perfectamente a la sociedad colombiana. Tatiana Santo domingo y
Araminta Ruíz son dos caras de la misma moneda, cada una en su respectivo
extremo.
Extremos
geográficos: una en Europa, con escalas en el Mediterráneo y Nueva York; la otra
en Bogotá, en un barrio deprimido en San Cristóbal Sur. Extremos familiares:
Tatiana Santodomingo es nieta del fallecido magnate barranquillero Julio Mario
Santo domingo, dueño de medios de comunicación, aerolíneas, industrias de todo
tipo, su predilecta: la cervecería Bavaria, hoy en manos de la multinacional
sudafricana SAB Miller. Araminta Ruíz no tiene abolengo de ningún tipo ni
estirpe ni dinero ni apellido. Fue una de las miles de personas provenientes
del campo que se abrieron camino en Bogotá expandiendo los cinturones de miseria. En
añadidura extremos sociales: Tatiana Santo domingo no ha estado más de un año en
Colombia, no estudió ni creció en el país; Suiza, Italia, y Mónaco han sido sus
lugares cotidianos; en tanto Araminta Ruíz no conoció el mar y viajaba
eventualmente a Guateque, en Cundinamarca, donde nació.

Como complemento del panorama,
están los extremos mediáticos: Tatiana Santo domingo ha sido portada de Vanity
Fair, Jet Set
, las revistas y portales sociales y de farándula colombinas han dedicado
bastantes artículos y reportajes a la futura miembro de la realeza de Mónaco;
por su parte, Amarinta Ruíz fue apenas reseñada en los medios nacionales y
portada en Q´hubo y El Espacio.


Un punto de inflexión refleja sus
vidas: Tatiana Santodomingo tiene todo un futuro por vivir y disfrutar al lado
de su «príncipe azul», mientras que para Araminta Ruíz todo terminó de forma triste
y turbadora: murió de un paro cardíaco en la fila para reclamar su pensión.

                       Tatiana Santo domingo junto a Andrea Casiraghi

Tatiana Santo domingo pertenece a la
típica elite colombiana: provinciana, clasista, que se deshace cuando habla
sobre la monarquía europea y en un gesto de renovado servilismo cree que al
casarse con Andrea Casiragui -sobrino nieto del príncipe Rainiero- «hará quedar
muy bien al país» o «mejorará la imagen de Colombia en el exterior». El perfil
que escribió Pilar Castaño («Así es Tatiana Santo Domingo, futura miembro de la
realeza de Mónaco», en El Tiempo) es superficial y de una despistada
ignorancia: habla de las etnias que habitan nuestro territorio pero no sabe
dónde viven ni las ubica en un mapa, además de descacharse en un par de
apellidos ilustres que tanto se ufana de saber pronunciar en francés, alemán o
italiano pero que no sabe siquiera escribir con un corrector ortográfico.

El país que representan Pilar
Castaño y Tatiana Santo domingo es elitista, ignorante y por eso mismo
falsamente pacífico y próspero. Un país que quedó en el pasado pero que ambas
no se dan por enteradas: siguen creyendo que es su latifundio y pueden disponer
de éste como les plazca, como han hecho sus familias, «no entiendo porqué
quienes más se avergüenzan de Colombia son los que más se benefician de él»,
decía William Ospina.

En tanto Araminta Ruíz refleja la
cruda realidad colombiana: sobrevivió cada mes con una pensión de 327 mil pesos
desde hacía dos años, solicitaba citas médicas que eran asignadas semanas o
meses después, sin contar con que debía asumir el costo de medicamentos y
requerimientos médicos, sus vecinos eran obreros rasos, mecánicos, vendedores
ambulantes, desplazados y desmovilizados que mal vivían en un reducido espacio en
las laderas bogotanas. «Su anhelo era lograr una de las casas que el gobierno
regalaría en un tiempo» comentó su hijo (radio Santa fe). Para rematar, las señoras
a quienes aseaba sus casas eran tacañas o incumplidas, y recorrían a cualquier
artilugio para aprovecharse de ella. 

                                 La anciana murió en el centro de Bogotá. Aquí sus familiares

Amarinta Ruíz no conoció la
prosperidad ni los beneficios de vivir en nuestro país. Una más en el anonimato
y convertida en caballito de batalla de concejales oportunistas. Similar experiencia
de signo invertido en el caso de Tatiana  Santodomingo: no conoce Colombia pero aquí
muchos comentan asiduamente su día a día, exaltándola como una figura nacional
de primer orden o símbolo internacional de estilo y glamour.  

La realidad es única (en este
caso patética): una la padeció de cerca y la otra la soslaya desde la
distancia. Eso es Colombia: la negación constante de sí misma.