@NataliaGnecco

El efecto viral que provocó el documental “Marriage Market Takeover”, (La rebelión del mercado matrimonial), en las redes sociales la semana pasada, sigue despertando mucho interés, pues descubre la problemática en China de las mujeres solteras, estigmatizadas como «sheng nu» o mujeres sobrantes, que muchos desconocíamos. Me atrevo a decir que sus creativos de Procter & Gamble y la agencia Forsman & Bodenfors, no se imaginaron el polvorín que levantarían esos testimonios de chinas de carne y hueso, quienes explican los sentimientos encontrados frente a su soltería, su independencia económica y el peso de la culpa por decepcionar a sus padres.

Esta campaña se centra en un «mercado matrimonial«, ubicado en el tradicional Parque del Pueblo de Shanghai, donde los padres promocionan sus hijos adultos como posibles maridos y esposas, con carteles descriptivos sobre sus ingresos, trabajo, rasgos físicos y de paso si poseen un apartamento o un carro. Susanna Fagring, quien hizo parte del equipo creativo del documental filmado en China entrevistó a mujeres sobre muchos temas, hasta descubrir las emociones que rodean a una persona soltera en China. Luego de su experiencia Susana manifestó: “al hablar con todo este grupo de mujeres solteras, ellas me dijeron que tenían una vida feliz, no sólo por su independencia, sino por su situación sentimental.”

Como es de esperarse en las redes sociales colombianas estos cuatro minutos de grabación han recibido mucho apoyo, en medio de aspavientos por la discriminación a la mujer en China y la admiración por estas mujeres que se atreven hacer su propia exposición de fotos y dejarle mensajes personales sus padres, para hacerles entender su decisión de vida. Una de las misivas  dice: “así esté sola, voy a ser feliz, voy a tener una buena vida». 

Lo curioso, detrás de cámaras, del hashtag #ChangeDestiny es la conclusión de los investigadores del documental, quienes encontraron que tanto las mujeres chinas como las occidentales eran más similares de lo que pensábamos, exceptuando la manera como los adultos en China se sienten acerca de sus padres, por el alto sentimiento de culpabilidad al no cumplir con los cánones sociales. Todo esto nos lleva a reflexionar cómo vivimos en Colombia este tipo de discriminaciones.

No soy feliz, pero tengo marido.

La primera en tomar la vocería es Helena, abogada de 47 años quien explica que, aunque demuestres y te reconozcan capacidades profesionales, en los ámbitos laborales escalan con más ventaja quienes establecen vínculos sexuales, ya sea hombre o mujer, y esto no debería ser un plus a la hora de las decisiones. Con preocupación la abogada agrega: si hablamos sobre la condición de solteras después de los 24 años, las chicas sienten una gran presión por tener pareja reconocida socialmente, una vez “encuentran” su media naranja discriminan a las otras mujeres que no la tienen, excluyéndolas de reuniones sociales. Ahora vemos mujeres muy lindas, con muchas virtudes de 28 años para arriba, a veces solas o con demasiada experiencia y entonces sufren la discriminación de los hombres, por experimentadas”.

Helena no quiere dejar de mencionar lo absurdo que resulta en Colombia discriminar a una mujer porque su pareja sea menor que ella y lo mucho que se admira a los hombres maduros por andar con jovencitas que podrían ser sus hijas. Con disgusto afirma: “lo más triste es que las mujeres somos muy duras con nosotras mismas”. Como si estuvieran en la misma sintonía Cecilia, administradora de empresas de 50 años no puede estar más de acuerdo con lo expuesto por Helena y con mucha gracia defiende el boom de las “cougars” o mujeres veteranas que salen con hombres menores.

Con entusiasmo Cecilia dice: “yo les recomiendo a mis amigas ver la serie younger” que muestra cómo Liza, una madre recién divorciada de 40 años de edad, a quien su marido la dejó por una mujer más joven, trata sin éxito de conseguir trabajo luego de 15 años de estar inactiva. Un día, un tipo llamado Josh la confunde con una joven veinteañera como él y la protagonista decide buscar empleo fingiendo su edad. El plan triunfa, al tiempo que ella y Josh inician una relación sentimental, en medio de muchas discriminaciones por la diferencia de edades”.

Pero no todo es tan divertido como en la ficción. En la vida real, Paola una publicista de 40 años asegura que en su tierra natal se siente discriminada porque el que no la «pobretea», la ve como peligro para la sociedad, todo porque es divorciada. Con tristeza explica: “no comprenden que soy una mujer que decidió vivir sola y no en un matrimonio maltratante en todos los sentidos. Las mujeres, se rigen por aquello que reza: no soy feliz, pero tengo marido”.

La publicista costeña asegura que en su entorno las mujeres te perciben como alguien que pudiera «robarles el marido» No importa si eres una mujer cuya vida demuestra que sola te manejas exitosamente, pues tu vida es sospechosa y lo más amable que te dicen es “pobrecita” … ¿por qué? – ¡Vaya usted a saber! Con mucha ironía remata: “Opté por no asistir a fiestas, ni participar en reuniones con hombres, ni para temas de mi trabajo… Afortunadamente vivo en Bogotá, de lo contrario me tocaría empalarme o ingresar a un convento de monjas de clausura”.

Por su parte, Alejandra empresaria bogotana de 45 años considera que en la capital la discriminación es tan fuerte como lo descrito por Paola, pero en otros aspectos como devengar 20 por ciento menos del salario que reciben los hombres, por ejemplo. Con tranquilidad explica su situación: “como empresaria tengo que exigir respeto e igualdad en el trato, pues aun siendo socia mayoritaria, no me envían los informes que entregan al resto de los socios (todos hombres), toman decisiones sin comunicarme, e incluso me tocó luchar para independizar los giros de utilidades después de mi separación, casi amenazando con acciones judiciales…. Y siguen actuando como si yo no fuera miembro de la junta y representante de mi capital accionario, el cual no me lo dio mi ex esposo, lo aporté directamente”.

Después de escuchar los argumentos de Alejandra, vale la pena consultar a Patricia Rodríguez Reyes, escritora colombiana, Best Seller de la editorial Oveja Negra, autora de Viólame suavemente (libro más vendido de la editorial en la Feria del Libro de Bogotá 2013); Virginidades vendidas (2014) y Caricias violentas. Sin muchos preámbulos Patricia me dice: “en Colombia aún se educa a la mujer para ser esposa, desde niña es «programada» para encontrar su realización personal al casarse y ser madre, o si no pregúntense por qué el regalo más vendido para niñas es un bebé de plástico. Una mujer soltera en Colombia es una mujer desperdiciada, fea, rara, que no nació para amar, «pobrecita», no cumplir con el rol pesa en sus hombros como si fuera una gran falta a lo que la sociedad y su familia espera de ella.”

La novelista colombiana afirma que no es extraño encontrar mujeres que se preguntan si no están muy viejas para conseguir a alguien a sus 30 años, y aún peor, muchas que se conforman con cualquier tipo de relación en su afán por casarse. La dependencia económica, la sensación de seguridad que se esfuma al tener un hombre, el qué dirán y la desmedida competencia entre mujeres, presionan constantemente a una mujer a buscar marido, a someterse, a modificar su cuerpo y hasta a embarazarse por agarrar el santo grial: un esposo.

Patricia va más allá al expresar que todos los intentos de empoderar a una mujer o cualquier ideal feminista se derrumbará en Colombia, si primero no nos enseñan a amar y a dejar de darle ese valor desmedido al matrimonio. Con mucho aplomo manifiesta: “en mi último libro, Caricias violentas, hay un claro ejemplo de cómo a los colombianos nos gusta amarnos a las patadas. A veces nos sorprendemos que en el mundo haya matrimonios forzados a temprana edad y nos olvidamos que acá hacemos lo mismo y «forzamos» a que una mujer agarre el primer tipo que se le pase por delante. Y después nos preguntamos por qué los índices de violencia intrafamiliar, por qué una mujer muere cada cuatro días en manos del amor de su vida…”

Por último, para invitar a reflexionar a muchas mujeres sobre la discriminación, algunas veces muy bien disimulada, que vivimos en Colombia, una estrofita del poema de Mario Benedetti  Y si Dios fuera una mujer

“Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia”

Fotos: Younger- http://creativity-online.com/ flurtmag.com/ Archivos Patricia Rodríguez Reyes