Al cumplirse 10 años de la más reciente crisis mundial del capitalismo, los expertos han comenzado a alertar sobre la próxima.
Y lo han hecho sabiendo que aquel cimbronazo causado por las hipotecas en los Estados Unidos –que arrastró al cadalso financiero a países en la lejanía de Islandia–, dejó tres lecciones perentorias.
Primera, que las crisis, en el futuro, van a ser más frecuentes. La explicación se asienta en que los supuestos han cambiado, y hoy están sacudidos por factores demoledores como la tecnología y los avances que han destruido puestos de trabajo, el movimiento incesante de la inmigración masiva, el desempleo galopante –especialmente de los jóvenes– y la dificultad de sostener para todas esas personas competitivos niveles de vida.
La industria textil hoy produce lo mismo que a principios del siglo, pero lo hace con el 40 por ciento menos de trabajadores. Mauricio Cabrera, La crisis del sector textil, Portafolio.
Por lo tanto, y en segundo lugar, van a afectar a más gente. En muchos países, ingentes cantidades de personas han sido ascendidas a la clase media, muchas veces con más instrumentos estadísticos que sostenibles ingresos.
Y en tercer lugar, y como la vez pasada, el Talón de Aquiles serán las deudas. Públicas y privadas.
Al fondo con el Fondo
Va a haber una nueva crisis, yo no sé cuándo, pero estoy seguro que podría ser algo dramático para nuestro estilo de vida, para la democracia y los valores liberales.
La afirmación es de Paul Tucker, antiguo vicegobernador del Banco de Inglaterra. La lanzó durante la reunión del Fondo Monetario Internacional en la segunda semana de julio. Coincidió con el cumplimiento de la primera década de esos años aciagos, que tuvieron en 2008 – 2009 tan inesperados y dolorosos sucesos económicos.
“La economía global ha mejorado en gran medida de la crisis que comenzó hace 10 años –dijo Richard Francis, director del equipo de calificaciones soberanas para América Latina de Fitch Ratings, que por esos días advirtió a Colombia sobre la necesidad de reducir el gasto y preocuparse por su mermado crecimiento y su progresivo déficit fiscal–. Pero esta recuperación todavía está sin finalizar”.
La viga en el ojo de todos está representada en los incrementados niveles de deuda. Por las cotas altas se están moviendo los endeudamientos públicos y privados. Están más elevados que antes de la susodicha crisis. Según Francis, los principales bancos del mundo aún tienen muchos activos en sus balances.
“No se reabsorbe el exceso de deuda que tenemos solo con políticas de austeridad”, es la sentencia de Yves Perrier, jefe de entidad de gestión de activos de Amundi, líder europeo en esa materia tan próspera como delicada.
Este año apenas saldremos adelante. Y a partir del próximo, necesitamos entre 8 y 10.000 millones de dólares, anualmente, solo para pagar la deuda que nos dejaron. Ahora sabemos que no solo se gastó en demasía, sino que nos endeudaron. LENIN MORENO, PRESIDENTE DEL ECUADOR.
¿Y qué de Colombia?
Sorprende que las columnas editoriales de El Tiempo, el domingo 20 de agosto, hayan sido dedicadas mayoritariamente a los problemas económicos que se ciernen sobre Colombia.
María Isabel Rueda escribió Un matrimonio indispensable sobre el extraño manejo económico que se le está dando al país. Preocupaciones es la columna de Rudolf Hommes, que comienza con esta frase lapidaria: “El panorama económico es muy inquietante”. Y sigue con el menesteroso crecimiento PIB de 1,3% para el segundo trimestre de 2017. “El gobierno está maniatado por una programación macroeconómica que no le permite tomar medidas más audaces para reactivar la economía”.
(Como invitado a una mesa de alerta, José Manuel Restrepo Abondano escribe en El Espectador Almendrón de nuestro futuro económico. Y hace un interesante análisis de la informalidad, uno de los malos jugadores que integra el “nightmare team” de Colombia. Los otros son, entre muchos, la corrupción, el contrabando, la minería ilegal y la recién instaurada desintitucionalización, comentada con acierto por Jaime Castro en su columna Estado y Farc negociaron de igual a igual).
Claro que el almendrón de estos análisis –puestos a consideración a un país que vive de vacaciones con ocho festivos y siete puentes en cuatro meses, dos días más considerados en las vacaciones laborales y las pausas cívicas durante la visita del Papa–, es la columna de Guillermo Perry.
La tituló El palo no está para cucharas. Al igual que María Isabel Rueda refiere sus afirmaciones a los acertados editoriales de Ricardo Ávila en Portafolio. Perry afirma, entre otras saetas:
La situación anémica y vulnerable de nuestra economía no se debe solamente a la dramática caída de los precios del petróleo de finales del 2014, aunque no hay duda de que ese factor fue el detonante de la desaceleración y la crisis fiscal. Es cierto que la situación actual sería menos crítica si las administraciones Uribe y Santos hubieran ahorrado parte de los recursos fiscales del ‘boom’ petrolero, hubieran repartido menos ‘mermelada’ a los ‘Ñoños’ y Musas y hubieran sido menos tolerantes con la corrupción. Y si se hubieran preocupado más por mejorar la productividad de nuestra economía. El juicio de la historia será duro sobre el desperdicio de las excepcionales oportunidades económicas que tuvo el país bajo estos dos presidentes.
Ojo al parche
Cierro esta nota con algunas informaciones que preocupan. Y que tienen que ver con el endeudamiento público y privado de los colombianos. Y el “chaparrón de deterioro de las carteras bancarias”, que según Jorge Humberto Botero, presidente de Fasecolda, puede ser controlado por una dotación institucional robusta, la solvencia del sistema bancario, el grado de cobertura y el aprovisionamiento.
¿Por dónde comenzamos?
Por el gobierno, con su particular presupuesto para 2018 y el alza de su deuda, que con corte a junio, subió a 42,5% del escuálido PIB y aumentó ligeramente con respecto al mes anterior.
Sigamos por los empresarios. “A cientos de deudores colombianos no les está quedando otra alternativa que entregar parte de sus bienes a los bancos, ante la imposibilidad de cumplir con el pago de sus obligaciones financieras, solo que hoy, a diferencia de lo ocurrido en la crisis hipotecaria de 1999, son los empresarios y no las familias los que más acuden a esta figura”.
Así comienza la nota de El Tiempo “Bienes dados en pago por deudas atrasadas crecen 85 por ciento”. Que señala con preocupación: Esta situación ha disparado el valor de los bienes dados en pago a 570.000 millones de pesos al cierre de mayo, cuando un año atrás era de 308.000 millones, una diferencia del 85 por ciento, según la Superintendencia Financiera. Aunque dicho monto dista de la cifra que registró el sistema financiero a finales de la década del 90, por causa del colapso del sistema Upac y la crisis del momento, los propios banqueros están viendo con preocupación el ritmo de esas daciones dada la situación de la economía.
Terminemos con la gente. “La debilidad en el crecimiento de la economía colombiana, que se vivió en el primer semestre, le pasó factura a la capacidad de las empresas y de las personas para cumplir sus obligaciones financieras”. Así comienza la nota de Portafolio que informa cómo la cartera vencida subió 41,4% en el citado período.
Por último, los avances de tarjetas de crédito (fuente de efectivo) están aumentando más que las compras. Los usuarios de casi cerca de 15 millones de plásticos, le deben a la banca casi 27 billones de pesos.
Hay demasiada gente preocupada por macroeconomía y somos niños de kínder en microeconomía. Bruce Mac Master, Presidente de la ANDI.
El problema no está en las cifras que hay que presentarles a las calificadoras de riesgos. El problema está en las cajas registradoras… Guillermo Botero, Presidente de Fenalco.
Creo que va siendo hora de apagar la luz amarilla y encender la alerta roja.
Porque, como señala Gayle Allard, economista de IE Business School, sobre las señales de una nueva crisis: “No aprendemos la lección: hay que reducir deuda durante los años buenos, pero preferimos seguir pidiendo prestado”.
¿Preferimos o no tenemos otra alternativa?
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