Hoy he salido a caminar con Santiago, conoce bien el terreno que caminamos por lo que se concentra más en disfrutar escuchando mis comentarios, mis historias y mi estilo latino de hablar, siempre se ríe de la manera original como los colombianos llamamos las cosas o explicamos la realidad. Le gusta que le cuente historias de Colombia, de la forma de vivir, de las ocurrencias de la gente. Yo aprovecho la oportunidad para preguntarle acerca de la escuela, los amigos, los deportes que práctica, la relación con las chicas, los sentimientos que tiene, la manera como ve el mundo, y todo aquello que nos ayude a construir una relación madre-hijo, que se fortifique en confianza mutua, amistad, respeto, sinceridad y ese amor filial que nos une y que debemos cultivar permanentemente, especialmente cuando se van acercando los años en que los hijos dejan de ser niños para entrar a la edad adulta.
Santiago va llegando a sus 15 años y se caracteriza por ser un joven alegre, reservado, disciplinado, organizado en sus labores, con metas claras, corazón puro y sensible. Es un joven de provincia, que ha crecido en permanente contacto con la naturaleza, en un ambiente de paz y tranquilidad. Hablando muchas veces con él, me impresiona su visión madura y comprometida con la realidad del mundo que hoy vive. No es indiferente a lo que ocurre en el planeta y al legado que está recibiendo de sus mayores. Santiago nació y vive en Eslovenia, proviene de una familia multicultural y todo el tiempo está expuesto a las influencias que implica tener padre esloveno y madre colombiana.
Santiago me habla de sus ideas acerca de cuidar el medio ambiente, de lo importante que resulta mantener los bosques, los árboles, las fuentes de agua, la naturaleza, en general, que debe ser tratada como un tesoro invaluable. Menciona sus planes para organizar actividades orientadas a cuidar animales abandonados, apoyar escolarmente a niños que viven en zonas rurales y que no tienen acceso a las escuelas y a organizar días de limpieza del medio ambiente. Con entusiasmo me cuenta sus ideas acerca de lo que hará cuando tenga 80 años. Me dice que quiere contarle a la juventud de esa época, de las cosas buenas que tuvimos nosotros cuando éramos jóvenes. Cuando digo nosotros, se refiere a sus padres y a sus abuelos. A su corta edad, se ha ocupado en conocer acerca de la vida de los años 60´s, 70´s, 80´s y vive impresionado con el grado de progreso, con la riqueza cultural, en todos los ámbitos de la vida: musical, cinematográfica, literaria, logros tecnológicos y diferentes inventos.
Fueron décadas de libertad, de vida sencilla y con grandes esperanzas de progreso. Fueron épocas donde teníamos la creencia que efectivamente el progreso nos iba a hacer personas más felices, el progreso lograría que viviéramos en un mundo mejor para todos. Pero algo no funcionó. O por lo menos la gente del común teníamos creencias demasiado optimistas y lejos de la realidad. Creencias y esperanzas que no necesariamente eran las mismas que tenían en sus planes los dueños de los poderes fácticos.
La ambición de unos pocos rompió el saco y hoy es común encontrar gran parte de la población, en todas las latitudes y de todas las edades, sumidas en desesperanza, abandono, explotación de todo tipo, pobreza material, mental, espiritual. Abundan los miedos, todo tipo de ataques depresivos. Y ni que decir de la naturaleza: tantas especies animales en vías de extinción, tantos bosques siendo talados o cayendo calcinados bajo las llamas, los mares llenos de plástico, los recursos naturales son explotados sin control y aún en detrimento de la vida de las personas que habitan las zonas de explotación minera. Los alimentos siendo manipulados genéticamente, en muchos casos sin criterios éticos respecto a la salud y a la integridad de las personas que los consumen. Las guerras acaban no sólo la vida y los bienes de las personas, acaban su dignidad, sus sueños de vida, sus esperanzas de futuro, acaban los sueños de niños que en su inocencia creían en la verdad, sueños que los adultos nos encargamos de destruir. Esa verdad que es nuestra esencia y que es un camino cierto para sacarnos de este laberinto donde nos perdimos. Esa verdad que reza: Todo es posible si así lo creemos y que vinimos a este mundo a ser felices. Pero el sistema nos sacó de la realidad y nos puso a vivir y a hacer parte de la pesadilla colectiva.
Y entonces, Santiago me pregunta: ¿Qué futuro nos espera a los niños y jóvenes de hoy? ¿Será qué seremos capaces de hacer el cambio que el mundo requiere? ¿Por qué si todos queremos vivir en paz, en bienestar general, por qué no logramos todos actuar en un mismo sentido que nos lleve a lograr esos deseos? Parece que la gente quiere algo, pero al final, nadie está dispuesto a hacer nada concreto para lograr el bienestar general.
Entonces le digo: Santiago, seguramente la vida misma te irá mostrando el camino a seguir. Si vives y piensas en el bien, lograrás llevar el bien donde quiera que vayas. Ten presente estas palabras sabias de Henry Ford: “Si tu crees que puedes, puedes. Si tú crees que no puedes, no puedes. Tanto si piensas una cosa como la otra, estás en lo cierto”. Tú eliges qué pensar y qué creer. Ese es el poder que nadie nos puede quitar. Otra cosa diferente es si sabemos o no hacer uso de ese poder. Por eso, hijo mío es importante que te instruyas y pienses de manera analítica, no te dejes llevar por una sólo opinión, mira siempre varias opciones y con criterio propio elige aquella que te brinde paz en el corazón, en el espíritu y en la mente. Si puedes ir cada día a dormir en paz, entonces sabrás que estás en el camino correcto.