La Ciénaga Grande de Santa Marta se encuentra en estado agónico. En la laguna costera más grande y productiva del país, declarada humedal Ramsar en 1998 y reserva de la biosfera por la Unesco en el 2000, nuevamente se están muriendo los manglares y la semana pasada se registró una mortandad de 10 toneladas de peces en la ciénaga de Pajarales por falta de oxígeno debido a la dilución de la materia orgánica descompuesta por la prolongada sequía. http://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/cinco-males-de-la-cienaga-grande-de-santa-marta/16669661
¿Qué sentiría usted si la empresa en la que trabaja le comunicara que en la primera semana de agosto se acabó el presupuesto previsto para el año 2016 y que debe endeudarse para sobrevivir? ¿Cómo les explicaría a sus hijos, cuando les vaya a contar que está próximo al despido, que su futuro queda en entredicho por la forma irresponsable como administraron su fuente de trabajo?
Bueno, pues eso, pero más grave, nos acaban de comunicar a los terrícolas. Y es que en tan solo ocho meses, nos gastamos los recursos naturales que teníamos contemplados para el 2016. Al declarar el lunes 8 de agosto de 2016 como el “Día del sobregiro de la Tierra”, nos adelantamos 5 días al del año pasado, confirmando que cada vez más rápido estamos acabando con nuestra casa planetaria.
Sobregiro de la Tierra quiere decir que desde el lunes, las demandas que la humanidad le hace a la naturaleza exceden lo que ella puede regenerar en este año.
El dato lo ofrece Global Footprint Network, alianza de ONG ambientales. Y el reporte de esta debacle se basa en los siguientes hechos: estamos emitiendo más dióxido de carbono a la atmósfera del que los bosques y océanos pueden absorber; se agotan los recursos marinos y depredamos los bosques a una velocidad mayor de la que pueden reproducirse y volver a crecer. Estamos asolando el orbe con recursos consumidos para la pesca, la ganadería y la agricultura, la construcción y el uso del agua.
El planeta nos quedó chiquito. Vamos a necesitar 1,6 planetas para cumplir la demanda de un mundo que se pasó miles de años completando 1.000 millones de habitantes, y en los siguientes 200 los multiplicó por 7.
El reloj de la población mundial http://countrymeters.info/es/World va marcando nacimientos y muertes de una forma patética y en sus fracciones de segundo nos muestra el conteo de la población. Al momento de escribir esta nota había habido 88 millones 986 mil 800 nacimientos este año (300.000, hoy martes 9 de agosto), cifras que ya estarán superadas ampliamente cuando alguno de ustedes se asome al reloj. Se habían muerto 35 millones 188 mil 350 personas (118.600 hoy), para un crecimiento poblacional hoy martes 9 de agosto a las 6 de la tarde, de 53 millones 800 mil personas.
Todas esas cifras para ilustrar que el costo del mantenimiento y consumo de la ingente población mundial está ante nuestros ojos: sequías, desertificación, erosión, caída de la productividad agrícola, deforestación y desaparición de especies. Las emisiones de gas de efecto invernadero alcanzaron cifra récord en 2015, haciendo de la Cumbre por el Clima, en París, un sibilino canto a la bandera.
Y ahora el derroche…
Y mientras nos devoramos la Tierra, desperdiciamos la comida. La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) reveló que en el mundo, entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos para consumo humano se pierden o desperdician.
Hablamos, entonces, de un equivalente a 1.300 millones de toneladas, distribuidas así: cereales (30%); raíces, frutas, hortalizas y semillas oleaginosas (40 – 50%); carne y productos lácteos (20%) y pescados (35%).
Con eso, se alimentarían 2.000 millones de personas.
El desperdicio tiene su cuota de cinismo. Se desecha el alimento intacto y de valor. Y la responsabilidad es de todos: vendedores mayoristas y minoristas, servicios de venta y preparación de comida y consumidores. No hay nada mejor alimentado que la caneca de basura.
Con lo que se pierde en Colombia (la región de América Latina y el Caribe desperdicia el 15% de sus alimentos), se podría alimentar a quienes padecen hambre.
Epílogo
Una de cada nueve personas en la tierra (800 millones) no tiene suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa. En los países en desarrollo, el 13% de la población sufre de desnutrición
Resulta más que paradójico absurdo, que estemos acabando los recursos renovables para producir una comida que luego desperdiciamos. Mientras tanto, los precios de los alimentos aumentan para los consumidores y la gente se muere de hambre.
VER
http://www.footprintnetwork.org/es/
https://es.wfp.org/hambre/datos-del-hambre