@NataliaGnecco

Recuerdo que cuando estábamos en noveno año de bachillerato una de nuestras compañeras del colegio falleció a causa de anorexia, una enfermedad para entonces desconocida en nuestro argot juvenil, pero la madre de Luz Dary se encargó de ir de curso en curso para prevenirnos de esa terrible enfermedad que padeció su hija, quien pesaba 35 kilos cuando falleció. Jamás olvidamos esa lección.

El tiempo ha pasado dejando atrás temas como la anorexia y los desórdenes alimenticios, pues para esta nueva generación de jóvenes sin límites, sedientos de aventuras y de una conexión Wifi lo que trasnochaba a nuestros papás, profesores o amigos es cosa del pasado. La Generación del Milenio tiene otras preocupaciones, incluso ya no se mueren por tener un carro, porque su meta es adquirir todos los gadgets del mercado, después de todo la tecnología es parte de su ADN, a tal punto que en promedio un joven desbloquea su Smartphone unas 224 veces al día.

Por eso el uso seguro de la tecnología es uno de los dolores de cabeza más frecuentes de los padres de esta era y cuando ocurren tragedias como el suicido hace pocas semanas de *Roberto, de 13 años, el tema cobra vigencia y no propiamente por engrosar el listado de obituarios publicados en un periódico. Cuenta un amigo cercano a la familia que el joven entró al baño de su casa armado con una tableta y su Iphone, la mamá al ver que su hijo no respondía a su llamado derribó la puerta y lo encontró ahorcado.

Al llegar las autoridades hacer el levantamiento del cadáver, descubrieron que *Roberto había sostenido una conversación con quienes manejan páginas de internet que incitan a los jóvenes a quitarse la vida. Los chats eran tan deprimentes que por respeto a los padres las autoridades decidieron no enseñarles ese contenido. Lo más terrible del caso es que a pesar de los esfuerzos por desmantelar en Colombia estos portales, la tendencia sigue en aumento.

Alberto, un ingeniero de 48 años quien conocía a la familia de *Roberto descubrió por casualidad que *Luisa, hija de otro amigo navegaba portales similares al del menor fallecido, al preguntarle si sabía lo ocurrido, ella respondió que había chateado con él. A estas alturas el ingeniero considera que esta joven hace parte del círculo de “influenciadores” que se dedican a promover este tipo de conductas aberrantes. Con precaución me dice: “Traté de advertirle a su padre, pero le restó importancia a lo que hacía su hija, prácticamente me dio a entender que se le salió de las manos la muchachita, lo cual me dejó un sinsabor tan pesimista… ¿Nos hemos dedicado a darles comida y iPhones a nuestros hijos?”.

Alberto dice que los jóvenes han desarrollado un oído tan agudo que con sólo escuchar los pasos de un adulto cambian enseguida de portal en su computador y hacen creer que están escuchando música o viendo películas cuando en realidad pueden estar navegando en una “morgue virtual”, pues la idea es que quienes se quitan la vida inmortalicen ese “gran momento” en el internet.

Sin ir muy lejos, todos escuchamos la noticia sobre la joven francesa que transmitió su suicidio por periscope, lo que aterra en estos momentos a padres como Alberto es saber si sus hijos son víctimas o son influenciadores de esta macabra tendencia, algo de lo cual sólo se reflexiona cuando una tragedia como la de *Roberto los toca tan de cerca.

Pero ¿a qué horas se salen de control más de 10 mil jóvenes que como Luisa navegan y participan en estas páginas? Sonia, publicista de 47 años asegura que la ausencia de los padres es un factor determinante para la germinación de estos flagelos, pues los peligros siempre han existido, con mucho pesar explica: “hace poco nos citaron en el Liceo Francés donde estudian mis hijas para explicarnos que en séptimo grado  ya no usarán más libretas sino tabletas y advertirnos los riesgos del bullying a esa edad, miré a mi alrededor y casi me muero de la tristeza ante el ausentismo tan grande de los demás padres de familia.

Los hijos no son un encarte

Mireya estilista de 42 años confiesa que siempre quiso tener un hogar estable, pero desafortunadamente se ha separado ya dos veces y tiene tres hijos de padres diferentes a quienes ha educado a punta de tesón. Cuando hablamos de los retos que afrontan los padres en este nuevo milenio, su voz se acelera para decir. “mis hijos son míos, yo los cuido, no se los endoso a nadie, esa es mi responsabilidad y lo hago con todo el amor del mundo. A mí me tienen que decir dónde están, a qué horas llegan y si he de reprenderlos lo hago, porque ahora un joven no resiste ni un segundo de fracaso, por todo se quieren echar a morir”.

Por su parte Luis, sonidista, quien se asoma a los 50 años, me dice que la tecnología evoluciona a pasos agigantados, pero los padres van a paso de tortuga y si a esto se le suma que no ejercen control sobre sus hijos es muy probable que se les salgan de las manos en segundos. “Constantemente me doy cuenta que la mayoría de papás están años luz de todo lo que pueden hacer sus hijos desde su tableta o Smartphone porque no  sólo se trata de ver pornografía, los jóvenes también están expuestos a adquirir drogas sintéticas, a ser explotados sexualmente o a cientos de actividades ilícitas en las redes”.

Luis no podría estar más cerca de la realidad, pues recientemente Citytv trasmitió un reportaje titulado ¿sabe dónde se encuentran sus hijos? sobre la explotación sexual a menores de edad en la capital del país. Según cifras del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, en lo corrido del 2016 a 293 niños y niñas, víctimas de proxenetas y explotadores, les restablecieron sus derechos, pero muchos no han logrado escaparse de la tarea de llenar los bolsillos a sus jefes.

Para evitar que los niños y niñas sean contagiados por este mal, el reportaje nos remite a la casa, es decir responsabiliza a los padres de familia, en ellos reside la tarea más importante, pues en la familia es donde se deben inculcar los valores de la sociedad. Ceira, administradora de empresas y madre soltera está de acuerdo con asumir siempre esta responsabilidad, disgustada asegura: “los padres de hoy no conocen sus hijos, viven ajenos a la realidad, te venden una imagen del joven perfecto, cuando no es así. Mi hijo ya tiene 26 años, me tocó criarlo sola y la tarea fue muy difícil, pero si fumaba o tomaba no lo hacía a escondidas, siempre he sabido quién es, a qué se dedica, a quien frecuenta, etc”.

Si bien nadie nos enseña a ser madres, es un hecho que la nueva generación viene con “la chispa adelantada” así lo confiesa Patricia, especialista en relaciones económicas internacionales de 45, quien tiene una niña de 6 años y optó por el teletrabajo para acompañar a su pequeña en esta importante etapa de su vida, para ello se despojó de cualquier ambición laboral o financiera porque Juliana es su prioridad en estos momentos. Con humildad asegura: “a su lado he ido desarrollando la tolerancia y uno de mis retos es aprender a dosificarle el uso de la tecnología”.

Sin conocer los desafíos que se ha planteado la mamá de Juliana, Carla psicóloga de 51 años afirma que la tecnología no es satánica, se debe educar a los niños a combinarla con la lectura, con calma explica: “cada vez que Sebastián mi hijo interpreta un símbolo está leyendo, eso lo hace parte de la generación Milenio, pero lo más importante es darle afecto, acompañarlo en esa amplia variedad de posibilidades, porque ni el Play Station ni el Iphone se pueden convertir en la mamá de tus niños”.

Si bien el ausentismo de los padres alimenta de manera significativa las depresiones de muchos niños y jóvenes hasta salirse de control, no todo está perdido, organizaciones como Red Papaz trabajan fuertemente para sensibilizar a los padres sobre muchos temas como el consumo de alcohol, del cigarrillo en niñas, niños y adolescentes, velando por opciones enriquecedoras para el uso de su tiempo libre. Además, se esmeran para que tanto la niñez como la adolescencia tengan un acceso sano, seguro y constructivo de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.

 

Fotos: El Espectador, houseplansandmore, Daylimail, telegraph.co.uk, ninenaturals.com, bradjermeland.net

* Roberto/ Luisa nombres ficticios.