Perder duele, siempre. No importa si eres el equipo que va con record de 10 – 1 y es el actual campeón del Super Bowl, o si se trata de San Francisco y solo habías sido derrotado una vez en la temporada: una nueva caída significó ceder el liderato de la división y estar, por el momento, como el quinto sembrado de la NFC y perder localía en postemporada.
Son solo algunos ejemplos, con consecuencias en las tablas de posiciones. Pero más allá de los resultados, lo que impacta de la derrota es esa horrible sensación de sufrimiento que te entierra la mirada en el suelo, tras un juego perdido. Es ser Nick Foles e irte a la banca con la mente en blanco, sin una idea, luego que el equipo decide poner a otro Quarterback en el campo.
Es leer por todo lado que ya estás acabado, que eres muy viejo, que tus números esta temporada no dan y que, con 42 años y poca producción a la ofensiva este año, es hora de que tú, Tom Brady te retires. Es aguantar las burlas, los memes, las dudas que aguantas por ser los Dallas Cowboys en un momento en que los aficionados te piden a gritos un nuevo título, ese que nadie en tu franquicia, una de las más presionadas de toda la liga, ha vuelto a conseguir.
O puedes ser también Derek Carr tras tus dos pésimos juegos en línea y volver a escuchar las voces que retumban por todo lado, pidiendo que te corten, que te reemplacen en el draft o contraten a alguien más, porque tu no pudiste ser el QB franquicia que espera tu equipo. Eres Kirk Cousins y todos olvidaron tu notable mejoría, porque ahora todos hablan que no has ganado un solo juego de lunes por la noche.
Ese dolor de la derrota llega hasta el alma, sin importar los millones que se puedan recibir o los títulos que se tengan.
Perder no es el fin del mundo. Para muchos, cuesta recuperarse de un golpe como lo es la derrota, en cualquier aspecto de la vida. Los equipos están compuestos de profesionales, los cuales se supone que están preparados para enfrentar la frustración y se piensa cuentan con la ventaja de desarrollar un trabajo mental que les impide venirse abajo.
Pero se nos olvida que siguen siendo humanos y no unas máquinas que simplemente saltan a la cancha a realizar una función destinada a divertir a fanáticos o darle dinero a los apostadores.
Cuando los cuestionamos sin piedad, los insultamos en redes sociales o les gritamos en el estadio, no pensamos en lo que sufren o en la derrota psicológica que les estamos propinando. Mitchell Trubisky está enterado: sabe que millones piensan que es un fracaso, que Chicago se equivocó al dejar pasar a Mahomes y a Watson por escogerlo a él.
Puede que le pese, puede que no. Probablemente hay una familia que si sufre con cada mal comentario, o cuando la prensa lo destroza sin piedad.
Se nos olvida que todos tenemos miles de defectos, a veces pensamos que no somos lo suficientemente buenos para algo o estamos sometidos a la presión de resultados, de demostraciones, o tenemos que pensar en solucionar otros asuntos apremiantes, no solo hay que atender el juego del domingo que puede dejarnos fuera de las finales.
Pienso que todos merecemos una oportunidad, que la vida no debe ser tan radical, que no debe sentarnos al primer error. No podemos pensar en el retiro por el partido en el que no hubo cuatro pases de Touch Down, o que debe haber cortes por ese pase interceptado que significó un pick six.
Mañana, las cosas pueden cambiar: los Rams no están en la cima este año, pero tienen chances, y seguramente Sean McVay no está pensando en el draft, sino en las posibilidades que tiene de ir a los playoffs. Incluso los Redskins tienen una luz de esperanza, esa que siempre debemos seguir, mientras brille fuerte en el horizonte.
Hoy, Matt Ryan no tiene buen nivel y se ve que perder lo ha afectado, al igual que su equipo, los Falcons, que no se han podido recuperar tras perder esa ventaja famosa en el Super Bowl. Pero… ¡quien quita¡ puede que en el 2020 vuelvan a ser un equipo ganador y Ryan consiga ser MVP una vez más. ¡Miren a Lamar Jackson esta temporada!
La vida no siempre se trata de perder, se trata de enfrentar las pruebas, por más duras que sean. Volverá a llegar el momento del triunfo, la temporada en la que los Miami Dolphins no sean el peor, sino el rival a vencer. Pase lo que pase, no solo en la NFL, sino en todo momento, no hay que dar un paso atrás.
Podemos detenernos, replantear, reflexionar, sentirnos derrotados. Pero hay que seguir, siempre seguir y persistir, para que, pese a los golpes, pérdidas o tristezas del camino, llegue ese momento en el que finalmente estemos frente a millones de aficionados levantando el trofeo Vince Lombardi.