Borrar debe ser un propósito, y sin embargo, hay que tener cuidado de no oprimir la tecla con violencia, renegando de lo que nos ha pasado. Las cosas así eliminadas se resisten, y pueden volver, con más dolor e incluso, sufrimiento. Hay que dar al olvido el tiempo que se merece, ni mucho ni poco, aceptando los sucesos con bondad. “Borrar” será una acción que sucederá con el tiempo que todo tiene bajo el sol.

 

La tecla “Borrar” de los computadores es de un poder incalculable. Mal pulsada puede acabar con un trabajo, eliminar una parte de lo que hemos hecho con ahínco y desvertebrar un esfuerzo de horas. También identificada como “Suprimir” o una tecla marcada con una flecha en sentido contrario, sirve para corregir y rehacer, dos opciones que ojalá tuviéramos a disposición con más frecuencia en la vida.

También en la vida, y hablando de nuestra parlanchina mente, es importante que consideremos que hay asuntos que se deben “definir” y a los cuales es preciso aplicarles la tecla “Borrar” sin la más mínima vacilación. 

Porque se han quedado ahí, en la noria de nuestros pensamientos, y con el caprichoso proceder de una mente sin control y de un ser sin conciencia, como fantasmas aparecen de tiempo en tiempo o continuamente para mortificarnos. Ideas fijas, obsesiones, oscuras órdenes que nos esclavizan y recuerdos.

Los recuerdos que la música canta con tanta frecuencia y con desmesurada preciosura (“Memories”, “Yesterday”) suelen remitirnos a un tiempo que ya no es nuestro, que suele ser irrepetible y sobre el que ya no tenemos control, influencia ni dominio.

Hay remembranzas hermosas, de bellos momentos, que ojalá acudieran a nuestra mente con ternura. Otrora nos dieron vida y felicidad, pero no nos quedamos ahí. Las vivencias se acaban y la vida sigue, que su marcha incesante es una constante irrebatible. Aceptación.

A veces el precioso recuerdo contrasta con nuestro estado actual. Y entonces vienen al carrusel de nuestra mente reflexiones como el “Si yo hubiera” o “Si yo no hubiera”, calamitosas gotas de amargura que no traspasan la dureza de lo inevitable. No devuelven nada.

Es entonces cuando sobre ese precioso recuerdo, más cabría el pulso de la tecla “Borrar”. O se convierte en una pesadilla. Hay ahí todo un arsenal de reflexiones sobre el manejo del pasado, pero sobre todo de asumir el presente como el verdadero momento en que estamos vivos y tenemos control sobre nuestros actos, podemos influir en ellos.

“Borrar” debe ser un propósito, y sin embargo, hay que tener cuidado de no oprimir la tecla con violencia, renegando de lo que nos ha pasado. Las cosas así eliminadas se resisten, y pueden volver, con más dolor e incluso, sufrimiento. Hay que dar al olvido el tiempo que se merece, ni mucho ni poco, aceptando los sucesos con bondad. “Borrar” será una acción que sucederá con el tiempo que todo tiene bajo el sol.

Hay, sin embargo, quienes borran lo que no deben. Lo suprimen. Son los ingratos. ¡Y qué pesarosa es la ingratitud! Pues, como dice el doctor Jorge Carvajal –cuyas conferencias recomiendo escuchar por Youtube-, lo que se da con amor nunca se pierde, pero agrego yo, produce alivio cuando quien lo recibió, lo recuerda con gratitud.

La gratitud es una virtud, y qué hermoso suceso ocurre en nuestras vidas, cuando hallamos personas que la ejercen. También nos duele su ausencia, y ni siquiera corazones curtidos se sobreponen a su omisión despiadada.

Termina aquí y por ahora, esta serie de reflexiones que aprovechan analogías entre las funciones digitales y nuestras mentes. Muchas gracias por su atención.

www.carlosgustavoalvarez.com

VER

http://www.sintergetica.org

http://blogs.eltiempo.com/motor-de-busqueda/2016/07/12/aceptar-y-borrar-dos-teclas-del-bienestar/

http://blogs.eltiempo.com/motor-de-busqueda/2016/07/10/los-virus-en-nuestras-mentes/

http://blogs.eltiempo.com/motor-de-busqueda/2016/07/08/futbol-aerosol-limites-y-convivencia/