El vigilante hubiera detenido al hombre que apareció en el banco a las 9 de la mañana con varios objetos aperados en un carrito de supermercado, si no se tratara de don Mauricio Santacoloma.
Era el cliente más antiguo, fiel y cumplido de la sucursal.
Así que simplemente lo saludó y observó cómo entablaba animada charla con Robertico, el DAC, o sea, Director de Atención al Cliente.
También reparó –multiplicado, como le tocaba, en labores de Celador, Recepcionista, Carita Feliz, Informador y manipulador del Digiturnos— en que don Mauricio repetía compulsivamente dos movimientos.
El primero era llevarse el dedo índice derecho a la nuca y propinarse golpecitos insistentes. El guarda interpretó que esa señal era lo que comúnmente se conoce como “Paila”.
El otro era señalar resignadamente el carrito y su disímil contenido.
La conversación se detuvo cuando Robertico le hizo a don Mauricio el gesto de “Un momentico” y se dirigió a la oficina tipo pecera donde Astrid, la gerente de la sucursal, lo observaba intrigada.
–¿Qué le pasa a don Mauricio? –preguntó ella–. ¿Cómo es que lo dejan entrar con ese carrito?
–Es don Mauricio, doctora…
–¿Y qué quiere?
–Viene a traer unos bienes en dación de pago –dijo Robertico.
–¿Esos chécheres? –-indagó Astrid asombrada.
–Yo le dije lo mismo, doctora. Pero se indignó. Me dijo que si quería buscara, pero que no iba a encontrar ni botas, ni exprimidores de naranja y limón, ni traperos, sartenes, talcos, ni pocillos, ni sal de frutas, ni cucharas, baldes o mangueras, como otros estaban entregando por ahí…
–¿Entonces? –se interesó Astrid.
–Bueno, trae la máquina Singer de la mamá, de la que se desprende con mucho pesar…
–No me diga.
–Sí, señora. Solo el cabezote porque no tiene el estante. Dice en todo caso que la podemos ubicar en un anticuario y nos dan una platica.
–¿Y qué más?
–Un pato…
–¿Pato?
–Pato o mica, doctora, bacinilla en cerámica labrada. Lo usaba su abuela. De los primeros que llegaron a Colombia.
–No puedo creer lo que me está diciendo, Robertico.
–Me mostró también una batea, un triciclo que encontró en el zarzo, una cachimba del abuelo en perfecto estado y una estaca para cotorras fabricada en Tailandia.
–¿Y es que está en la ruina para venir a hacer esa clase de propuestas?
–Todavía, no, doctora. Pero está colgado. Lleva tres meses de mora en la cuota del crédito de consumo y ya va para dos en el préstamo de vivienda.
–De malas. Pero no le vamos a recibir la cachimba de la abuela y el pato que encontró en Tailandia en parte de pago. A cobro jurídico, mijito.
–Perdone que me meta, doctora –comentó Robertico–. Pero ese señor ha sido nuestro cliente estrella. La calidad de la cartera del sector financiero está disminuyendo. Los colombianos están colgados en los préstamos. Y si eso es don Mauricio, al que le preaprobamos todo, imagínese los demás…
–¿Qué sugiere, entonces?
–Recibámosle algo.
–Bueno, usted verá, Robertico. ¿Y cómo funciona eso de la mica?
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Se estima que no menos de 1,2 millones de colombianos que hoy están atrasados en el pago de sus deudas con la banca tendrán la opción de renegociar con la entidad las condiciones de sus créditos contratados, lo que les permitirá ponerse al día y conseguir algún alivio a su difícil situación financiera, sin que esto afecte su calificación crediticia o sean reportados en las centrales de riesgo, como ocurre hoy. Se trata de cerca de 1,5 millones de obligaciones que tienen vencimientos de entre 30 y 90 días y cuyo valor asciende a 7,75 billones de pesos. La cifra equivale a un poco más del 41 por ciento del monto total de la cartera en mora del sistema financiero, que suma 18,8 billones de pesos, según la Superintendencia Financiera. http://www.eltiempo.com/economia/sector-financiero/opciones-para-renegociar-los-creditos-atrasados-en-los-bancos-130892