La niebla del amanecer lo cubre todo con un velo de misterio y de resignación.  Parece que el clima se ha alineado con los tiempos que vivimos. Parece que, al igual que el amanecer, el futuro se ve borroso o mejor, no se ve.  En tiempos como estos es necesario llenar cada día el alma con grandes dosis de fe, esperanza, alegría y paciencia, porque muchas veces las condiciones del diario vivir pueden tornar el horizonte nublado como este amanecer. Pero nada es para siempre, así como los tiempos buenos pasan, los malos también.

Y los milagros ocurren cada día. Los milagros representados en una salida del sol, en el viento fresco y juguetón; en la risa de los niños despreocupados y soñadores; en el alimento que cada día tenemos sobre la mesa. Cada momento de la vida puede representar un milagro si lo miramos de esa manera. O podemos vivir tan perdidos en nuestra propia historia, que no alcancemos a vivir a plenitud esos momentos milagrosos, tan embelesados en metas pasajeras, que la vida se nos pasa y no nos damos cuenta ni en qué ni para qué.

Esta vez el camino me llevó a un sitio de mayor altura, respecto a mi sitio de partida. Tratando de respirar profundamente a cada paso, como si el aire fuera el alimento que nutre mi fe, mi esperanza, mi alegría y mi paciencia; avanzo rápidamente y llego al mirador donde con frecuencia me gusta esperar la salida del sol. No eran muchas las ilusiones que me hacía al momento de partida de casa, pues la misma niebla que cubría todo, me mojaba el rosto y me daba la sensación de que pronto empezaría a llover.  Sin hacer mucho caso a las condiciones climáticas, pues al final de cuentas no las puedo cambiar, decidí seguir mi camino y llegar al mirador. Durante los 5 km de camino reflexiono sobre la capacidad del ser humano para adaptarse a las condiciones de diferente índole que la vida impone. Muchas veces pensamos que algunas situaciones son más fuertes que nosotros, pero cuando estamos ante el hecho y debemos enfrentarlas, sin saber de dónde, aparecen las fuerzas, el conocimiento y todo lo que necesitemos para sobrellevar la situación.

En otros tiempos habría sacado cientos de excusas para no ir a caminar de madrugada. Ahora me lo pide el alma. Ahora casi que salgo corriendo de casa para no llegar tarde al momento en el que el sol empiece a colorear el perfil de las montañas en la oscuridad. No sé exactamente por qué lo hago… tal vez busco paz, tal vez busco convencerme de que realmente cada día es un milagro, tal vez busco respuestas, tal vez quiero mandarles saludos a mis seres queridos en otras tierras, tal vez quiero pedirle a Dios que no se olvide de nosotros… No sé exactamente qué me impulsa… lo que sí sé es que lo disfruto, lo vivo, lo siento y lo comparto. Agradezco a Dios por la generosidad de cada día, porque la naturaleza nos sigue dando lo mejor de sí.  Porque a pesar del caos, de tantas cosas que parecen ir de mal en peor, de las injusticias y de toda la cruda realidad que viven gran parte de las personas de este planeta; el lado hermoso de la vida sigue ocurriendo a cada momento. Tristemente, no lo notamos.

Y hoy ocurrió nuevamente, no uno, sino varios milagros. Desde mi punto de observación noto que el pueblo no se puede ver, está cubierto de una densa capa de nubes, entonces comprendí la sensación que tuve al salir de casa de que pronto llovería. Pero allí, en la altura, el cielo estaba completamente despejado, las estrellas en el cielo poco a poco se hacían menos visibles para dar paso al día que avanza. Y esa voz interna, que siempre nos habla, si dejamos que resuene en nosotros, me hizo caer en cuenta: la niebla que parece cubrir la realidad es solo un distractor que te puede quitar las ganas de iniciar tu camino, de avanzar, de continuar un propósito. Esa misma niebla te oculta el esplendor del brillante día que te espera.  Pero es necesario insistir, es necesario tomar la decisión de avanzar unos pasos más, de buscar otra perspectiva, de mirar sobre la niebla y así notarás que su densidad es pasajera, que con un poco de constancia y esfuerzo puedes ver el cielo despejado. Puedes ver sobre las nubes y puedes ver cómo para ti sale el sol, mientras que para todos los que están abajo, en el pueblo, cubiertos por la densa y baja nube, el panorama es gris, húmedo y a punto de llover.

Entonces me dije: Exactamente así es la vida, hay muchas cosas que nos distraen y nos engañan con una realidad que nos quita el ánimo y las fuerzas. Así que me prometí recordar siempre algo: La realidad es una sola, pero como la interprete es mi decisión. Debo cuestionar positivamente las cosas que ocurren a mi alrededor. Debo buscar el lado motivador y no dejarme llevar por la primera impresión. Y efectivamente, ese día fue un día espectacular en todos los sentidos. Es una muestra más de que la naturaleza y la vida nos hablan si estamos atentos y si realmente vivimos lo que ven nuestros ojos.