A ‘Aceptar’ se le tiene miedo y renuencia, porque casi siempre se identifica con “Resignación”. Una cosa es una cosa y otra cosa… La Aceptación es activa, vital, redentora. Bien hecha, permite aprender y continuar con el corazón sano. La resignación es triste, sabe a derrota, a negación de la experiencia. La diferencia es clave para afrontar la enfermedad, la pérdida, la muerte, el cambio de circunstancias, la mutación de los sentimientos…

Los computadores, los celulares, las tabletas suelen incluir en su software la opción “Aceptar”. Y es increíble cómo se repite, referida a procesos, aplicaciones, y en general, al funcionamiento de los aparatos.

Puede salirte una tríada de opciones: “Esperar, Notificar, Aceptar”. O señalarte que tienes la alternativa “Atrás y Aceptar”. O simple y sencillamente puede enviarte un mensaje lacónico: “Lamentablemente la aplicación se detuvo: ACEPTAR”.

¡Cuántas lecciones se pueden sacar para nuestras vidas, si observamos con atención este procedimiento digital!

“Aceptar” es una llave de la sabiduría. Y cuántos dolores y pesares nos evitaríamos si aprendiéramos a “Aceptar”. La Aceptación es un pasaporte a la paz del espíritu, al aquietamiento de ese volcán llamado mente, al que permitimos lanzar su lava en direcciones e ideas que nos confunden y asedian.

La Aceptación tiene que ver con la realidad. Con saber y entender que hay cosas “que son así”, que no podemos cambiar, que pertenecen a lo que la frase popular define como “la cruda, la dura realidad”. Si quieres encaminar tu desarrollo personal, despertar a un estado no solo de madurez sino de crecimiento espiritual, tienes que aprender a oprimir la tecla “Aceptar”.

¿Recuerdan la Oración de la Serenidad? Es Sabia:

Señor, concédenos serenidad
para aceptar las cosas que no podemos cambiar,
valor para cambiar las que sí podemos,
y sabiduría para discernir la diferencia
”.

En mi libro “Lecciones Financieras de Mamá” refería cómo una de las primeras, tal vez, la básica, condición para superar las dificultades económicas, es Aceptar en qué punto nos encontramos. Suprimir las tiranías de la apariencia social, cauterizar la importancia exagerada que otorgamos al “qué dirán”, reconocer que hay unos límites que no podemos sobrepasar, y desde allí, desde la realidad, proyectarnos a superar nuestra condición de transitoria precariedad económica.

Aprender. La diferencia entre quien es derrotado y quien triunfa, entre quien fracasa y abandona y quien persiste, es el aprendizaje. Ante el obstáculo, ante la caída, aprendió y lo superó, se levantó. Cómo me gusta el gran ejemplo que acaba de dar en Tour de Francia el ciclista Alberto Contador. Dos caídas. Y siguió en la competencia. Se retiró, pero triunfante en la lucha.

A “Aceptar” se le tiene miedo y renuencia, porque casi siempre se identifica con “Resignación”. Una cosa es una cosa y otra cosa… La Aceptación es activa, vital, redentora. Bien hecha, permite aprender y continuar con el corazón sano. La resignación es triste, sabe a derrota, a negación de la experiencia. La diferencia es clave para afrontar la enfermedad, la pérdida, la muerte, el cambio de circunstancias, la mutación de los sentimientos…

A veces tenemos que oprimir la tecla, el botón “Aceptar”, hacer «click» en esa pestaña, y asumir la realidad que una relación de amor o de amistad se ha terminado. Es un momento difícil. Debemos encarar el duelo y el dolor, sin terminar desbordados por el sufrimiento. La realidad asumida es que no funcionó y que ese sentimiento y esa persona se deben liberar con amor. Solo el aprendizaje, el crecimiento interior y la sanación espiritual nos permitirán crecer, ¿y por qué no?, volver a encontrar a esa persona en otras condiciones mentales (la vida te da sorpresas). Pero si no aceptas que sea así, de esa forma en que se vivió, en esas circunstancias y con esos elementos la relación no funcionó, vas a sufrir. Y a sufrir, definitiva y puntualmente, no vinimos a este mundo.

A veces, algunas veces, antes de “Aceptar”, aparece la alternativa de “Esperar” o de “Notificar”. La primera te da un aliento. Las cosas pueden solucionarse. “Notificar” es pedir ayuda, recurso que utilizamos en pocas ocasiones. Hay personas, profesionales de la salud, sacerdotes, pastores y está Dios, que siempre escucha y al que no hay que pedirle cita. Debemos aprender a pedir ayuda. ¡A tiempo! En contadas opciones podemos pulsar la tecla “Atrás”, porque ciertas cosas no regresan, y porque como canta Serrat, “nunca vuelve aquello que se pierde”.

La vida, en su sabiduría, a veces permite a ciertas personas pulsar la tecla “Atrás” y ofrece la maravillosa alternativa de “Reiniciar”. El sentimiento está intacto, se ha moldeado, pero hay una nueva categoría mental que definitivamente no es la del pasado.

Y sin embargo, hay ocasiones en que “lamentablemente la aplicación se detuvo”. Hagas lo que hagas, esa es la realidad. No la puedes cambiar. Se acabó. Como dicen los locutores deportivos, “no va más”. La única opción que te ofrece para que sigas funcionando, para que no te trabes, para que no pierdas tus potencias ni amargues tu vida, es pulsar la tecla “Aceptar”. Si aprendes, si entregas a la comprensión el amor y el tiempo que merecen, si no culpas a nadie, si te responsabilizas, “Aceptar” no será la única opción. Será la mejor decisión.

www.carlosgustavoalvarez.com

 

ESPERE:

La tecla “Borrar”: Jueves 14 de julio de 2016

VER:

http://blogs.eltiempo.com/motor-de-busqueda/2016/07/10/los-virus-en-nuestras-mentes/

http://blogs.eltiempo.com/motor-de-busqueda/2016/07/08/futbol-aerosol-limites-y-convivencia/

http://blogs.eltiempo.com/motor-de-busqueda/2016/04/24/lecciones-financieras-de-mama/