Cuanto más tiempo estés sin trabajo, más aumentan las posibilidades de que no consigas un trabajo…
Hay celebración estadística por el anuncio que hizo el Director del DANE, Mauricio Perfetti, en el sentido que “el desempleo vuelve a situarse en un dígito en el mes de abril, después de superar la acentuada estacionalidad del primer trimestre del año”. Una tasa del 9,0%, recuperación en las áreas metropolitanas y 109.000 colombianos más que encontraron empleo en este mes de “aguas mil y todas en un barril”.
La noticia coincide con la publicación de listados como “Las 100 empresas más grandes de Colombia y las 900 siguientes” (Semana), “1001 compañías del año en Colombia” (Portafolio), Gerente 500 y los resultados de las 2.000 empresas más grandes del país, ordenadas por ingresos (reporte hecho a Supersociedades) que este año el diario La República distinguió con el título “Empresas que le apuestan a la paz”.
Justamente por esa perspectiva que todo lo está abarcando (la paz), sorprende la ausencia del otro componente de la ecuación: el trabajo. El esfuerzo de las publicaciones termina siendo un paneo del comportamiento del capital en el año 2015. Hay columnas de ingresos, utilidades (neta y operacional), EBITDA, activos y pasivos, patrimonio (seguramente porque esa es la exigencia legal) y una multicolor comparación de los puestos obtenidos por las empresas en los años 2014 y 2015. Cada medio mira las cosas a su manera, y así se incluyen rubros extras como ventas, endeudamiento, exportaciones e importaciones.
Pero el trabajo no está por ninguna parte. El empleo (o la pérdida) no tiene columna. Ni por empresas ni por sectores.
Tal vez, porque es un dato impopular. Yo considero, en todo caso, y con el mayor respeto para mis colegas de los diarios y las secciones económicas, que en ese panorama falta que las empresas reporten el número de empleados que tienen, cuántos empleos han generado en el año o cuántos han perdido.
Porque ahí está comprendida la gente.
Y porque la paz también es transparencia.
Y porque uno se pregunta, por ejemplo, cuántos empleos generaron las 15 primeras empresas de un listado en el que Ecopetrol conserva el primer lugar a pesar de las nubes negras. Y las 985 siguientes. O las 1000 más del diario La República.
Porque cuando El Tiempo informa el “top 20” de las empresas que más dinero perdieron en 2015, listado que también encabeza Ecopetrol, uno entiende que ese río suena porque piedras lleva.
Petróleo vaciado
Ahí hay de todo. Están Avianca, UNE EPM Telecomunicaciones, Avantel y DirecTV, pero en el pelotón sobresalen las compañías petroleras. Cómo será que de tercera está Reficar. Y es entonces cuando uno entiende los llamados de alarma de dirigentes gremiales del sector petrolero, como Francisco Lloreda (ACP) y Rubén Darío Lizarralde (Campetrol), dos ex funcionarios del gobierno que hoy padecen la angustia de estar como Alicia, al otro lado del espejo.
Así las cosas, es obvio que quienes han pagado un precio muy caro en la debacle son los empleados. Rasos y directivos, que ambos venían de una época de mieles y juegos florales en los ingresos. Se calcula que el año pasado la industria perdió 60.000 empleos. ¿Dónde están hoy esas personas? ¿Por qué la unidad de bombeo social no ha sacado a flote sus historias y las de sus familias? ¿Cómo la están pasando los que conservan sus trabajos en el sector petrolero de una forma directa o indirecta, pero con la espada de Damocles del despido surcándoles las cabezas?
Generar empleo es un camello, como lo reseña Hugo López Castaño, de la Universidad Eafit, en artículo de la citada publicación de Portafolio. Especialmente porque en 2015, el crecimiento del PIB real se frenó de una manera patética e impactó la marcha del mercado laboral que venía saltando con alegría infantil. Blanco es, gallina lo pone: para que los logros laborales de los últimos años no terminen en la caneca, hay que recuperar un crecimiento económico aceptable. Capacitar a la gente. Y cortar de alguna forma verídica y no maquillada, el éxodo de la población colombiana hacia la informalidad, que es la madre de muchas desgracias.
Niño travieso
El empleo es un problema en Colombia. Y no es carreta. En 2016, Colombia no muestra avance alguno en el Índice de Competitividad Mundial elaborado por el IMD World Competitiveness Center. Ahí está el país que se encamina hacia la paz, anclado en el mismo puesto del 2014: el 51. Diez escaños por encima del patito feo que ocupa el último lugar: Venezuela.
Hay fortalezas en el desempeño económico, claro, y es una presea nuestra potencia en el recaudo de ingresos fiscales (puesto 4) y en la tasa de impuesto de renta (puesto 11). “A su vez, entre las 10 grandes debilidades en materia de eficiencia estatal se encuentran los niveles de desigualdad y pobreza del país, los elevados impuestos al sector real, la economía informal, el soborno y la corrupción que llevan a Colombia a estar en el puesto 59 entre las 61 economías que hacen parte de este índice”, señala el artículo.
El profesor Arturo Bris, director del WCC, dice que el problema de Colombia y de Latinoamérica “es que el sector privado requiere del apoyo del Gobierno y de una regulación clara para crear empleo que se centre en la promoción del empresariado, reglas de competencia, gobierno corporativo, productividad, creación de empresas”. Y agrega que aquí, en la patria querida, esos indicadores descienden. Bajamos siete posiciones en el indicador de creación de empresas, seis en el número de días que se tarda en crear una empresa y dos en regulación financiera.
¿Y qué significa lo que dice Bris, en cuanto a que al empresariado colombiano le hace falta un conjunto de valores, “porque también se van deteriorando al cabo del tiempo”? Averíguelo, Bruce.
Ojalá en los informes del 2016 aparezca la columna de la generación de empleo. Digo…