Ingresa o regístrate acá para seguir este blog.
Foto: AFP

Foto: AFP

¿Cómo puede un jugador con apenas 29 años tomar súbitamente la decisión de retirarse, siendo uno de los mejor valorados de la NFL y estando a la espera de iniciar una temporada que seguramente lo haría uno de sus grandes protagonistas? Las lesiones lo acabaron.

Estamos hablando de Andrew Luck, el quarterback de los Indianapolis Colts. Jugó a muy alto nivel desde el 2012: fue seleccionado cuatro veces para el pro – bowl (juego de las estrellas), ganó el premio ‘Regreso del año’ en febrero y lideró a su equipo para ir cuatro veces a postemporada. Además, logró varios récords de pases y yardas completadas en la NFL.

Pero los golpes y las complicaciones de salud fueron más fuertes que esos números. Todo comenzó en 2015 cuando sufrió la lesión más grave: un desgarro del hombro derecho que tuvo que ser tratado con una operación que se realizó dos años después, y que lo llevó a perderse toda la temporada 2017. También lo aquejó una laceración de un riñón en ese mismo 2015 a mitad de temporada. Luck no pudo volver a jugar ese año y su equipo se vino abajo.

Sin ser poco, en 2016 sufrió un golpe en la cabeza, lo que dio como resultado una conmoción cerebral. Todas estas dolencias fueron producto de ser uno de los jugadores más golpeados de la liga: los defensivos lo derribaban y capturaban constantemente antes de que, con su destreza y potente brazo, pudiera lanzar un balón de puntos.

En el 2018 volvió a lo grande: jugó todos los partidos, se mostró sólido y logró la mejor actuación de su carrera, con los Colts de nuevo en las finales. Parecía un respiro, una nueva oportunidad para que su potencial y brillo conquistaran la NFL. Pero no fue así: el inicio del training camp y los juegos de pretemporada en este año revelaron una lesión en el tobillo. Una más, la última, con la que ya se cansó y tiró la toalla.

Los aficionados pueden buscar culpables: hablamos de una línea ofensiva que no lo protegió como debía, o de la ferocidad de sus rivales al golpearlo. Pero así es este juego o cualquier deporte: las lesiones atacan sin piedad y rompen el corazón de jugadores, aficionados y ciudades enteras.

¿Cómo olvidar en Colombia que Radamel Falcao se perdió un mundial por aquella rotura de ligamentos, o que James no jugó buena parte del campeonato en Rusia por ciertas molestias, y que ahora vuelve a ausentarse de las canchas?

¿Cómo olvidar que las carreras de grandes del fútbol como Ronaldo Nazario, Kaká, Gabriel Batistuta, entre otros, fueron truncadas y afectadas por las consecuencias nefastas de una lesión?

Esta ‘maldición’ aqueja cualquier deporte: ciclistas, tenistas, nadadores, atletas, etc., interrumpieron su vida deportiva por una dolencia física, un golpe o un infortunio con su cuerpo. Porque más que una pierna o un brazo, las lesiones terminan también por dañar la cabeza.

Y esta es la razón de Andrew Luck para no saltar más al terreno de juego: «este círculo vicioso de lesión, recuperación, lesión, me ha quitado las ganas de seguir jugando», dijo en una conferencia de prensa. A su equipo le manifestó estar desgastado mentalmente. Dijo que era la decisión más difícil de su vida, pero no le ve más alternativa. Triste final para una estrella que pintaba para leyenda.

Luck es otra víctima de las lesiones en la NFL, una liga repleta de jugadores lastimados y con constantes quejas de exjugadores que alegan secuelas en su salud debido a los años de actividad en un deporte tan duro.

Pero también es muestra de la adversidad que aparece en la vida. El deporte siempre tendrá honor y alegría. Sin embargo, estará bajo la sombra de las lesiones y no hay nada que hacer al respecto. Se pueden tomar medidas para evitar que aparezcan tan frecuentemente, pero es como esa enfermedad incurable con la cual se tiene que vivir por siempre. Y hay que aceptarlo, seguir jugando y  compitiendo.

Andrew Luck también demostró que la vida y la integridad física y emocional están por encima del juego y la diversión. El sábado salió abucheado por su fanaticada luego del anuncio de su retiro. Miles lo insultaron sin pensar que está el hombre más allá del jugador: una persona con familia, recién casado y con un hijo en camino, el que apreciará tener a su padre sano y vital para disfrutarlo.

Tal vez vuelva a ponerse el uniforme en unos años, pero el ahora exjugador tiene una oportunidad para liberarse de la presión, recuperarse mentalmente y, como dijo en la rueda de prensa en la que anunció su retiro, «vivir la vida que siempre ha querido vivir».

Éxitos y gracias, Andrew.

 

 

Compartir post