No solo debemos ser amigos de nuestros hijos, debemos orientarlos. Yo lo anulé. He amado muy mal a mi hijo, EL TIEMPO, 01.07.2016.

Trece años después de disfrutar las sorpresas marinas de la película “Buscando a Nemo”, mis hijos y yo acudimos a la exhibición de “Buscando a Dory”.

Eran unos niños cuando nos conmovimos con las aventuras del pequeño pez payaso, que por primera vez en la historia de las películas animadas asumía una condición de disfuncionalidad en un personaje, representada en el tamaño más pequeño de su aleta derecha.

Se debía a que su huevo había sido afectado en el ataque de una barracuda que mató a sus 399 hermanos. “Nemo” era el sobreviviente y su padre, “Marlin”, había acompañado ese milagro con una dosis de sobreprotección. El extravío de su hijo lleva a “Marlin” en su búsqueda. Encontrarlo es posible gracias a la ayuda de “Dory”.

Ella es un pez cirujano azul, un encantador personaje que conservábamos en el recuerdo, algo con lo que justamente ella tiene problemas. “Dory” sufre de pérdida de memoria a corto plazo. Y así comienza su historia, justamente atisbando en su conciencia que ha perdido a sus padres y que debe buscarlos.

Así, pues, que esta bella realización de Pixar –que trae, además, un corto inicial llamado “Piper”, que es, como “Pájaros”, una obra maestra de la animación sin palabras- conserva la estructura titular de la primera (“Buscando a…”), pero es en realidad, la búsqueda de “Jenny” y “Charlie”, los padres de “Dory”.

 

Jenny y Charlie, los padres de Dory

Cineastas de toda la vida, ahí estuvimos papá, mamá e hijos, emocionados con las aventuras de “Dory”, “Nemo”, “Marlin”, los personajes de siempre y uno nuevo –el pulpo “Hank”. Los dibujos animados son un buen motivo de convocatoria familiar, con todas las variedades que ella nos ofrece en nuestros días.

El mismo día que vimos la película, había leído en El Tiempo una nota titulada “He amado muy mal a mi hijo”. En ella, una madre relataba sus errores en la crianza, que hoy la enfrentaban al drama de un joven transformado por una sobredosis de droga.

Debo dejar que sea responsable de sus acciones”, concluía ella, luego de detallar cómo había pasado los años tratando de construirle una vida a su hijo, trabajando de sol a sol para darle todo lo que él quisiera, sobreprotegiéndolo y anulándolo en términos de formación de criterio, construcción de voluntad y arquitectura de carácter.

Y tal vez, como “Dory”, y con un poco de generosidad en la comparación, ese chico estuvo buscando a su mamá, emitiendo señales sobre lo que le ocurría, sobre lo que iba a pasarle, pues todo lo que pasa siempre nos ha sido avisado.

Hay muchos hijos buscando a sus papás. No como los que aparecen en el programa de televisión del ICBF, que tienen su propio drama, y al que deberían crearle después de tantos años una segunda parte que celebre los encuentros que se hayan presentado. De lo contrario, el programa funciona únicamente como testimonio de abandono…

Pero los otros niños que buscan a sus papás son aquellos que los tienen pero nunca los ven o los ven muy poquito, y cuando los ven es para el simple trámite de formalismos, no para actos de amor como compartir, consentir, dialogar, entender y conocer la autoridad. Para muchos, como para el hijo de la historia en la prensa, la infancia puede pasar preguntando todos los días “¿Te demoras, mamá?”, mientras ella creía desde sus largas jornadas de trabajo, que las llamadas telefónicas eran una forma de ejercer compañía. O que la compañía que la sustituía a ella –desde las empleadas domésticas hasta otros familiares— era la compañía que él necesitaba.

Es frecuente escuchar a papás que declaran “me estoy perdiendo la niñez de mis hijos” o aquellos que lamentan definitivamente habérsela perdido. En un mundo de redes sociales y grupos, un niño sin lazos de afecto ni presencias y raíces en su hogar es rápidamente capturado por influencias que no siempre son las más benéficas. No todos los amigos son «Nemo» o «Marlin».

“Dory” encontró a sus padres que, en realidad, también habían estado buscándola, esperanzados siempre de celebrar su regreso. Que la película de los pescaditos nos sirva para recuperar la memoria de quienes están siendo buscados por sus hijos.

 

www.carlosgustavoalvarez.com

VER

http://www.eltiempo.com/bogota/relato-de-una-madre-que-vio-a-su-hijo-transformado-por-la-droga/16634223

https://es.wikipedia.org/wiki/Buscando_a_Dory

https://es.wikipedia.org/wiki/Buscando_a_Nemo