Me quedo sin palabras para expresar mi inmensa tristeza por la partida del gran @soyjuangabriel. Su música y espíritu vivirán por siempre«. JUANES.

Ya se ha descrito la parsimoniosa monotonía de los domingos por la tarde, que amenazan el ánimo con el afán del lunes laboral, del comienzo de la semana. No es el momento para recibir la noticia que ahora están lanzando como lava de detalles los medios de comunicación, y que informa la muerte del gran cantante mexicano Juan Gabriel. Hoy, este domingo de un agosto que se va. Un infarto. En Santa Mónica, California. A los 66 años. Se había presentado el sábado en Los Ángeles. Y se le había percibido exultante, vital, tan él como siempre habría sido. Las noticias seguirán apareciendo y los medios desplegarán tanta historia como solo la vida grandiosa de Juan Gabriel pudo fermentar. Esta semana, los días por venir serán suyos.

Los colombianos tuvimos la fortuna –visionaria, tal vez, profética— de enterarnos de su compleja, y sin la más mínima duda, meritoria vida, gracias a la serie «Hasta que te conocí» (13 capítulos) producida por el propio Juan Gabriel, en colaboración con Disney Latinoamérica y SOMOS Productions, transmitida por RCN Televisión. Las grabaciones se iniciaron en 12 de octubre 2015 en Ciudad de México. Por cada episodio pasaron las imágenes del destino tormentoso de su padre, su apego a la madre, su lucha por triunfar, su condición de género, su valor para encontrar y defender una personalidad que se brindaba plena en los escenarios. Su triunfo monumental.

Ya habrá que agregarle la escena final.

Alberto Aguilera Valadez, conocido como Juan Gabriel o “El Divo de Juárez”, es un señor de marcas mundiales. Mil ochocientas canciones, 100 millones de discos, 8.000 presentaciones, su música vertida a lenguas innumerables, una canción suya cantada por él o por alguno de sus intérpretes se escucha cada 40 segundos.

Como el Monte Rushmore cedió su roca a las caras de los 4 ex presidentes de los Estados Unidos, la gran montaña de la historia musical de México alberga los nombres de los cuatro más notables compositores de ese país: José Alfredo Jiménez, Armando Manzanero, Agustín Lara y Juan Gabriel. Hubo otro Valades (con s), Fernando, que multiplicó sentimientos en centenares de hermosas canciones, pero los otros estuvieron más cerca de las estrellas.

Me causó un enorme impacto la entrevista que se transmitió con el título “La voz de Juan Gabriel”.

http://www.canalrcn.com/hasta-que-te-conoci/capitulos/articulo-video/especial-la-voz-de-juan-gabriel-5635

Jamás me había acercado al testimonio de este gran músico. Y me sobrecogió conocer su origen, la infausta vuelta vital de su padre, su apego maternal, el sentido de la misión que tenía en la vida, su carácter acerado, su dolor. Creí ver en ese relato –que por otra parte, él manejó de forma magistral-, la infancia de tantos niños latinoamericanos, pero sobre todo el compromiso de destino monumental que Juan Gabriel forjó.

Cuando tenía 5 años de edad fue ingresado como interno a la escuela de mejoramiento social para menores “El Tribunal”. Allí permaneció ocho años, alejado de su madre y obligado a madurar a la fuerza. Más adelante, y ya metido de lleno en el mundillo artístico de bares y centros nocturnos, y desempeñándose como corista, fue acusado de un falso robo y recluido durante 18 meses en la famosa Prisión de Lecumberri. Salió de allí para centrarse en su carrera como cantante, pero no exento de rechazos, inclusive de las disqueras.

Me parecía tan él, tan único en sus conciertos y en sus presentaciones, tan capaz de plantarse tal como era, sin miedos ni apocamientos. Era grande. Su último recital –con una figura tan distinta de los primeros años, mucho más distante de la imagen que le ha otorgado el excelente actor colombiano Julián Román— es una muestra de liderazgo en el escenario, de quien definitivamente será siempre la cabeza y no la cola del espectáculo.

Son muchas las personas que conocieron Juan Gabriel a través de otra luna mayor de la música, como fue la hermosa e irremplazable Rocío Durcal. Su canción “Amor eterno” siempre fue entonada como un himno personal de Rocío por la muerte de su hijo, pero la esencia vital y vertebral era el lamento de Juan Gabriel por la desaparición de su madre. Creo que pocas veces en la historia de la música popular se unen con tanto acierto un compositor y una intérprete, como en el caso del matrimonio de corazón y tonadas que tuvieron Rocío Durcal y Juan Gabriel.

En fin, es la noche del domingo pasmado cuando escribo esta nota. También un blog es esto y no solo notas sesudas y analíticas: la expresión de una tristeza por la desaparición de quien nos trajo la vida con sus hermosas canciones, un verdadero grande de la música, un ser inigualable. Mis palabras, mi homenaje de admiración y gratitud.

Como quisiera… que tú vivieras…