“… los colombianos parece que no han visto lo que está sucediendo, o lo han visto muy poco a través de los medios o no lo quieren ver”.

¿No nos importa la paz a los colombianos?

La pregunta (palabras más, palabras menos) la formuló el presidente Juan Manuel Santos en su discurso durante la entrega de premios del Círculo de Periodistas de Bogotá.

En los últimos días, miles de guerrilleros se han concentrado en las Zonas Veredales Transitorias, ¡y esto es un suceso verdaderamente histórico y muy esperanzador!, y –lo digo con profundo respeto– los colombianos parece que no han visto lo que está sucediendo, o lo han visto muy poco a través de los medios o no lo quieren ver”.

Luego refirió que había conocido una encuesta de la firma Cifras y Conceptos, realizada la primera semana de febrero. A los entrevistados les indagaron acerca de su recuerdo de las noticias que habían escuchado últimamente. Vinieron a su memoria, entre otras, la apertura de la temporada de toros, el inefable Trump y algo relacionado con un marihuanódromo. Sorprendió a Santos que nadie mencionara la reunión de 30 Premios Nobel en Bogotá y que la última noticia, en el resquicio de la memoria, fuera el traslado de las Farc y el comienzo de su reincorporación a la vida civil.

“¡Lo último que recordaban era –ni más ni menos– el fin de una guerra de más de 50 años, después de 50 años!”, terminó señalando Santos en un tono de sorpresa, que para muchos analistas hace parte de ese péndulo que oscila entre el candor y el cinismo.

Pero a mi modo de ver, el planteamiento es pertinente, más concreto en la pregunta “¿Qué nos importa a los colombianos?”.

No parece ser el proceso de paz. Hay una actitud de rechazo o desconocimiento, que vale la pena hurgar en una primera noción de “colombianos”. Cecilia López señala que la distancia entre el país rural y el urbano es inmensa, y eso hace diferente nuestra condición de “colombianos”. Quienes viven en el campo han sufrido el conflicto, y por ello tienen una percepción diferente del proceso de paz. Claro que la forma cómo se ha llevado, lo que se hizo con el «No» y todo lo demás (la historia) no contribuyen a su popularidad.

No les interesan a los colombianos la clase política, la justicia, los mismos sistemas otrora asumidos como “democráticos”. El creciente desprestigio de las instituciones ha devenido en desinterés y rencor –alborotados, claro, por esa endemia de la corrupción-, y quienes tienen puesta la lupa en las elecciones presidenciales de 2018 avizoran una reacción imprevisible del pueblo colombiano, al estilo del ánimo de quienes pusieron a Trump en la Casa Blanca.

No les interesa o importa a los colombianos su vida cívica, la convivencia que pretende lograrse con un Código de Policía o la participación en movimientos y actividades sociales y gregarias, excepción hecha de los antioqueños y de las masivas concentraciones alrededor de las iglesias cristianas.

Tampoco les importa la cotidianidad de sus ciudades, el caos en que viven, el aquelarre del tránsito y la movilidad, ni la invasión y captura del espacio público.

¿Qué les importa, pues?

La economía, no hay duda. El país está “estrangulado” y viviendo de la lengua. Para la muestra, la forma cómo la confianza del consumidor en Colombia se desplomó en enero a su peor nivel desde que se llevan registros, hace un poco más de 10 años. ¿Razones? “Una contracción tanto de las condiciones económicas actuales como de las expectativas”, asegura Fedesarrollo que realizó el estudio.

Lea: “Colombianos llevados por la carestía”. http://blogs.eltiempo.com/motor-de-busqueda/2017/01/29/colombia-la-cara-de-la-carestia/

El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) se situó en -30,2 por ciento en enero, frente a -10,7 por ciento en diciembre y del 21,3 por ciento que marcó en el mismo mes de 2016. “El deterioro de la confianza de los colombianos se presenta en medio de una fase de desaceleración de la economía, y coincide con la entrada en vigencia de la reforma tributaria, que elevó el impuesto sobre las ventas (IVA), lo que mantendría a su vez la presión sobre la inflación, que se sitúa por encima de la meta”.

Hay que ver los resultados del comercio en lo que va del año y las preocupantes bajas de ventas en los centros comerciales.

Según el resultado de una muestra de 59 países, referida por Sergio Calderón Acevedo en la columna “Los miserables”, en 2016 Colombia ocupó el puesto número 10 entre los países más miserables del mundo.

Lea: http://www.portafolio.co/opinion/sergio-calderon-acevedo/los-miserables-columna-sergio-calderon-15-de-febrero-de-2017-503397

Les importa a los colombianos la seguridad. Como lo señala Ricardo Ávila en su editorial de Portafolio titulado “La preocupación más grande”, las encuestas reflejan que colombianos de todos los estratos atestiguan un claro deterioro de la seguridad en las principales urbes. El narcotráfico ha liberado sus mafias hacia el microtráfico, utilizando a niños y jóvenes como vendedores, distribuidores y consumidores. El miedo pulula en las redes sociales, donde es “tendencia” el relato de robos y atracos por todas partes.

Lea: http://www.portafolio.co/opinion/editorial/la-preocupacion-mas-grande-editorial-15-de-febrero-de-2017-503393

A los colombianos también les importa la salud. El sistema está haciendo aguas. A pesar de las contundentes y buenas noticias de las personas que se atienden en el país, y del trabajo del ministro Alejandro Gaviria, el cierre de atención en los hospitales y el estreñimiento financiero de las EPS tienen el asunto al borde de un colapso. El modelo ha demostrado no ser viable financieramente, y esa es otra pata que le nace a la coja estructura de la seguridad social, en la que tarde o temprano también estallará el volcán de las pensiones.

Jaime Arias, presidente de Acemi, el gremio de las EPS del régimen contributivo, reiteró el temor de que no se pongan límites a lo que cubre el plan. “Seguimos asustados porque le están cargando demasiadas cosas al sistema en las sentencias de las cortes, las leyes y disposiciones del Ejecutivo, como si tuviera la capacidad de absorberlo todo”, dijo. http://m.portafolio.co/economia/se-acaba-el-plan-obligatorio-de-salud-pos-503432

Cuánto les está importando a los colombianos la economía, la salud y la seguridad se refleja hasta en la valoración de los ministros, que termina siendo un castigo del sector. Los titulares de Hacienda y Salud están en el los últimos lugares de la evaluación ministerial, y la Policía, a pesar de sus esfuerzos, no es que esté propiamente en el corazón de los colombianos.

Se acumulan la rabia, la frustración, la desesperanza, la desconfianza, el miedo… Mal caldo de cultivo para el futuro, que sin embargo, nos puede llevar a preguntarnos: ¿Cuándo nos va a comenzar a importar a los colombianos el país en el que estamos viviendo y heredando de indiferencia y apatía a nuestros hijos?

El país está desordenado y confundido. Y ante la ausencia de la Ley y de la Autoridad, los desgobernados están haciendo lo mismo que sus gobernantes: lo que les da la gana, la ley por mano propia, la burla de las normas y la aplicación de la herencia infausta del neoliberalismo y del narcotráfico: el fin justifica los medios, todo por la plata.

Parafraseando al presidente Santos en su inquietud sobre lo que ocurre con la paz, los colombianos parece que no han visto lo que está sucediendo, o lo han visto muy poco a través de los medios o no lo quieren ver”.

 

El país se está volviendo un sancocho. Volvimos a tener un presidente cuestionado y tambaleante. Un Consejo Nacional Electoral amenazando con anular la segunda vuelta presidencial por aportes no declarados. Un país dividido entre los partidarios de dos víctimas de la cirugía de próstata y el futuro en manos de nadie que siembre esperanzas. Tenemos un Congreso en el mayor grado de desprestigio y dotado de amplísimas facultades para obedecer ciega y velozmente al ejecutivo. Un presidente del Senado acusado de no haber ejercido el tráfico de influencias y demorarse 5 años para conseguir la licencia ambiental para una bomba de gasolina. Un presidente de la Cámara que nadie sabe quien es. En otras palabras, un sancocho, pero agrio. Hicimos la paz pero no fuimos capaces de montarle los campamentos a las Farc para recibirlos y el responsable sale a decir babosadas mostrando, eso sí, un arete muy singular en la oreja izquierda. Hicimos la guerra por 50 años y no sabemos qué hacer con los soldados desocupados,hasta el punto que los ofrecen  a la OTAN para  ir a Afganistán. Gozamos del privilegio de tener un ministro del subuso, como el de Minas, que  prohíbe a los mineros artesanales conseguir con qué vivir, a las multinacionales del oro producir más divisas y a millones de colombianos conseguir gas propano para cocinar el sancocho diario. El presidente nos amenaza con elegir vicepresidente a un general retirado,tan lleno de latas en el pecho como de controversias, sospechas y peligrosidades . Pero al mismo tiempo quieren prolongar un año más el período de los gobernantes y suprimir la vicepresidencia.  Definitivamente, un sancocho agrio, pero a la colombiana. Sancocho agrio, Gustavo Álvarez Gardeazábal, ADN, www.eljodario.co

www.carlosgustavoalvarez.com