@NataliaGnecco
Miranda, una abogada de 40 años residente en Bogotá piensa que a los hombres les queda muy difícil aceptar que la mujer lleve las riendas en el hogar. “Mi marido estuvo tres años sin trabajar, durante ese tiempo optó por hacer algunos proyectos desde la casa, pero definitivamente no se gozó su estadía, ni siquiera se dedicó un poco a él, se le afectó tanto su autoestima que se tiró nuestra relación sexual. No pudo asumir el plan de ama de casa y finalmente nos separamos”.
A pesar que la idea del hombre como autoridad máxima de la familia sigue siendo un factor social predominante en Colombia, no se puede ocultar que; con los cambios políticos, sociales, económicos, religiosos e incluso de tipo psicológico, estamos viendo con mucha frecuencia el fenómeno de la mujer proveedora del hogar, mujeres que al igual que Miranda han asumido el rol de jefe del hogar. ¿Pero qué tanto los hombres reconocen que esta tendencia va en aumento, qué tan dispuestos están algunos a ceder su autoridad o por qué las mujeres prefieren ocultar esta realidad?
Recuerdo que cuando vivía en Montreal hice un artículo para la revista Abanico Magazine sobre el feminismo en Quebec, donde ser mujer tiene una connotación especial, pues esta provincia es la cuna del concepto “el hombre rosa” o en francés l’ homme rose”, un término que resume la igualdad de sexos y nos transporta al momento en que la mujer dejó de ser una simple ama de casa para convertirse en profesional independiente, líder y en muchos casos protagonistas de la vida política, por eso no es raro escuchar que quienes llevan los pantalones allá son las mujeres y abiertamente muchos hombres asumen el rol de amas de casa, sin que ésto sea un pecado.
Ahora bien, en Colombia las mujeres siguen conquistando espacios profesionales reservados antiguamente para el sexo opuesto, pero resulta contradictorio ver como muchos hombres aceptan que su esposa sea la proveedora, y al mismo tiempo no quieren dejar de ejercer el control, incluyendo el económico. Es ahí donde se arma la de Troya. Esperanza, arquitecta de 52 años, prefirió el divorcio antes de seguir aguantando que su marido le interceptara el mínimo peso que ganaba, con tristeza relata: “además de ser un holgazán, me tocaba aparentar que era un marido proveedor, cargar con toda la responsabilidad de la familia y rendirle cuentas de todo… ¡no aguanta!”
Y la verdad no es fácil tropezarse con hombres que sean mantenidos por su pareja, al hacer un breve sondeo hablo con Víctor, administrador de 28 años, quien afirma que el éxito de una relación reside en el equilibrio, con seguridad explica: “si un hombre pasa todo el día en la casa o si es la mujer que se limita a esas cuatro paredes, se daña la convivencia, hay un desbalance”. Por su parte Andrés, economista de 30 años, quien vive en unión libre con su novia opina que los estereotipos hay que romperlos, pero todo depende del rol que cada cual juegue en la pareja, mirándome fijamente agrega: “no podría estar en casa ni con teletrabajo, porque necesito socializar, interactuar con otras personas”.
La pugna por ostentar el poder en el hogar se ha globalizado tanto, que Yehuda Berg, hijo de Philip Berg, fundador de Cábala y autor del libro Las Reglas Espirituales de las Relaciones defiende en su libro los roles tradicionales, a tal punto que sostiene que así las mujeres seamos profesionales exitosas, capaces de proveer a nuestras familias igual o mejor que un hombre, no significa que seamos hombres, si no les permitimos a los hombres ser HOMBRES y si no nos permitimos ser MUJERES, vamos en contra de la naturaleza y no importa que tan buena seas profesionalmente, tienes un rol en la vida como mujer y el hombre posee otro.
Quién manda a quién
Sin ser amante del Cábala ni fan de Yehuda, lo cierto es que Berg no se equivoca al afirmar que todas las mujeres necesitamos sentirnos protegidas y los hombres admirados, pero en el momento en que esta balanza se descompensa, la relación corre el riesgo de acabarse. Y si dejamos de lado este de pensamiento esotérico relacionado con el judaísmo y aterrizamos en lo que significa ser jefe de hogar en Colombia, nadie mejor Sandra Patricia Velásquez, antropóloga con estudios de maestría en demografía y población, doctora en ciencias sociales y docente e investigadora de la Universidad Externado de Colombia para explicar el por qué de este fenómeno.
Velásquez sostiene que “la precariedad de las economías neoliberales, la inestabilidad laboral y el aumento de la pobreza desde hace varias décadas, junto con la mejora del nivel educativo de las mujeres, llevaron al incremento de la participación de éstas en el mercado laboral (aunque con niveles de ingreso en general inferiores a los de los hombres) y la consecuente caída de las tasas de natalidad; esto, sumado al empoderamiento que han ganado las mujeres en las últimas décadas, conlleva que cada vez más mujeres de todas las condiciones sociales y económicas asuman el rol de proveedoras principales de sus hogares y sean reconocidas por los demás miembros como tales”.
El estudio publicado en la revista virtual del Dane analiza el proceso desde 1993 al 2005 y diferencia los hogares de jefatura femenina de la masculina, algo que , diez años más tarde, se ha vuelto más evidente así muchas mujeres griten a los cuatro vientos que sus maridos las mantienen para seguirle el juego al machismo. Sin embargo, no todos los hombres piensan como Antonio, administrador de empresas de 41 años, quien muy seriamente expresa: “ese papelito de “Superman” no lo quiero, eso de ser “supermantenido” no va conmigo, porque no hay peor tirano que una mujer con plata llevando las riendas de un hogar, si es ella la que ostenta la chequera, quiere mandar, controlar, por eso yo aporto todo en mi hogar”.
Pero así Antonio no lo ignore, algunos hombres sueñan con encontrarse la mujer ideal: que trabaje, los mantenga y ellos paguen con “credicuerpo”, aunque no todas las veces las cosas resultan como se planean. Por ejemplo Adriana, oftalmóloga de 39 años me confiesa que siempre le ha gustado llevar las riendas de su relación, es así como mudó a su apartamento a Juan Pablo y mientras ella trabajaba, él se ocupaba de la gata, cocinaba, limpiaba, hacia los mandados, etc al tiempo que buscaba el trabajo perfecto. Pero un buen día, ese hombre a quien todos los amigos de Adriana tachaban de “vividor”, se aburrió y la abandonó por otra proveedora.
Al escuchar este testimonio José Alejandro, gerente de 39 años prácticamente se persigna y haciendo gala de su humor me dice que él es el marido perfecto porque deja que su esposa sea simplemente su media costilla. Después de soltar una carcajada aclara: “el hombre es el hombre, no puede perder su esencia, me gusta ser el proveedor de mi casa, ser el jefe del hogar, porque yo no conozco lo contrario”.
Como de todo hay en la viña del Señor, para finalizar le pregunté a Jaime, relacionista de 32 años cómo afrontan las parejas del mismo sexo este tipo de situaciones y con mucha franqueza me comentó que siempre ha trabajado a la par con su pareja, pero que tener un marido proveedor es una bendición, con picardía concluye: “no pierdo la esperanza de encontrar el mío algún día”.
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