El momento de conocerse llegó un tiempo después, cuando el velocista la llamó a través de uno de sus guardaespaldas. Aunque en principio no aceptó la invitación, finalmente se subió junto con él a un taxi, con rumbo al complejo olímpico. «Me dio un beso increíble», dijo. La joven asegura que no le pidieron ninguna identificación para entrar a la Villa. «Estaba sorprendida de que no fuéramos a un hotel lujoso, pero no le presté mucha atención, porque nos estábamos besando», agregó. Declaraciones de Jady Duarte, luego de su encuentro con Usain Bolt en una discoteca de Río y la noche que pasaron en la Villa Olímpica.
El medallista olímpico colombiano Óscar Albeiro Figueroa Mosquera acaparó titulares y comentarios al confesar cómo se motivó para lograr el levantamiento triunfal de 318 kilogramos.
“Una pequeña confesión: como esto es un deporte de fuerza absolutamente, entonces, en mi caso, pongo la mente en blanco, pero también voy inclinado pensando en algo de sexo porque eso aumenta la capacidad de la testosterona”.
Fue prácticamente una referencia angelical a esa relación apasionada entre el sexo y el deporte. Porque mientras el asunto se le iba al colombiano en pensamientos motivacionales, sus más de 10.000 compañeros de la Villa Olímpica en Río de Janeiro estaban bajo una influencia hormonal y sexual, que solamente se puede entender en el contexto de ese ambiente de canícula, tan exigente como tentador.
Los organizadores previeron los efectos de esa combustión de la hormona esteroidea sexual. El Comité Olímpico Internacional (COI) distribuyó 450.000 preservativos –350.000 masculinos y 100.000 femeninos–, un regalito para atletas, entrenadores y miembros de las delegaciones. Eso significa un promedio de 40 condones disponibles para los susodichos durante 19 días de competiciones. Protección nada despreciable en un lugar donde a la transmisión de enfermedades sexuales se ha sumado el acecho enfermizo del virus del zika, que también se cuela por esas vías.
La cantidad triplicó los preservativos repartidos en Londres 2012. Es decir, que los encuentros sexuales entre los deportistas no son novedad alguna, aunque no tenemos datos de Grecia antes de Cristo. Sin embargo, había razones para calcular las dimensiones de los que ya son llamados “los olímpicos sexuales”.
Tienen que ver, por supuesto, con el calor de Río y una cultura de adoración al cuerpo, de consagración al hedonismo festejado con música y comida. Claro que la realidad es que iban a quedar en el enjambre la mayoría de mujeres y hombres, porque solo el 10 por ciento de los asistentes seguirían en la carrera por las medallas.
Esa multitud de ociosos enardecidos por el estímulo de sus bellos cuerpos tenía para regocijarse una Villa Olímpica con todas las comodidades (restaurantes, espacios al aire libre donde conocerse, barras con bebidas alcohólicas, música, fiesta y, por supuesto, espacios donde se puede tener sexo) y un mundo externo de playa y cachaza, ofrecido en bandeja sensual por las y los no menos atractivos moradores de Río.
Con una realidad existencial que pesaba angustiosa sobre todos y cada uno de los presentes: esa experiencia no se repetiría. Era única.
“Hay mucho sexo –afirmó Hope Solo, la bella guardameta estadounidense de fútbol femenino antes de las Olimpiadas de Londres 2012–. Con una experiencia única en la vida, quieres construir recuerdos, ya sean sexuales, fiestas o en la cancha. He visto gente teniendo sexo al aire libre. En el césped, entre los edificios”.
“Voy a conocer la playa de Copacabana, Lapa y a aprovechar los condones”, afirmó un esgrimista de 27 años al diario brasileño O Globo.
Dicen que existe un acuerdo tácito entre los deportistas para “tener sexo” después de las competencias, aunque no está científicamente demostrado que la previa actividad sexual normal afecte el rendimiento competitivo.
Hay quienes aseguran que para el hombre es muy malo pero para la mujer es muy bueno. Lo cierto es que, como me lo manifestaron locutores deportivos que asistieron a Brasil, lo que más los sorprendió, además de las múltiples manifestaciones de amor y pasión LGTBI, es que, como nunca antes, las mujeres superaron en iniciativa y asedio a los hombres.
Pillados
Estas Olimpíadas tienen un aliciente que es a la vez un verdugo: las comunicaciones digitales. A 25 años de haberse concebido la Internet, y con la potenciación de los celulares y las aplicaciones, los acercamientos digitales entre hombres y mujeres, en el mismo modo y en sentido contrario, son el pan de cada día.
“El fin de semana, los encuentros en la Villa Olímpica aumentaron un 129% y esperamos que esta tendencia continúe a lo largo de los Juegos”, sostuvo Rosette Pambakian, portavoz de Tinder, popular APP de citas.
Así que el mecanismo funcionaba adentro o afuera, para bien casi siempre. Pero el celular nos ha privado de la vida privada y de la intimidad, como lo demostró Usain Bolt.
La primera situación en conocerse estuvo a cargo de la brasilera Ingrid de Oliveira. Su compañera de habitación, Giovanna Pedrosa, la denunció por haberla expulsado de su habitación para tener una noche de sexo con el participante de remo, Pedro Goncalves. Las chicas era compañeras de clavados con opción de medallas, pero al parecer su pelea afectó el resultado deportivo y ambas terminaron últimas en la competencia y fuera del certamen.
Se supo de un video del gimnasta Arthur Mariano, en el que estaría dedicado a masturbarse, mientras videocharlaba con una compañera de la delegación brasilera.
Claro que el caso más divulgado ha sido el del atleta grandioso Usain Bolt, quien en una noche de copas una noche loca, y celebrando su cumpleaños, agregó a sus tres medallas de oro tres chicas con las que su escarceo nocturno y carioca ha quedado registrado en videos y fotos.
Las cosas en su sitio
Los 31 edificios de 18 plantas de la Villa Olímpica, que albergaban 10.000 habitaciones para los asistentes de 200 delegaciones, terminaron en una suciedad de muladar, entre otras razones, por problemas con el servicio de limpieza.
Claro que la sorpresa sanitaria de Río 2016 fue para los plomeros. Los condones desechados en los inodoros de los cuartos, se concentraron en el colector de objetos sólidos, tapando las canalizaciones de aguas residuales. Algo así había pasado en la Villa de los Juegos Panamericanos de 2007, cuando los preservativos colapsaron los desagües del edificio donde se alojaba la delegación argentina.
Dicen que los organizadores celebraron el atasco tubular de Río, simplemente porque eso demostraba la efectividad y la sanidad protectora de los casi medio millón de condones que pusieron a disposición de los atletas. Eso tampoco es nuevo. Cuentan que las máquinas para el suministro de condones en la olimpíada de Barcelona 1992 no daban abasto. Lo cuenta, Durex, el fabricante de los preservativos, porque recordemos que detrás de todo o de casi todo, siempre hay un buen negocio.
Así que las reflexiones finales no pueden estar destinadas a concluir que las villas olímpicas son una reproducción en miniatura de Sodoma y Gomorra. Las circunstancias expuestas aquí –hormonales, habitacionales, hedonistas, ambientales, emocionales, corporales, etc.–, han convertido esta lava volcánica y sexual en un hecho normal. Situación agravada por tratarse del trópico y por contar con los cómodos recursos digitales, en una era dedicada a la exposición desmedida del cuerpo y al cultivo febril del narcisismo.
El asunto no es para todos. Debby Stam-Pilon, una jugadora del equipo de voleibol femenino de Holanda a BBC Mundo tiene 32 años. Es rubia, alta y delgada y no fue una de las que se acogió a las calenturas. “Soy madre, estoy casada, así que estoy tranquila”, dijo.
“He apagado el móvil, así que ni idea”, declaró Alicia Cebrián, regatista española de 33 años, casada, que negó que el sexo hubiera sido un tema de conversación de su equipo en Río.
Tener pareja, incluso a punto de casarse, no es garantía de nada. Eso puede deducirse de lo que ya se llama “la noche brava” de Usain Bolt, que arrancó como un velocista y terminó en el salto de garrocha. Ya van tres mujeres registradas en video y fotos, una de las cuales, Jaddy Duarte, de 20 años, habría estado casada y sería madre de los hijos de un abatido jefe narco de una favela de Río. Bolt estaba muy cerca de la meta de pedirle matrimonio a su novia desde hace dos años, la atractiva Kasi Benett, denominada “la kardashian jamaicana”, con la que seguramente el velocista tendrá que saltar algunos obstáculos.
Esperemos a ver qué pasa en Tokio dentro de 4 años.
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