Hace pocas semanas presenté a un editor el proyecto de un libro que quiero desarrollar. Abrigaba en el título tres elementos en los que considero debe trabajar cada ser humano para cambiar este mundo, léase bien, para cambiar este mundo. Pues aunque la mía es una generación perdida, no deja uno de tener ese sueño: cambiar este mundo, que la vida y lo que hicimos en ella haya servido para algo.
Agregué en ese título “y la Fuerza Suprema”. Es, claro, un recurso para llamar la atención en un país donde casi no se lee.
-¿Qué es eso de “La Fuerza Suprema”? –me preguntó el editor.
-Bueno –le dije-. Las tres tareas que menciono al principio nos corresponden a cada uno. Es decir, están al alcance del hombre. Pero todas serían vanas y endebles, si no nos apoyamos en la creencia de un Ser Superior, si no nos levantamos en la fe que va aparejada de la esperanza. ¿Conoce la historia de construir sobre la roca y no sobre la arena?
-Pues no vamos a poder apoyar su proyecto –me contestó-. No nos metemos con la religión, por respeto, claro está. Pero también porque buscamos lectores ecuménicos y no queremos atollarnos en asuntos de iglesias y todo eso.
-¿Religión? ¿Iglesias? ¿Dónde aparece eso? Hablo de “la Fuerza Suprema”, precisamente para respetar las creencias de todos los lectores.
-Sí, pero eso, al fin y al cabo –dijo-, es hablar de Dios. Y le repito, esta no es una editorial que publique libros ni espirituales ni religiosos.
Tomé las páginas de mi proyecto, dispuesto a retirarme (estaba en el lugar equivocado). Me despedí con la zalamería cachaca que disimula las contrariedades para no discutirlas, pero antes de salir, le dije al editor:
-Y sí. Sí se trata de Dios.
¿Por qué, no?
¿Por qué no se puede hablar de Dios? ¿Por qué debe uno embozar su nombre y su presencia para efectos profesionales? ¿Por qué debe uno negarlo? ¿Por qué hay que transigir maquillándolo como “algo espiritual”, un ser, una entidad, una energía?
Luego de un largo periplo de incredulidad, agnosticismo, ateísmo, desconfianza en las iglesias, pereza de confrontar la esencia o de ese resguardo de cinismo en el que nos matriculamos los escritores, sobre todo si somos periodistas, estoy volviendo a Dios. Al Dios de mi primer libro “Siete lecciones espirituales”. Vuelvo lenta, pero ávidamente, y tengo que comenzar por reconocerlo, por no falsearlo con eufemismos evasores, y decirlo así, tan sencillamente como en la primera oración de mi infancia: “Creo en Dios Padre Todopoderoso”. Todopoderoso es el Señor, cantó Héctor Lavoe.
No estoy solo. Me asombra la cantidad de personas que están copando las iglesias, católicas o cristianas. Las personas que van a misa, que oran durante el día en las parroquias solitarias, que asisten a los servicios, que hacen colas kilométricas para oír a los pastores y marcharse del templo con una dosis grande de fe, una inyección de compromiso, esperanza, reconocimiento de la vulnerabilidad humana y conciencia de que es impostergable la acción para que este mundo no siga a la deriva.
Leo mis más recientes columnas de Portafolio y de Motor de Búsqueda. Están cargadas de verdades, de realidades evidentes. Reflejan ese momento de desesperanza que vive el país por la incapacidad de sus gobernantes. O como relata mi siempre admirado y nunca muerto amigo Rafael Baena en su libro póstumo Memoria de derrotas: “… la misma clase dominante que a fuerza del terror y la indolencia ejercidos desde el Estado ha conseguido camuflarse, disimular su existencia, logrando incluso erradicar del lenguaje cotidiano las palabras plutocracia y oligarquía. Podría decirse que su defecto más notable es la corrupción, pero tiene uno peor, sólo que menos publicitado: su ineptitud, su porfiada incapacidad de llevar a buen término, dentro del plazo previsto y sin despilfarro de recursos, las continuas reformas que reclama la dinámica de toda sociedad que se dice civilizada”.
Siento que aro en la mar y edifico en el viento. Que nada cambia. Y sin embargo, estoy volviendo a Dios, con toda mi pasión, poniendo a su servicio los dones que me dio. Y creyendo firmemente que en los corazones de todas las personas que lo están buscando o siguiendo está naciendo ese nuevo país que queremos y en cuya construcción no podemos dejar de comprometernos, cambiando desde nosotros mismos y desde nuestras relaciones con los demás. Devolviendo a Dios a su lugar.
La Fe y las obras
Estuve el fin de semana pasado en la Cumbre Global de Liderazgo Colombia. Dos días piadosos y fructíferos. Hubo grandes intervenciones, pero quiero recordar unas palabras de T. D. Jakes, nombrado por la revista Time como “el mejor predicador de los Estados Unidos”.
“La anarquía aparece –dijo–, porque alguien en el poder se olvidó de alguien que no lo estaba. Y los graves problemas de este mundo no se pueden solucionar sin fe. Tenemos la fe, pero no las obras. Hay que derribar la tendencia natural que tienen los humanos a sentirse cómodos (la zona de confort)”.
Tal vez yo cambie el título del libro. Y no hable de “Fuerza Suprema”. Sino de Dios. Sí: de Dios.
COMENTARIOS SOBRE LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO
Por supuesto que para el pueblo católico la dimensión pastoral de esta visita será fundamental. Pero para el resto de la población se tratará de la presencia de la que puede perfectamente ser la única figura que en estos tiempos de polarización y exacerbación a veces extrema y nociva de las militancias políticas –acá y en buena parte del planeta– goza del respeto de las más distantes orillas del ámbito político. Y más importante que esto, con la disposición para generar una pausa, escuchar y aplacar pasiones. EL TIEMPO, Editorial: Para aprovechar una visita. http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/para-aprovechar-una-visita-14-03-2017-67328
Por otro lado, pensemos en uno de los aspectos más nefastos de esta visita: el exacerbar el sentir del pueblo católico, que es, no nos digamos mentiras, un pueblo de carácter bastante conservador. ¿Qué de bueno puede dejarle al país una visita del Papa en medio del debate electoral? Lo que se puede anticipar es un fortalecimiento de las ideas ultraconservadoras y un cuasi respaldo al candidato que mejor las represente. PAPA… PAN Y CIRCO. Juan Pablo Calvás, EL TIEMPO, http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/juan-pablo-calvas/papa-pan-y-circo-14-03-2017-67312
Papa Francisco, salud. Todo el mundo está que ofrece algo para abaratar los costos de su estadía en Locombia. Yo también estoy dispuesto a aportar. No le digo que le ofrezco posada en mi apartamento de Medellín porque la pensión no alcanzaría. Hablaríamos en caso de necesidad. Donde comen dos, comen tres. SANTIDAD, POR AQUÍ A LA ORDEN. Oscar Domínguez Giraldo, EL TIEMPO, http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/oscar-dominguez-giraldo/santidad-por-aqui-a-la-orden-67320