La noticia de Alba –y a su modo, las vicisitudes de la reina – virreina Ariadna Gutiérrez-, han resquebrajado, que no derrumbado, el cuento de hadas.
La situación lastimera de la ex reina de belleza de Puerto Rico, Alba Reyes, ha avergonzado al que era el único real cuento de hadas, antes que aparecieran los “realities” y los concursos que hacen famosas a monjas cantoras o a sobrevivientes de ignominias.
Alba (Alba Giselle, como se identifica en su perfil de Facebook) puso en la red este mensaje: “Hola amigos… Como saben he estado pasando por unas situaciones muy difíciles e inesperadas que requieren que tome ciertas medidas inmediatas para garantizar mi seguridad física y emocional y la de mi familia, pero se me hace difícil poder realizarlas ya que llevo más de un año desempleada. Así que como una medida de emergencia he decidió (sic) poner en venta uno de mis trofeos del Miss Universo, sé que para muchos no son de gran valor pero para algunos fanáticos (sic) y coleccionistas…”
Tiene un título en Química y otro en Derecho, y a pesar de eso, Alba no ha podido conseguir trabajo, ni se le ha medido a conducir un carro público como pasa en nuestro país. Con la soga al cuello, ha comenzado en 10.000 dólares la subasta de la estatuilla que ganó como “Miss Fotogénica”, en el certamen Miss Universo 2004. Puede que solucione así los apuros económicos, pero no la tragedia familiar que vive por el asesinato de su madre doña Elena Santos, luego del ataque que desconocidos perpetraron a comienzos de julio en su propia casa.
Alba ha roto el molde. Porque si hay algo que pareciera no se pueden permitir las reinas de belleza, es ser infelices. Este tipo de eventos están concebidos para materializar sueños, uno de los cuales es la felicidad infinita que puede brindar a una mujer el reconocimiento público y reditual de su hermosura.
Así lo asumen todas las chicas que se enlistan en las selecciones que se hacen para elegir a la representante de un departamento (en Colombia) y enviarla con visiones de ovación para que obtenga el galardón nacional. Como periodista que cubrió el concurso de Cartagena, como jurado y como parte de equipos circunstanciales de preparadores he sido testigo del enorme esfuerzo que hacen diversas muchachas para que ojalá sucesivas coronas –departamental, nacional, mundial- se posen sobre sus cabezas.
Hay disciplina en la escultura de sus cuerpos, espartanos esfuerzos alimenticios, incorporación de conocimientos dispares para sortear con éxito y sin burla preguntas de jurados y animadores, y una templanza de simpatía para portar en sus rostros la sonrisa imbatible.
Casi todas aseguran que están en esa prueba para hacer algo por Colombia, su región, el mundo, la especie humana y la multitud de pobres que nos rodea, la vergüenza que el Sisbén tenga 35 millones de usuarios. Y así será. Pero en el fondo, además de la experiencia febril de los días de competencia, todas quieren estar allí porque saben que después del concurso su vida cambiará.
Primero, porque ellas, y así como los ex presidentes de la república son “presidentes” toda la vida, serán reinas perennes. Así las llamará la gente porque así se merece su belleza. Y aunque no hayan quedado en esos tres primeros esquivos lugares que coronan la victoria, lloverá sobre ellas una suerte de prosperidad invicta. Podrán ser modelos o presentadoras de televisión, actrices, y para muchas (sin explorar la historia oscura de este último evento), la vida les entregará durante los desfiles la opción de un compañero sentimental.
La noticia de Alba –y a su modo, las vicisitudes de la reina – virreina Ariadna Gutiérrez-, han resquebrajado, que no derrumbado, el cuento de hadas. A no ser que, como podría averiguarlo una investigación periodística sobre las reinas de la última década en Colombia, su realidad desmitifique mi teoría y ponga en alerta a las bonitas mujeres que ya están haciendo cola para llegar a Cartagena.
VEA EL CONMOVEDOR VÍDEO DONDE ALBA REYES NARRA EL ASESINATO DE SU MADRE
http://www.primerahora.com/entretenimiento/farandula/nota/albareyesnarradesgarradoraescenadelamuertedesumadre-1157807/
Es una triste historia pero muestra que la belleza no trae felicidad, es, mejor dicho era un mito más y si a las lindas se les derrumba el castillo, las otras tenemos que ponernos pilas. Muy bueno el articulo.
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Interesante opinión, es hora que el mundo y en especial nuestra sociedad colombiana, conozca y reconozca una realidad alrededor de los certámenes de belleza mas visibilizados, tengamos presente que estos casos son los mas evidentes. Me pregunto. Que tantas vicisitudes tendrán que pasar todas esas hermosas niñas que aspiran ser reinas en sus barrios, localidades, ciudades y departamentos? Recordemos que alrededor de todo Colombia tenemos fiestas y reinados permanentes durante todo el año.
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