@NataliaGnecco
Las luces del escenario iluminaron con intensidad el rostro del artista Juan Luis Guerra cuando recibió sus antorchas de plata y oro en el anfiteatro de la Quinta Vergara en el Festival de Villa del Mar de 2012. Emocionado, con los aplausos del público aún retumbando en sus oídos, Guerra anunció el más reciente merengue de su colección cristiana, que al día siguiente salía a la venta. Aferrando el micrófono a sus manos cantó:
Gracias al Dios bendito yo fui sanado de todo stress
Me curó de la sinusitis y la migraña que bueno es Él
Me sacó de la depresión y ahora yo le bailo en un solo pie
y no me duele la cinturita, ay! que rico…
Han pasado cuatro años del lanzamiento de este increíble tema que todavía nos pone a bailar con solo escuchar las primeras notas del saxofón y si bien algunos piensan que se trata de una letra bonita para guarachear, otros han decido pasar de la pista de baile a la búsqueda de esa sanación, que asegura Juan Luis no es un cuento, sino cuestión de fe. ¿Pero a dónde van a sanarse? ¿Cómo acercarse más a Dios para recibir esta bendición?
Peregrinos colombianos y extranjeros han encontrado ese lugar en pleno territorio boyacense, ese mismo en donde se libraron las batallas determinantes para la independencia de Colombia, se trata de Soracá, un municipio cercano a Tunja donde se encuentra el Santuario de la Virgen Nuestra Señora de la Esperanza, allí se realizan las misas de sanación del sacerdote Álvaro de Jesús Puerta, quien al parecer se le adelantó 25 años al artista dominicano para revelarnos su versión de ‘En el cielo no hay hospital’.
La primera vez que escuché hablar sobre este sitio fue gracias a mi profesor de pilates, quien me confesó que en una de las misas del Padre Puerta recibió la sanación de su sentido del olfato, el cual había perdido durante cuatro años a causa de una intervención quirúrgica. Recordando ese momento Víctor me cuenta: “yo me entregué a las oraciones y de repente sentí un calor muy fuerte, me caían gotas de sudor por todo el cuerpo. Al día siguiente cuando regresé a la oficina descubrí que podía oler de nuevo.”
Existen muchos testimonios de personas curadas de cáncer, sida, epilepsia, Alzheimer, Parkinson, tiroides, páncreas, colon, riñones, hígado, incluso madres que han recobrado la fertilidad, auténticos milagros, que se han dado por la fe, como niños que han sido desahuciados y han traído sus exámenes médicos en donde se ha desaparecido un tumor o una enfermedad.
Los milagros comienzan con una bendición de Dios, así lo afirma el Padre Puerta, quien se siente afortunado por el don de sanación que recibió luego de la revelación de Jesús de Nazareth. Sanar a los enfermos, imponer las manos y liberar a los oprimidos del demonio ha sido una constante rutina en la vida del sacerdote, quien afirma que la ayuda que más le piden los peregrinos cuando llegan a Soracá es de índole espiritual.
Pidamos con alegría
El frío de la madrugada no impidió hablar un poco con las personas congregadas para la peregrinación del primer sábado de agosto. A mi lado estaba Magaly, una señora bogotana a quien le diagnosticaron cáncer de tiroides, enfermedad que viene padeciendo hace seis meses bajo una atención médica bastante irregular por parte de su EPS, lo cual la tiene desesperada, por eso no dudó en ir en búsqueda de su sanación.
La charla se interrumpió por el rosario de aurora que dirigió Cecilia nuestra guía, ella nos advirtió que alrededor de 20 mil personas estarían en la misa, por eso era importante madrugar para hacer nuestras peticiones de rodillas ante la imagen de la Virgen. Fue así como con los primeros rayos de sol que se filtraban en la espesa neblina llegamos a Soracá, un pueblo rodeado de verdes montañas y caminos empinados que atraviesan en procesión muchos creyentes para subir al santuario, dejando a su paso vendedores ambulantes que ofrecen desde rosarios, novenas, escapularios, imágenes de la virgen, de Jesús de Nazareth hasta comida típica y artesanías de la región.
Minuto a minuto iban llegando peregrinos de muchos rincones de Colombia y de países como México, Panamá, Venezuela y Estados Unidos, Alemania, quienes se unieron a los cantos de alabanzas previos al rosario de las nueve de la mañana. El padre Álvaro Puerta hizo su aparición y al saludar dijo: “hay que aprender a sonreírse con Dios, quien llora o vive atormentado no hace una buena oración, se ahoga en la desesperanza, la mejor oración es morirse de la risa. Pidamos con alegría, que la providencia está a la mano”.
Al terminar el quinto misterio gozoso, el Padre anunció que la Virgen estaba presente y nos invitó a respirar profundo para sentir una suave brisa en medio de la multitud, que automáticamente comenzó a aplaudir. Acto seguido en un ritual que se conoce como la danza del sol, el párroco nos explicó que las nubes se movían para darle paso al sol, que buscaba un espacio para brillar en la inmensidad y confirmar así la presencia de la madre de Jesús. Todos nos concentramos en mirar hacia arriba para observar ese fenómeno natural, la gente grabó videos, tomó fotos, tratando de ver la centellante luz. Al final muchos captamos hermosas imágenes sagradas en el cielo.
En medio de un sepulcral silencio, el Padre reveló mensajes de la Virgen, quien, a pesar de estar complacida por la nutrida asistencia, pidió mucha paciencia a cada uno de los peregrinos porque todas nuestras plegarias serían atendidas. Asimismo, el Padre Puerta nos compartió una inmensa tristeza que embargaba a la Señora, porque su hijo sufre por la maldad de los hombres y por eso es necesario una peste que llegará a todos los rincones del mundo y acabará con muchas vidas. La Virgen se despidió pidiendo que oráramos por el mundo entero.
La fe no pelea con la razón
Al finalizar las letanías del rosario, el santuario ya estaba a reventar. Escasamente había por donde transitar en medio de tantos jóvenes, niños, ancianos y familias enteras que se instalaban en la montaña para esperar la ceremonia litúrgica. No en vano el Padre Puerta he sido párroco de comunidades campesinas, aisladas de asistencia médica, quienes han visto en él un sanador.
Durante la hora del almuerzo me tropecé con Clara, una mujer de 59 años, quien aseguró que estaba como un roble gracias a las misas de sanación del padre Álvaro Puerta, sonriendo me dijo: “mi hijo fue sanado de migraña, cuando los médicos ya me habían dicho que debíamos vivir con esa enfermedad, pero un día lo traje a Soracá y el Padre nombró a quienes padecían de esa enfermedad y lo curó a través de Jesús de Nazaret”.
Por su parte, Álvaro y Cecilia, una pareja que viene desde Socorro Santander todos los primeros sábados del mes, me cuenta que siguen al Padre desde cuando oficiaba en Motavita y pueden dar fe que ha sanado mucha gente, además lo apoyan en todas las obras sociales, como los regalitos de navidad para llevar a los niños pobres del Chocó.
Después de repartir la comunión entre la multitud, el Padre Puerta regresa emocionado de haber compartido con tantos feligreses y haciendo uso de su don de la palabra proclama: “Jesús de Nazareth actúa a través de mi cuerpo, soy el sacerdote que más ha impuesto manos en Colombia, la fe nos enseña que, sin verlo creemos en él. A pesar de mis padecimientos, mis cirugías o mi estado de coma, durante estos 25 años no he dejado de trabajar por él, por eso dedicaré toda mi vida a ustedes.
De rodillas frente al cuadro de Jesús de Nazareth llega el momento más esperado por todos los feligreses, el Padre Puerta contempla la imagen sagrada y nos dice: “enamórense de Jesucristo, esta vida es muy dura, la enfermedad sin Cristo es aún más dolorosa. No miremos siempre para abajo, miremos para arriba, lo más bello está sobre mis pies, el que mira para abajo tiene miedo, hay que mirar al cielo, el cielo existe, es una bella realidad, debemos volar, trascender”.
Sin apartar la mirada del cuadro de Jesús de Nazaret le pide que derrame sanación sobre todos los asistentes, porque ese santuario es como un hospital en medio de las montañas, donde muchos son curados de cuerpo y alma. Como si estuviera confesándose con la multitud, el Padre afirma que lo único que les dice a las personas cuando les impone las manos es: “Cristo te ama, Cristo te bendice, por el poder de sus llagas te ha sanado”.
Es difícil calcular cuántos minutos estuvo el Padre Álvaro arrodillado pidiendo sanación por todos los peregrinos, en medio de esa especie de diálogo divino, pero ese sábado tres personas se levantaron de sus sillas de ruedas, en medio de una lluvia de aplausos, que confirman el milagro de sanación.
Sus palabras finales son: “los he sanado”. Esta es la señal que siempre espera el sacerdote escuchar de Jesús de Nazareth para dar por terminada la peregrinación. Los testimonios de sanación llegan a sus oídos después y ante la incredulidad de la gente, el Padre Álvaro se limita a recordar las palabras del beato, su Santidad Juan Pablo II, “la fe no tiene que pelear con la razón, ni la razón con la fe.”
El camino de regreso es una eterna procesión de personas que llegaron con el solo propósito de acercarse más a Dios, orar y sentir el poder de sanación en ellos. Al despedirse el Padre Puerta nos pide tener gratitud infinita con Dios, entre mejor nos sintamos, más debemos apegarnos a él. Me dice Víctor, quien desde su sanación no ha dejado de asistir a Soracá, que una vez terminada la ceremonia litúrgica muchos ignoran cuál ha sido la parte de su cuerpo que ha sanado, pero miles regresan por más bendiciones. Once días después la peregrinación, yo no siento el síndrome de ojo seco, que padezco desde hace mucho tiempo. Mejor dicho, estoy como Juan Luis Guerra, ¡bailando en un solo pie!
Fotos: uvnimg.com- El Tiempo- Boyacá Radio- vo.msecnd.net
Más información peregrinación: nubiadr130@hotmail.com