@NataliaGnecco
Recuerdo que un día tomé un taxi en Montreal para acudir a una cita de trabajo y el conductor, de origen marroquí venía escuchando la noticia sobre la muerte de un bebé: una joven de 17 años que vivía en Saint-Hyacinthe salió a fumarse un cigarrillo y dejó a su hija de 21 días de nacida al cuidado de su perro Husky Sibereano, con tan mala suerte que el animal mató a la recién nacida.
Con asombro ambos escuchamos cuando las autoridades informaban que el perro iba a ser internado en una clínica para analizar el porqué de su conducta agresiva e inmediatamente el conductor se regó en prosa diciendo que era el colmo, inaudito, que la responsabilidad recaía directamente sobre la madre y al perro lo debían matar. Yo no sabía si reírme o llorar de la tristeza porque me parecía tan curioso tener a un grupo de especialistas estudiando un animal en medio de semejante tragedia, pero molesta dije: “en mi país son más importantes los niños”.
Esta tragedia que ocurrió en el 2010 dejó como resultado la acusación de la madre por homicidio involuntario. Ella se declaró inocente aduciendo que no dejó al bebé sin vigilancia, porque estaba a escasos 10 pies de distancia de él, solo escuchó un ruido espantoso y cuando quiso reaccionar ya era demasiado tarde. Además, el perro nunca había sido agresivo, siempre se le dio su alimento.
Este año, un American Staffordshire mató a un niño de 18 meses en Alsacia, Francia, e inmediatamente el alcalde emitió un dictamen para practicarle la eutanasia. La muerte del menor ocurrió por mordidas múltiples según lo divulgado por la fuente judicial y a pesar de que el perro pertenecía a la familia y estaba amarrado nada evitó que pereciera el bebé.
Si bien estos dos casos no se presentan diariamente, no es imposible que un perro mate a un niño, las circunstancias varían obviamente, pero es una realidad. Mientras unos padres lloraban a sus hijos en Canadá y Francia, aquí hace pocos días la opinión pública se volcó en contra del médico que mató un perro a patadas por haber mordido a su pequeño. Todas estas noticias son lamentables, tristes, pero dejan un sinsabor, pues de alguna manera las mascotas han dejado de ser simples animales para ser tratados como seres humanos con muchos privilegios. El denominador común es que los dueños aducen que sus perros han sido educados como mascotas y no entrenados para atacar.
Más allá del resultado funesto de estas tres historias, es importante reflexionar sobre la responsabilidad de los dueños de los animales, la falta de entrenamiento a ese nuevo miembro de la familia y ante todo sobre la humanización de las mascotas. Los perros han ganado tanto terreno en la sociedad actual que si subimos a un ascensor y encontramos una de esas especies que parece un caballo, sin cadena, ni bozal, que nos lame de pies a cabezas, no podemos ni mostrar un ápice de disgusto, porque inmediatamente somos percibidos como enemigos de los animales.
Tal parece que la reglamentación sobre la tenencia de mascotas en la ciudad, que incluye aspectos como el manejo de excrementos cuando sacan los animales a pasear se incumplen continuamente, porque no todos sus amos salen con la bolsita en la mano para recoger, a pesar de los letreros que redundan por los conjuntos residenciales. ¿Cuántas veces leemos una noticia sobre multas a quienes no velan por mantener limpios los parques, las aceras o los barrios?
Hay que entender que la tolerancia ante el irrespeto de las normas por parte de los propietarios de los perros tiene un límite y las quejas son más comunes de lo que uno se imagina. Patricia, por ejemplo tiene a su perrita Shitzu llamada Brandy muy bien aconductada, pero resulta que los perros de su vecina viven prácticamente en su jardín y no sabe cómo más pedirle que amarre a sus animales para que no le dejen sus “regalitos”, ni asusten a sus sobrinos pequeños cuando llegan a visitarla. Con molestia confiesa: “estoy harta de esta situación, he acudido a la administración y no hacen nada, cuando hay junta de propietarios ella no va. El día que le espante sus perros o sienta que los he agredido en lo más mínimo, me vuelvo la indeseable de este conjunto. Si quiere tener animales sueltos que se mude a una finca”.
Caso similar afronta Carolina, quien vive en la Costa y cada vez que quiere asolearse en la piscina de su edificio no puede estar tranquila porque su vecina tiene tres perros gigantescos, a quienes sacan a pasear justo en esa área. Con enojo explica: “siempre que me los tropiezo tengo que llamar a la administración, es absurdo que tenga que compartir ese espacio con unos perros, ya bastante incómodo es compartir el ascensor, porque apestan”.
Por su parte Ricardo levanta su voz de protesta en las redes sociales diciendo: “casi toda mi vida tuve perros, los adoré y sufrí cuando enfermaron o se lastimaban. Me gustan los animales, los respeto, estoy en contra del maltrato, pero me disgustan esas personas que quieren humanizar las mascotas, las visten, les privan de sus comportamientos naturales”.
Milena está de acuerdo con lo que plantea Ricardo, y complementa: “¿qué hace un San Bernardo en una peluquería que no es para perros? El otro día me quedé aterrada, al ver a una señora entró hacerse el manicure con su enorme mascota, si la secretaria de salud exige tanto para cumplir con normas de salud en un salón de belleza ¿será que no están excluidos los animales?
Resulta que la norma dice que cada vez que sale de su casa a un sitio público, el propietario debe portar el carnet de vacunas de su perro, este es un documento que cualquier autoridad de policía puede exigir y de no tenerlo contigo, detendrán al animal e impondrán la correspondiente multa. Sin embargo, uno tiene que asumir siempre que están bien cuidados, vacunados, que no muerden, etc, etc porque han invadido todos nuestros espacios».
Al respecto, el experto en caninos César Millán explicó recientemente en la Revista Semana que no se están teniendo en cuenta las necesidades del animal, pues cada vez más los seres humanos se enfocan en ser profesionales y no en tener familia, por eso quieren llenar ese vacío con sus mascotas. Pero los animales se sienten incompletos porque no son seres humanos y tienen otras necesidades físicas y psicológicas.
Adiestrar en lugar de lamentar
Definitivamente el adiestramiento canino es una de las grandes incógnitas de la mayoría de los comprometidos propietarios de perros y si analizamos el mal comportamiento de las mascotas, siempre está asociado al descuido de sus amos. Nadie mejor para hablar sobre este tema que Carlos Gabriel Gnecco experto adiestrador de perros, quien vive en Argentina y dicta cursos de cómo se debe educar al cachorro, socializándolo y desensibilizándolo, desde el primer día que esté con nosotros, para de este modo evitar futuros problemas de condicionamiento, que se manifiestan en el desarrollo de la conducta del perro el resto de su vida.
Si bien hablar sobre adiestramiento es un tema muy complejo, que requeriría muchísimos blogs, Carlos es enfático en afirmar: “el educador no te arregla el perro en una visita, te enseña cómo debes proceder día a día, para ir eliminando esa conducta inadecuada, el trabajo diario lo haces tú. La rutina, el ejercicio y la disciplina son las tres bases indispensables en el adiestramiento de un perro, igual que sucede con un niño pequeño a quien hay que enseñarle los límites no se puede tener obediencia de nuestro perro si no reflejamos una imagen de líder equilibrado. La mayoría de los propietarios se limitan a darle compañía exclusivamente al perro (entiéndase compañía como cariño, amor y excesivo afecto) lo cual los convierte en animales consentidos y magnificados, con problemas de dominancia, miedo, desobediencia e hiperactividad”.
Gnecco explica que las razas grandes (molosos, dogos, mastines) y razas de trabajo (Labrador, Golden, Husky Siberiano) son las que más tiempo y esfuerzo requieren , pues aunque en muchos casos, sean inteligentes y fáciles de adiestrar, necesitan de una cantidad de ejercicio bastante más elevada que las razas pequeñas, miniatura y “toys”. Además en caso de no conseguir equilibrar adecuadamente su energía, debido a su fortaleza, los destrozos que pueden causar son mayores.
Para finalizar, Carlos explica que si se quiere un perro que directamente necesite de menos calle, ejercicio y dedicación que los demás, casi siempre se puede elegir por el tamaño, pero se debe tener en cuenta que si no se le proporciona una correcta socialización (juego con otros perros y humanos) es fácil acabar teniendo un perro “alarma”, continuamente encendido y excitado. Esto en una comunidad de vecinos puede suponer un serio problema. Caniche, Bichón, Carlino, Chihuahua, Pekinés, Pinscher, Pomerania y Cocker son solo algunas de las razas que más se utilizan en los pisos y espacios “reducidos”. Pero antes de despedirse dice: «ojo con los Terrier y Podencos, pues a pesar de su tamaño, requieren de una cantidad de ejercicio y paseos considerables».
Fotos: DonCan, directmatin.fr, academia-victoria.com, osoyoostimes.com, vetstreet.com, elnortedecastilla.es
Agradecimientos. Carlos Gabriel Gnecco