Las ciudades grandes y pequeñas de Europa –como París y el municipio de Evry, a 36 kilómetros de la metrópoli— han visto crecer en sus calles la presencia mendicante de personas y familias extranjeras. La escena se repite en urbes de Oriente como Estambul, que recibe a su turno los refugiados de Siria, y ante la imposibilidad de acogerlos los desperdiga hasta en las inmediaciones de la Plaza de Sultanahmed.

En las extrañas ecuaciones demográficas y migratorias del mundo actual, esos desheredados han encontrado, sin embargo, la buena fortuna del mal vivir que los salva de integrar la legión de 10.000 niños inmigrantes desaparecidos en Europa o las huestes de viajeros marinos que se hunden casi a diario en buques mercenarios frente a las costas del ansiado Edén mediterráneo.

Las tres situaciones son caras de una misma figura de geometría azarosa que el Informe de Riesgos Globales 2016, un producto del reciente Foro Económico Mundial de Davos, ha puesto en el lugar número uno de probabilidad para este extraño bisiesto. Se trata de las migraciones involuntarias a gran escala, exacerbadas por dos otros dos factores con los cuales interactúa de manera insidiosa: el cambio climático y una mezcla de las crisis o colapsos estatales, causados, entre otras razones, por la inviabilidad de las sociedades para lograr una existencia digna y un bienestar promisorio para todos sus miembros o por lo menos, la mayoría.

En la encuesta de este año, los casi 750 expertos, que también evaluaron 29 riesgos a 10 diez años, encumbraron a la mitigación y adaptación al cambio climático como el riesgo con el mayor impacto potencial en 2016. Es la primera vez desde que se publica el informe (2006) que un riesgo ambiental lidera la clasificación. No debe extrañarnos a los colombianos, que ardemos en estos tórridos días primerizos del año, y que sin embargo, debemos esperar un invierno de desastre cuando el sol ceda el turno a la lluvia.

El quinto jinete

Son cinco las categorías de riesgo que analiza el informe: ambientales, geopolíticas, sociales, económicas y tecnológicas. En este año de novedades, las cuatro primeras se disputan el trono del mayor impacto, aunque el cambio climático les gana por varias cabezas a los daños que pueden causar las armas de destrucción masiva (2º), las crisis del agua (3º), las citadas migraciones (4º) y un “shock” en los precios de la energía.

Pero los riesgos están moviéndose como placas tectónicas, alimentándose unos a otros como las bocas de un animal mitológico. El cambio climático que recalentó el año 2015 hará aumentar en un grado la temperatura media de la tierra. Y el número de personas desplazadas que en 2014 alcanzó los 59,5 millones de personas, y que está a la espera del dato del año pasado, este 2016 promete dispararse como un cohete fatal.

Muchas personas se preguntan al evaluar los pocos términos conocidos de las conversaciones que adelanta el gobierno de Colombia con las Farc: ¿qué tan preparada está la sociedad, civil e institucionalmente, para afrontar un pos acuerdo o un pos conflicto? El mismo interrogante de puede extender al mundo: ¿qué tan preparados están países y sociedades para encarar estos riesgos, que a futuro parecen agravarse con cambios climáticos extremos, crisis alimentarias, de agua y de energía?

Todo parece indicar que muy poco. Entre los riesgos que están trepando la lista hay algunos que parecen configurar el fracaso de las naciones y un cuestionamiento profundo del capitalismo como solución feliz de la vida económica universal y futura del mundo, desmintiendo al mercado y a su poder como mano reguladora invisible y clamando a gritos otro papel del Estado, que no sea la subordinación al capital.

El informe menciona colapsos y crisis estatales y conflictos, y ciertamente la eclosión de fuerzas perturbadoras como el desempleo o el subempleo y el fracaso de la gobernabilidad. La inestabilidad social crecerá, aseguran los que saben, cuando la gente apareje sus propias carencias personales con una percepción de corrupción rampante y una desconfianza telúrica en el funcionamiento de las instituciones.

También cumple la misión de alertar (incluso contra los riesgos de las pandemias), aunque centra sus recomendaciones en llamar la atención de las empresas y sus líderes. Sugiere, a su modo, lo peligroso que sería llegar a la figura de ciudadanos des- empoderados, es decir, impotentes o desinteresados de afrontar un panorama tan crítico. El llamado es, pues, a que individual y colectivamente, asumamos las señales de este oráculo fidedigno para entender que este estilo de vida universal es, ni más ni menos, un modo de muerte, en momentos en que el mundo tiene los instrumentos pero necesita la voluntad para convertirse en un lugar mejor.

 

(Pueden encontrar un resumen del informe en http://www3.weforum.org/docs/Media/GRR16/GRR16_NR_ES.pdf

Y leerlo en http://reports.weforum.org/global-risks-2016/ )