…en ninguna otra nación se ha desarrollado tanto una mitología seudo-política que, aceptada tanto por propios como por extraños, ha impedido el examen de la realidad humana y social de la nación”. Fernando Guillén Martínez, Estructura histórica, social y política de Colombia. Editorial Ariel.

 

Miguel Antonio José Zolio Cayetano Andrés Avelino De Las Mercedes Caro Tobar pasó a la historia de una manera más breve. Se le conoce como Miguel Antonio Caro, y son tantas sus facetas –desde la presidencia de la república durante seis años, y como reemplazo de Rafael Núñez, hasta su trabajo magistral con Rufino José Cuervo-, que ahondar en su biografía consumiendo las palabras contadas de esta columna no sería respetuoso con él ni considerado conmigo.

Pero traigo a Caro a colación a propósito del momento que está viviendo Colombia. De nuestra actitud como población. Él la reflejó, hace más de un siglo (lo que representa una característica endémica) en un soneto titulado “Patria”, a la que aseguró adorar con su “silencio mudo”. Pleonasmo o no, así queda plasmada nuestra absoluta indiferencia hacia todo. Pareciera que el país existe sin nosotros, los pesimistas, que no contamos como sociedad civil viva y actuante.

Aquí están pasando muchas cosas que nos afectan a nosotros y a generaciones ulteriores. Se lleva a cabo un proceso de paz que tiene deslumbrados a los extranjeros y a nosotros nos importa un pepino. Al hombre que lo conduce lo rechazamos en las encuestas como presidente de la república, pero no ha habido ninguna manifestación civil para protestar por haber escamoteado el No del plebiscito, ni estar destruyendo institucionalmente al país por la vía de un embelecoso fast track.

Mientras los economistas observan con inquietud que hay un déficit importante en las cuentas estatales, el grueso de los colombianos considera que buena parte de la plata que sale del Tesoro nacional se va en corrupción o ‘mermelada’, orientada a aceitar el movimiento de las maquinarias políticas. La percepción de que los recursos se utilizan mal, le quita legitimidad a cualquier esfuerzo orientado a aumentar los impuestos, como lo demostró el rechazo general al apretón aprobado por el Congreso en diciembre, comenzando por la subida de tres puntos en la tarifa del IVA». Hora de sacar la lupa, Ricardo Ávila, Portafolio. http://www.portafolio.co/opinion/editorial/hora-de-sacar-la-lupa-editorial-portafolio-10-de-marzo-de-2017-504005

Es claro que esa falta de acción civil –perfectamente viable como hecho de paz— para contradecir o respaldar al gobierno o para cambiar la senda del mal camino por el que parece estar yendo Colombia, ocurre en gran parte porque no tenemos líderes. Aquí hay políticos, caciques, habladores, figuras en camionetas blindadas… pero no hay líderes. Ni para estos tiempos, ni para estos problemas. Situación que, como suele relacionarse con el mezquino crecimiento del PIB, les está pasando a otros países.

Los líderes, como dice Bill Hybels, que justamente estará en la Cumbre Global de Liderazgo Colombia, mueven a las personas hacia algo, casi siempre un sueño. Así hizo Martin Luther King. Nadie aquí nos está conduciendo hacia ninguna parte promisoria, una visión tan alentadora que estemos dispuestos a pagar los sacrificios necesarios para lograrla.

Construir un país en paz requiere del esfuerzo de todos y tomará décadas»: Reporte anual del Comité Internacional de la Cruz Roja.

¿De dónde puede salir una chispa de cambio, de revolución, de “primavera”, como la llaman ahora? Debería esperarse que de las universidades, en donde se gestó mayo del 68 y movimientos más recientes, aunque de menos impacto. Pero nuestros universitarios están ensimismados y no reaccionan, a pesar de estar agobiados por los costos y signados por el karma creciente que su cartón solo les dé trabajo a las marqueterías.

La gente se está congregando masivamente en las iglesias, católicas y cristianas, de una forma nunca antes vista. Allí se separa la feligresía de la ciudadanía (aunque una de ellas tenga partido político), y la reflexión de un mejor vivir, que pasa por el ejercicio de una nueva política, se omite para no enrarecer la homilía.

Ojalá reaccionemos. Algún día… Y podamos hacerlo civilizadamente y no salidos de madre, como es habitual. Caro quería morir aquí, pobre y desnudo. Y esa no es la idea.

www.carlosgustavoalvarez.com

Columna publicada originalmente en Portafolio, 10.03.2017, con el titulo ¿Silencio mudo?