Turistas, os queremos, pero no os meéis en las calles

 

¿Usted se encuentra a gusto en la ciudad en que vive o está esperando la primera oportunidad para largarse?

Ofrezco disculpas por utilizar este verbo violento, pero creo que describe el sentimiento que muchas personas han desarrollado hacia sus lugares de residencia.

Tienen muchas razones para hartarse.

El tráfico endemoniado y lento que consume horas de su vida en implacables cuotas diarias. La inseguridad. Los galopantes costos de vida. La invasión del espacio público. Y muchos más motivos que seguramente estarán en sus listas, pero a los que se han sumado tres condiciones exasperantes.

Ciudades (casi) iguales

El mismo día en el periódico El Tiempo aparecieron un artículo y una columna preocupantes. El primero venía de España. Y se titulaba como este segmento.

Se refería allí a cómo las ciudades se están volviendo iguales gracias a la imposición de universales patrones comerciales.

La dictadura de las marcas.

El fenómeno no es nuevo, pero se ha intensificado con el tiempo y ahora no hay mucha diferencia entre los Campos Elíseos, de París, y La Gran Vía, de Madrid, comercialmente hablando –señalaba Antía García Martínez–. Donde esperarías encontrarte un típico bistró hay un Zara, si alzas la cabeza vislumbras un H&M, y tras una esquina un McDonald’s, exactamente las mismas marcas que pueblan la arteria madrileña y otros ejes urbanos en todo el mundo”.

La reflexión conlleva una alarma: ¿Están perdiendo las ciudades su personalidad, su íntima esencia? ¿Nos encontramos frente a otro desastre de la globalización?

En Madrid, Paris y Roma se ha planteado ese debate. Y ha encontrado adeptos a una causa que busca evitar “que las grandes marcas fagociten los lugares históricos de la ciudad”.

Y se trae a colación como ejemplo de éxito en el blindaje de las ciudades contra ese tipo de homegeneidad los trabajos realizados en barrios históricos de Londres. Por esa consigna sacan la cara Savile Rox, la primorosa calle de las sastrerías o St. James, reconocida por sus clubes de caballeros.

Semejantes contraofensivas deben tener en ascuas a los turistas cuyo principal placer al visitar otras ciudades es pasar la mayor tiempo de su viaje encerrados en los centros comerciales.

Visitando los mismos almacenes que tienen en las ciudades que habitan.

Pero es que el otro problema son los turistas.

Turismo decente o maloliente

Me consta que si hay algún viajero consumado en Colombia ese es Andrés Hurtado García.

Tiene en los pies tan alto kilometraje de territorio patrio recorrido, que uno no le llega a los tobillos.

El hermano Andrés se pregunta si el turismo es una maldición o una bendición.

Lo segundo es evidente en términos económicos.

Pero en países como España está creciendo una ola contra turística, que ya se denomina “turismofobia”.

Se dice que este turismo masivo los está convirtiendo en “países de meseros y camareras” –escribe Hurtado–. En Barcelona están hastiados de la oleada de turistas que abarrotan los barrios, que desplazan incluso a los residentes, que colapsan las calles con la serie de inmensos autobuses aparcados, por ejemplo, en las inmediaciones de la Sagrada Familia. Circulan fotos y videos de las obscenidades de turistas que se masturban en las calles, que allí mismo, con total desfachatez, hacen las necesidades, que se bañan desnudos en balcones de segundos pisos, que hacen el amor en las esquinas, que se entregan a tremendas borracheras y arman escándalos callejeros”.

Las vallas recientes son categóricas. “Turistas, os queremos, pero no os meéis en las calles”.

No pasa solo allá. También Italia. Los tres destinos imantados de la bota –Venecia, Florencia y Roma— no dan más.

A Venecia están llegando diariamente seis cruceros con 4.000 turistas cada uno.

El habitante de Venecia no tiene espacio en su propia ciudad.

En Roma hace su agosto el denominado “turista depredador”. Se baña desnudo en las fuentes, levanta carpas en las plazas, vive borracho, sería capaz de pintarle un grafito al David y se orina en los monumentos.

Andrés Hurtado repara en el riesgo que corre Colombia de que se nos abran las agallas, ahora que la imagen de la paz está recorriendo el universo y convocando gente a nuestro país.

Han comenzado a cobrar por todo.

Lejos del mar les aplican a los comensales las tarifas abusivas de Cartagena y caminar por los sitios más naturales se está volviendo una cuestión de poder económico.

Para no hablar de esa muletilla intimidante que ahora le suman a todo, y aunque ya se haya pagado un alto precio:

La propina es voluntaria.

Y falta la mendicidad

Una limosnita…

Las ciudades de Europa están llenas de mendigos, muchos de ellos originados en la desbordada e inagotable migración reciente.

Están en todas partes. Con sus hijos y familias. Y hay quienes son una presencia amenazante que exige su ración en restaurantes y lugares públicos y prácticamente se toma por asalto los supermercados.

Ese problema va a alcanzar dimensiones monstruosas en Europa.

Y aquí está creciendo de una manera elefantiásica. Hay gente pidiendo limosna en todas partes, horadando incluso el espacio otrora confinado de los centros comerciales.

Muchos son pobres de oficio. Otros son vergonzantes. Personas de lo que alguna vez se llamó “buenas familias”: lo han perdido todo y no tienen con qué vivir.

¿Qué sabe el DANE de ellos?

¿Qué tanto conoce el gobierno de esta realidad, abajo, mucho más abajo de la línea de pobreza?

Para terminar

Construí el título de esta columna parafraseando el del famoso libro de la urbanista canadiense Jane Jacobs “La muerte y la vida de las grandes ciudades americanas”.

El mundo se urbaniza a un ritmo desenfrenado. En 1950, solo el 30% de la población vivía en las ciudades. Hoy casi llega al 55% y en el 2050 superará el 66%.

 

Viviendo aquí se puede sentir una especie de Paraíso, frente a ciudades como Tokio (37,8 millones de habitantes), Yakarta (30,5 millones) y Delhi (24,9 millones). Y para no ir más lejos, de Sao Paulo (20,3 millones) y Ciudad de México (20,1 millones).

La migración a los suburbios no es necesariamente la solución, pues ya hay muchos que se están devolviendo, cansados de los viajes interminables y el tiempo perdido.

Hay mucho qué hacer ahí, antes que de muchos lugares se apodere el caos.

Planificación, gobernanza, autoridad, inversión y un urgente desarrollo de la cultura ciudadana están entre las soluciones.

Pero el asunto no es fácil.

 

www.carlosgustavoalvarez.com

VER

http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/andres-hurtado-garcia/turismo-decente-o-maloliente-124626

Consulte el mapa interactivo de la población urbana del mundo entre 1950 y 2030 en

http://smartcities.i-ambiente.es/?q=noticias/mapa-interactivo-la-poblacion-urbana-del-mundo-entre-1950-y-2030