Seguramente muchos de nosotros, en algún momento de ocio, nos hemos divertido y aprendido con el juego de unir puntos. Siempre pensé que lo más chistoso del juego era que, desde el aire, uno ya sabía qué figura iba a obtener, así que no era nada difícil unir los puntos, incluso, si no sabíamos los números. Esos eran nuestros juegos infantiles, los pequeños grandes triunfos que nos llenaban de seguridad y nos hacían sentir capaces de resolver cualquier tipo de problema o salir de cualquier laberinto.

La vida siguió su rumbo y, aparentemente, dejamos esos juegos tan infantiles en los recuerdos del pasado y como pasatiempo de los más pequeños. Siempre pensé que era una etapa superada. La persona, a medida que va creciendo, va afrontando nuevos retos, asumiendo nuevas responsabilidades, teniendo ambiciones mayores, afrontando dragones más feroces, viviendo sentimientos más profundos (tanto positivos como negativos). En fin, todas estas ocupaciones que trae consigo el crecer nos hacen olvidarnos de relajarnos uniendo punticos… Sencillamente tenemos cosas más importantes de que ocuparnos.

Y pasaron los años… Llegaron, pasaron y se quedaron amores, desamores, logros mayores y menores. Llegaron las experiencias laborales, diferentes realidades sociales, personales, emocionales, económicas, académicas. Crecieron sueños propios y ajenos, fuimos constructores de ilusiones, vivimos en ellas; nos estrellamos con la vida, con la realidad, nos caímos, nos levantamos, volvimos a caer, gozamos, amamos, odiamos, lloramos, ganamos, perdimos. En pocas palabras, hemos vivido la vida más o menos intensamente… No importa, eso es una decisión que tomamos día a día. Y cualquiera que sea, es nuestro asunto personal.

Pero… un día despertamos y nos damos cuenta que luego de 40, 50 años o incluso menos o incluso más nos seguimos preguntando ¿de qué se trata? No entiendo nada, he vivido, pero… ¿A dónde he llegado? ¿Era esta mi meta? ¿Y dónde quedaron todas aquellas historias que me quitaron el sueño? ¿Dónde quedaron todas aquellas pasiones que me enloquecieron? Empezamos a repensar muchas historias del pasado y a preguntarnos ¿y si hubiera escogido este otro camino? ¿Y si hubiera elegido a esta otra persona? Entonces empezamos a comprender que la vida se pasó y pensamos que la vivíamos, pero no era precisamente así, en realidad muchas veces fuimos solo veletas movidas por fuertes vientos que se movían en cualquier dirección; algunas veces fuimos imitadores de tendencias colectivas, otras veces borregos distraídos, otras tantas ni siquiera fuimos.

Luego de todos estos sentires y repensares somos más conscientes de las decisiones erradas y de la imposibilidad de reparar los daños hechos. Algo desilusionados con la vida y aquietados con “las metidas de pata” decidimos que es tiempo de tomar la vida más tranquilamente. Pero en la mayoría de los casos seguimos sin entender que cada experiencia vivida corresponde a un punto de la gran historia de nuestra vida. Esos punticos que uníamos en los juegos infantiles ahora son los punticos que vamos marcando en nuestra vida… La gran diferencia radica en que en nuestras épocas de juegos sabíamos qué figura obtendríamos, dónde se empezaba y dónde se termina… Incluso los más intrépidos podían tomar atajos y, de todas maneras, todo salía bien, nada podía fallar.

Ahora, no somos consciente de que vamos colocando puntos que conforman la gran figura, mucho menos tenemos ideas de qué figura saldrá y cómo terminará toda la historia… Al final, veremos que todos los puntos fueron puestos en el lugar adecuado y que la figura que se obtiene es la que debe ser. Aquí no se trata de triunfar o fracasar, aquí se trata de vivir. Bien o mal vivir… Esa es otra historia.

Mirando todo desde un lado pragmático diríamos: “Pero solo hasta el día que termine mi vida voy a saber que resultó de unir todos los puntos”. Es cierto… Pero, como en todo, aquí también podemos aplicar esta idea de manera parcial y pensar que dentro de nuestra gran historia hay muchas que se inician y se terminan… Y podemos ir aplicando el ejercicio de mirar esas historias con retrospectiva e ir uniendo los puntos…. ¿Y para qué me sirve eso?  Eureka… Ahora lo sé… Para entender porque pasaron muchas cosas que en su momento nos parecieron sin sentido, para entender rompimientos, uniones, triunfos, dolores, derrotas, despidos, traiciones… Para entender que nuestra historia completa aún no termina, pero que muchas veces debemos pasar por un desierto para lograr llegar al valle fresco que nos ofrece la paz y la tranquilidad que siempre hemos buscado y que nos empeñamos en buscar en otro lugar. Entonces la vida nos saca a la fuerza de donde no debemos estar para llevarlos al lugar, a las personas, a las metas que nos corresponden por derecho.

Por eso te digo hoy: no te afanes ni te juzgues, no te aferres, hay muchos momentos que pensamos que sin esto o sin aquello no podremos vivir, pero, al final, la vida nos muestra que en toda la historia la única persona realmente indispensable y sin la cual la historia no continúa es cada uno de nosotros, en nuestra propia historia.