Por supuesto es aún más difícil no siendo clara la situación en que nos encontramos. El Gobierno –Ministro de Hacienda y Presidente- parecen considerar que ya ‘tocamos fondo’, que la situación no puede ser peor (aunque no reconocen lo grave que está) y que la tendencia al ‘rebote’, acompañada de unas medidas de ‘Colombia Repunta’, cambiará lo que llaman el pesimismo de prácticamente todos los analistas económicos. JUAN MANUEL LÓPEZ CABALLERO, El modelo de subdesarrollo. http://www.dinero.com
El bolsillo de los colombianos recibió otro golpe. Lo están sintiendo a partir del primer minuto del mes de marzo, cuando el precio del galón de gasolina subió 141 pesos y la cadena de las alzas se precipitó para todo y para todos.
Esta alza, que dirán, ya estaba dispuesta, queda enmarcada, sin embargo, en el contexto de las cuentas de cobro que les pasan a los ciudadanos para solucionar problemas de improvisación y esta vez, ponerse en paz con alcaldes y gobernadores. Los mandatarios regionales y locales tendrán el retorno de 500.000 millones de pesos que un mal cálculo de la sobretasa les iba a birlar. “Lo terminarán pagando todos los colombianos, sean o no propietarios de un carro”, asegura Portafolio.
Ya han comenzado a sufrir los efectos de la Reforma Tributaria. Los trabajadores de nómina (¿cuántos son, realmente, en el país, con legalidad y justicia?) y los millones de “independientes”, reales o disfrazados, la están pagando con las deducciones. “Cuando escuchamos de reformas tributarias –-asegura Carlos Sandoval, en el artículo “Personas naturales: un nuevo ajuste para nuestros bolsillos”— de personas naturales, por regla general nunca son buenas noticias, y en esta oportunidad no es la excepción”.
Estamos pagando más impuestos –el ubicuo y venenoso IVA–, nos están reteniendo más en la fuente, y el asunto será duro para la declaración anual del impuesto sobre la renta.
La loca de la casa
¡Qué economía loca la de Colombia!
Del crecimiento del 2% en 2016 puede uno sentirse orgulloso (“crecimos más que ciertos vecinos”, dicen los defensores) o es un desastre para un país que en enero de 2017 no repuntó (¿Colombia Repunta?) en la generación de empleo y necesita urgentemente convertirse en un espacio productivo, por la vía industrial y empresarial.
Pero nuestro crecimiento está basado en el auge del sector financiero, del cual podríamos sentirnos más orgullosos, claro, si las supernovas fueran la industria, la minería, el petróleo o la agricultura, y la manufactura no tuviera que bailar al ritmo de Reficar.
“¿Qué tanto hace el sector financiero? Recoge ahorro del público y lo presta a las empresas y a las familias. Las empresas pueden invertir más, mientras que las familias adquieren vivienda, carros y otros bienes de consumo que no podrían pagar de contado –escribió Salomón Kalmanovitz en El Espectador–. El PIB del sector es igual a las utilidades (muy elevadas) más los salarios que son un monto modesto porque es poco intensivo en trabajo, sobre todo después de la introducción de cajeros automáticos y la informatización de todas las operaciones bancarias. Las utilidades surgen de la diferencia entre las tasas de interés de captación y las de colocación que va de 5 % en créditos a las empresas hasta el 25 % en lo que cobran por las tarjetas de crédito. Están además los cargos por comisiones y descuentos que nos irritan tanto a los usuarios del sistema. Por último, están los rendimientos de las inversiones que hacen en bonos del gobierno y en todos los sectores de la economía”.
Crecimiento modesto y más bien, penoso, y desempleo intacto no impidieron que los colombianos tuviéramos un comportamiento digno de microscopio. ¿Por qué el gasto de las personas con tarjetas de crédito aumentó en 10 billones de pesos en 2016, y alcanzó la marca de 61,5 billones de pesos? ¿Es que somos grandes consumidores, con dineros que no se ven y se pagan con ese efectivo promiscuo entre billetes que no recogió el Estado y su nueva emisión de papeles moneda bonitos? ¿O es que estamos tan colgados en las deudas que no hay otro recurso que el tarjetazo?
Que lo que pasa es más bien esto último lo comprueba el crecimiento de los avances en efectivo. En 2016 lo hicieron a una tasa del 14%, mientras las compras con tarjetas se arrimaron al 12%. Los mayores usos de las tarjetas son en los supermercados, pero de un lado o de otro, el consumo tiene a los tarjetahabientes debiéndoles a los bancos más de 26 billones de pesos, con cerca de 2 billones en mora.
“Lo que llama la atención no solo es el nivel de deuda que vienen adquiriendo los colombianos para financiar su tren de gasto en medio de una coyuntura económica complicada, sino la posibilidad de que esas obligaciones continúen elevándose, toda vez que esos mismos tarjetahabientes tienen disponibles y listos para utilizar en cualquier momento otros 42 billones de pesos”, es la conclusión de Carlos Arturo García, en el artículo “Tarjetazos’ sumaron $61,5 billones en 2016”.
La variación porcentual anual del consumo ha descendido entre 2010 y 2016, menos en las bebidas alcohólicas, el tabaco y los estupefacientes. “En conclusión, los colombianos hemos visto disminuido sustancialmente nuestro nivel de consumo, sin embargo, seguimos siendo uno de los países más felices del mundo. Hemos aprendido a ser felices en la pobreza y eso es un logro de este Gobierno”, sostiene Giovanni Andrés Hernández Salazar, Director de la Maestría en Gerencia de Inversión de la Universidad de la Sabana.
Como vamos, vamos…
El general Rosso José Serrano sostiene que mientras haya narcotráfico no habrá paz. Este fenómeno que cambió nuestra vida como país sigue inyectándole su dinero a la economía, mucho más ahora con el desbordado crecimiento de las hectáreas sembradas de coca.
La corrupción se lleva la tajada mayúscula del dinero nacional, y es tan enorme que el costo del proceso de paz y la reintegración de las Farc a la sociedad –para lo que tampoco tenemos claro de dónde saldrán los recursos–, resulta plata de bolsillo.
Del bolsillo de los colombianos, por supuesto, que ya se está quedando sin fondos. Se están endeudando al galope, con tarjetas y libranzas –no olvidar el criminal “paga diario”, del que viven esclavizados millones de colombianos del común, que no tienen otra opción. ¿Están pasando hambre y privaciones?
Todo es un caldo de bollos. Como ser el segundo país más feliz del mundo y que la depresión en Colombia sea más alta que el promedio del planeta.
Mirar al pasado o consolarse con los malos resultados de los vecinos, no van a solucionar nada. Deberíamos concentrarnos en formular una estrategia que nos permitiera aumentar, de forma sustancial, y constante el nivel de crecimiento de la economía. El problema no es solo de política coyuntural. Se requiere un pacto nacional que incluya a todos los sectores de la economía. Empresarios, sindicatos, academia y gobierno deberían acordar unas estrategias para mejorar la productividad total de los factores. Lástima que este gobierno, controlado por la mermelada, obsesionado por la paz y sin liderazgo, no sea el idóneo para iniciar este proceso. http://www.portafolio.co/opinion/miguel-gomez-martinez/35-anos-columna-miguel-gomez-martinez-503751