Desde hace algunos meses, venia abrigando el deseo de comprar la versión impresa del libro: ‘Don Quijote de La Mancha’. Así que aproveché la oportunidad de mi último viaje a España y cristalicé mi deseo.
Entusiasmada con mi adquisición, llegué a la oficina a comentarles a mis colegas eslovenos la gran satisfacción que me embarga al tener la versión en español de esta magnífica obra. Ellos me miraron, como si acabara de llegar de otro planeta.
–Belki, ¿piensas en serio? ¿Te vas a poner a leer ese libro? –
-¡Seguro pienso en serio!- les dije. Ustedes ni se imaginan la cantidad de tesoros que ya he encontrado en él, y los otros tantos que sospecho, puedo encontrar.- A decir verdad, los entendí, ellos no pueden leer en el idioma original la obra, por eso no pueden captar toda su esencia y su esplendor.
Y efectivamente, cada capítulo representa un encuentro personal con la parte más torpe de cada uno de nosotros. El avance de la lectura me hace pasear por todos los años de infancia, juventud y edad adulta; donde muy a mi pesar, confieso que varias veces he estado en situaciones de necedad y locura similar a la de nuestro hidalgo. Sencillamente, lee el libro como la historia exagerada de todas nuestras emociones y pasiones y es muy probable que podamos identificarnos en cada personaje. Hagamos el intento.
Entonces me encuentro con el motivo principal de la terquedad: “En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio; y, así del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”. Es muy probable que no nos enfrasquemos en la lectura, pero ¿y si nos enfrascamos en otras cotidianidades que nos hacen perder el juicio y la cordura: en problemas del diario vivir, en las redes sociales, en el qué dirán mis amistades? Nos enfrascamos en agradar a otros y andar de lambiscones para lagartear una posición, un favor, un aumento o simplemente un toque despectivo por andar de arrimados. Y sin darnos cuenta somos ridículos, cursis, patéticos, tratando de ocupar un lugar pasajero en vidas y en historias que hoy son y mañana no le importan a nadie.
Y nos inventamos historias, que son bien alejadas de nuestra realidad y nuestra esencia, y lo peor de todo es que terminamos creyéndolas: “Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa que una dama de quien enamorarse”. Y lo más chistoso, es que terminamos enojándonos con quienes no creen en nuestras historias, quienes se atreven a cuestionar la imaginación desbordada y que desde la altura de la luna es visible que todo es un invento.
Y que me dicen, de aquellos casos, en dónde no sólo inventamos las historias que empujamos a otros para que las crean, sino que presionamos en convencer a otros que somos únicos, irremplazables, inmejorables paladines de la justicia y la honestidad; y que sólo nosotros estamos llamados a ser los más inteligentes, qué sólo nuestra opinión y proceder debe ser modelo a seguir: “no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza”. Esto me trae a la mente algunos personajes de las esferas políticas, económicas, artísticas y sociales. Amigos, sin afán de querer ofender a nadie, éste mundo sería mucho mejor si algunas personas dejaran de tener el protagonismo y la influencia que pretenden tener y ejercer sobre la sociedad.
Ahora vamos entrando un poco en forma, y nos damos cuenta que realmente ‘El Quijote de La Mancha’ somos todos. Y no se trata solamente de un viejo loco y decrepito que soñaba con salvar al mundo de la injusticia, deshacer agravios, proteger a los menesterosos y convertirse en el héroe de mil batallas, del cual estuviera orgulloso su amada Dulcinea del Toboso.
“Salió de la venta , tan contento, tan gallardo, tan alborozado, por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo”: Ahora tenemos ante nosotros esos gratos momentos de satisfacción que vivimos cuando logramos sueños, cuando las cosas salen a pedir de boca, cuando las estrellas se alinean, cuando somos correspondidos en el amor, cuando conseguimos el trabajo soñado, y tantos otros aspectos por los cuales hemos trabajado duro, que nos han tocado sudor y esfuerzo. Es necesario tener en cuenta que esos momentos son la cima de la montaña. La verdadera vida y satisfacción se esconde en el camino recorrido para llegar a ellos. Porque muchas veces vivimos postergando todo para cuando se logre determinada meta, y cuando estamos allí, cuando finalmente tenemos los días de gloria, nos damos cuenta que allí no hay nada que nos llene, no hay nada que nos haga eternamente felices. Porque desperdiciamos la oportunidad que nos brindaba el camino recorrido. Eso es lo que ahora todos llaman: “vivir el momento”
Pero como toda moneda tiene 2 caras, está no es la excepción: Ser tercos en determinadas ocasiones, inventarse historias, creer en esas historias, celebrar los triunfos y los fracasos, son también ese otro lado de la vida que nos puede hacer llegar lejos. Muchas veces corresponden a ese aspecto positivo que nos hace luchar con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra fe, con toda nuestra voluntad para triunfar donde otros claudicaron. Inventarse historias nos puede llevar a mejorar nuestra vida y a mejorar la vida de muchas personas. Pero todo depende del tipo de historias y el fin al cual están enfocadas. Y respecto a las celebraciones de triunfos, muchas veces se aprende más de los fracasos, de las caídas, de los golpes, de las crisis, de las penas, que del triunfo más grande. Sólo cuando la tormenta ha pasado nos damos cuenta de lo enriquecidos, fuertes y sabios que nos pueden volver los golpes de la vida. Y Don Quijote lo sabe ver y agradecer: “Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos”.
O qué tal esta: “Y aún se tenia por dichoso, pareciéndole que aquella era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribuía a la falta de su caballo, y no era posible levantarse, según tenia brumado todo el cuerpo”. Aprender a ver el lado bueno, aun de las situaciones más adversas, todo pasa con un propósito. Don Quijote también nos da grandes lecciones de agradecimiento, agradecer es bueno, aun en medio de la adversidad y aun cuando la esperanza está a punto de esfumarse.
Y don Quijote también nos habla de fé:
.“-Si os la mostrara – replicó don Quijote-, ¿qué hicieras vosotros en confesar una verdad tan notoria? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender…” Estas palabras son una versión larga de: Cree y verás la gloria de Dios, la fe mueve montañas. No es ver para creer, es creer para ver.
Aún quedan más mensajes por descubrir y lo hago lentamente y con gusto.
Los textos en negrilla, han sido tomados directamente del libro Don Quijote de La Mancha.