Creo que uno de los problemas de Colombia es que los límites se han extraviado o nunca han existido. ¿Razones? Debilitamiento de la autoridad, inoperancia e inutilidad de las sanciones, ausencia de pedagogía, extravío de los roles (de padres, de maestros, de líderes), temores de los gobernantes a ser impopulares, malos ejemplos de quienes deberían ser los buenos modelos, abusos de poder, y ese extraño mal de la anomia latina (no reconocer ni respetar las normas), en la que algunos han radicado torvamente la mágica razón de nuestra condición de países más felices del mundo.
Recuerdo que las primeras imágenes de los árbitros de fútbol con una lata de aerosol colgada de su cintura y aplicando la espuma en la grama fueron como una levadura de sonrisas entre aficionados y televidentes.
Muchos comentaristas no dejaron de señalar que era el colmo ponerles a los jueces la tarea pictórica del césped, para señalarles a los futbolistas los lugares donde se ha cometido una falta y del que no debe pasar la pelota para el cobro de un tiro libre ni moverse la barrera que lo obstaculiza. Los lectores de la nueva semántica del fútbol encontraron normal la actividad. Si al fin y al cabo, los futbolistas se estaban transformando en unos narcisos que protagonizan histrionismos gestuales que saben registrados en las pantallas del estadio, a la que no dejan de mirar para engolosinarse con su imagen (cuánta desatención al juego ha traído esta puesta en escena es algo que todavía está por verse).
Volviendo al aerosol, hubo otras personas que celebramos la universalización del invento del brasileño Heine Allemagne, al que puso el nombre de “Spuny”, en el año 2000, pero que patentó en 2010 el periodista deportivo argentino Pablo Silva, bajo el nombre comercial “9:15”, en honor a la distancia reglamentaria a la que debe quedar la barrera.
Y es que antes, los futbolistas hacían mañas para moverse y correr el balón desde el sitio donde lo había dejado el árbitro, mientras este marchaba contando los pasos de la barrera, que a su turno se adelantaba con descaro. Creo que el uso del aerosol fue una medida sabia. El establecimiento de ese límite es un aviso a la mente de los jugadores, que ya no se atreven a la marrulla de ignorarlo. En su sitio el cobrador y en su sitio la barrera.
La ausencia del trazado con el aerosol evanescente -que un locutor colombiano repite hasta el cansancio como poner “la crema chantilly sobre la torta de limón”-, genera inmediatamente un retorno al desorden. Pasó en un partido de la reciente Copa América en el que jugaba Argentina. Al árbitro, definitivamente renuente al uso de la espuma, le corrió la pelota hasta el mismo Messi.
Creo que esa medida tiene tanto éxito, porque hace parte de una norma de la vida inherente al ser humano: la importancia de poner límites. Muy a menudo nos quejamos de cómo se desgracian nuestras relaciones –de amistad, de amor-, mediante el abuso, el irrespeto o el maltrato. Encontramos en el otro o en la otra, en amigos y familiares, una fuerza destructora, y achacamos a los demás y a su empecinamiento en el error, el fracaso de nuestras amistades y de nuestros amores.
Pero lo cierto es que todo o casi todo pasa porque no ponemos límites. Pensamos que el amor transforma (nadie cambia a nadie, la verdad) y que un silencio o una aceptación del atropello harán que el otro caiga en la cuenta. No pasa eso. Cuando menos pensamos, hemos sido vapuleados, ofendidos, vejados, y la función del amor, que no es otra que la felicidad en la tranquilidad y la construcción de una vida mejor, se ha convertido en un drama de dolor.
Poner límites (a tiempo, claro) es un ejercicio de carácter. Así, la persona con quien se ha establecido una relación sabe que hay unos básicos no negociables, marcados por el trazo de un firme aerosol. Y que mover la pelota más allá no será tolerado. Fair play.
El principio se aplica a las sociedades. A la convivencia entre sus ciudadanos. Al buen gobierno. Creo que uno de los problemas de Colombia es que los límites se han extraviado o nunca han existido. ¿Razones? Debilitamiento de la autoridad, inoperancia e inutilidad de las sanciones, ausencia de pedagogía, extravío de los roles (de padres, de maestros, de líderes), temores de los gobernantes a ser impopulares, malos ejemplos de quienes deberían ser los buenos modelos, abusos de poder, y ese extraño mal de la anomia latina (no reconocer ni respetar las normas), en la que algunos han radicado torvamente la mágica razón de nuestra condición de países más felices del mundo.
La carencia de la noción de límite ha provocado colapsos personales, fracasos de pareja y esa sensación de descarrío y descuadernamiento que hoy se siente en Colombia. Nos están faltando un buen árbitro y un buen aerosol. Pero no evanescente sino que marque los límites hasta que aprendamos a no pasarnos de la raya.
El spray de los árbitros va más allá del fútbol gracias a Líbero
Lola MullenLowe vuelve a firmar una campaña para la revista
Líbero ya dijo en una de sus anteriores campañas que ‘si te lo explican con fútbol, lo entiendes’. La revista y Lola MullenLowe han vuelto a confiar en esta filosofía para lanzar ‘Líbero Spray’, un spray igual al que utilizan los árbitros que es usado en esta ocasión como sistema para marcar los límites de la vida cotidiana.
“La innovación que revolucionó los campos de fútbol, hoy, al alcance de todos”. Así define la agencia este lanzamiento, una iniciativa que tiene como objetivo hacer entender a los hombres cuál es la distancia reglamentaria ante cualquier situación de la vida.
Según dice Diego Barcala, director de la revista, “en apariencia, Libero Spray es igual al que utilizan los árbitros para explicarle a un jugador cual es la distancia reglamentaria en un tiro libre. Nuestro spray funciona de la misma manera, pero para explicarle a cualquier hombre cuanta distancia tiene que mantener del mando de la tele, de un diario íntimo, o incluso de ti misma”.
La campaña para presentar este curioso desarrollo está compuesta por varias películas que la revista está difundiendo tanto en sus redes sociales como en su canal de YouTube. Además, también se ha lanzado el microsite http://spray.revistalibero.com, un espacio en el que los internautas tienen la posibilidad de conseguir una unidad de este spray.
Por otra parte, Líbero está moviendo en redes sociales el hashtag #Sprayeah, con el que quieren conseguir que todo el mundo pueda compartir en redes sociales los diferentes usos que puede tener este invento en la vida real.
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