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Estimaciones hechas por el Dane entre el 2005 y el 2020, con base al último censo en el país, indican que el 27 por ciento de las personas en edad de trabajar son mayores de 40 años, una edad en la que los colombianos empiezan a sentir muchas más trabas para emplearse de manera formal. http://www.portafolio.co/economia/empleo/cual-es-la-edad-mas-dificil-para-conseguir-trabajo-en-colombia-500141

 

Los indicadores laborales, como la tasa de desempleo, se parecen a esos paquetes de comida que bajo un solo nombre traen de todo. Y como ya se ha planteado desde hace mucho tiempo, es más lo que ocultan que lo que muestran.

Y es que aunque se informa sobre las condiciones de empleo de las personas, ese mundo, en Colombia, es ancho, diverso y ambiguo, característica, esta última, que parece permear la idiosincrasia nacional.

En el mercado laboral colombiano se juntan y amasan formalidad e informalidad, diferencias de ingresos por género y edades, independientes y asalariados, el retoño siempre ansiado en el éxito de los emprendedores, la economía urbana y la rural, y esa frontera gelatinosa que los separa a todos y que es más endeble entre ingreso, trabajo, subempleo y empleo, sobre todo cuando este último se considera en términos de dignidad, felicidad y la pertenencia a un gran lugar para trabajar.

También en esa licuadora cambian de estado las infamias de la vida laboral colombiana.

Empecemos por la que tiene que ver con la edad cada vez más temprana hasta la que se considera que una persona puede ser empleada. Ahí, las empresas se mueven en un vaivén contra natura. Porque deben salir de los veteranos para emplear a los jóvenes, claro. Se dice adiós a la experiencia y al trabajo de años, para admitir una fuerza eyectora de profesionales que expelen las universidades en una cantidad donde la oferta no tiene nada que ver con la demanda.

Pero también el mercado establece más prejuicios que condiciones para definir las edades límite para recibir o tener empleados. Algunos avisos fijan para cargos “complejos”, como se dice ahora, una frontera de edad de los 35 años. Hallar empleo después de los 40 es una verdadera hazaña, pues aquí, al contrario de mercados laborales como el de los Estados Unidos, se trabaja con la edad de las presentadoras de farándula de la TV.

Y está la edad de muerte en el aspecto laboral: los 60 años. Hace pocos días conocí la historia de un profesional brillante y talentoso, que había hecho carrera en una empresa. El día que cumplía los 60 años, en vez de festones y globos en su puesto de trabajo, encontró una formateada carta de despido. Pensando que se trataba de un error, encontró que su desahucio lo había vomitado automáticamente “el sistema”. Así estaba programado. Una cadena de acciones groseras y de expulsión se precipitó entonces, como una especie de purga destinada a borrar toda conexión de este hombre con su corporación.

También le cayeron como guillotina esas otras infamias protocolarias, tan descorteses: entregue el carné, queda expelido del acceso al computador y no puede extraer sus archivos personales, devuelva todo y si quiere acceder nuevamente a la empresa a la que entregó su vida, haga la cola en la ventanilla de “Visitantes”.

Para el segmento de los profesionales desempleados, concluyeron que este grupo recibía –en sus últimos empleos– salarios mensuales que oscilaban entre los $3 y los $10 millones (78%), y se encuentran sin trabajo en su mayoría, un tiempo no superior a los tres meses (35%). Un 20% de estas personas llevan más de un año en esta situación. Pese a su condición actual, el 61% de los encuestados percibe que el mercado laboral se encuentra en una situación difícil, mientras que un 25% es más optimista, y señala que puede mejorar dado que exhibe una tendencia creciente en la contratación de personal en las empresas. Por otra parte, un 37% de los desempleados han rechazado alguna oferta de empleo, principalmente, porque el salario ofrecido no era suficiente (60%), o debido a que la oferta no se adecuaba al área de formación o al nivel de experiencia profesional. http://www.dinero.com/pais/articulo/panorama-laboral-colombia/208245

Castigo para los jóvenes

Hace pocos días, el colega Edmer Tovar, editor de Portafolio, me contó que estaba haciendo una nota sobre nuevos seguros. Y me pidió una idea. Le dije que ojalá las empresas del ramo establecieran un seguro de desempleo para hijos. Por una sencilla razón: son más de los que uno imagina las madres y los padres de familia que se están acabando por la angustia de ver cómo pasan los días y sus hijos no consiguen empleo o reciben ofertas que nada tienen que ver con sus expectativas.

Como en el paquete mencionado al principio de esta nota, hay de todo. Desde jóvenes con formación o con fundamentos educativos precarios, hasta tecnólogos y profesionales con más preparaciones que un yogur. Viven en la cruzada de pasar hojas de vida, recomendar, consultar las bolsas de empleo digitales y de periódico… y ven pasar los días.

La desazón que se apodera de las familias es inmensa. Por eso la sugerencia de un seguro, que no es, por supuesto, la gran garantía ni una solución al problema de fondo.

TRABAJO

Ordenémonos

Ahora que viene el proceso del posacuerdo, con todos sus perendengues anfibios y económicos, es necesario que el gobierno imponga un orden en el mercado del trabajo. Porque ni todos los mayores ni todos los jóvenes pueden dedicarse a la solución anhelada del emprendimiento. Especialmente ahora que un estudio de Confecámaras ha encontrado que solo 3 de cada 10 nuevas empresas logran sobrevivir, especialmente aquellas matriculadas como personas naturales.

Junto a un diagnóstico que explique estos resultados, y al establecimiento de nuevos rumbos en la tarea de crear empresa –que incluyan más y mejor información, preparación financiera y ayuda en el establecimiento de planes de trabajo y control de costos y la verdadera viabilidad de los negocios-, el gobierno debería intervenir en la oferta y la demanda. No contra las empresas sino a favor de ellas, pero también de quienes buscan trabajo. Los sistemas informáticos relacionados con este tópico tienen que poder brindar informaciones reales.

Casi tan grave como la corrupción, que supera de lejos el problema de las Farc como maligno tumor nacional, está la ilegalidad, que se nutre y hace metástasis en la informalidad.

El volcán de egresados universitarios, en la desproporción de unas carreras frente a otras, debería regularse, y como se hace en otros países, ofrecer incentivos o establecer reglas para que se estudien las profesiones que necesita el futuro de Colombia. Y adecuar la oferta de graduandos a la demanda de empleos, que actualmente está desfasada: no necesitamos los profesionales que tenemos y no tenemos los profesionales que necesitamos.

Con los beneficios que obtendrán los reinsertados de las Farc -–en cuanto a salario, bonificación y opciones de préstamo para formar empresa–, hay que tener cuidado de que no se salte la ya desajustada bisagra de la equidad. No sería justa una realidad paralela de gracias para unos pocos que necesitamos para la paz y sudor y lágrimas para la mayoría que la sostiene.

El asunto se puede resolver, sobre todo, si no se atraviesa la política. La clase política. Porque esa sí que nos deja en la calle.

www.carlosgustavoalvarez.com

*El título de esta columna es un derivado del libro de Chiquinquirá Blandón “No más infamias en nombre del amor”.

¿Cuánta plata recibirán los desmovilizados de las Farc? http://m.elpais.com.co/elpais/proceso/videos/cuanta-plata-recibiran-desmovilizados-farc-explicamos-90-segundos?utm_source=elpais-newsletter&utm_medium=elpais-newsletter-general&utm_campaign=EP-newsletter&utm_content=noticia-general

 

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