@NataliaGnecco


Para celebrar el Día Internacional de la Mujer, la ONU escogió el tema “Las mujeres en un mundo laboral en transformación: hacia un planeta 50-50 en 2030”, el cual se refiere a cómo la globalización, la revolución digital y la tecnológica están creando nuevas oportunidades, que sumadas al aumento en la informalidad en el trabajo, la inestabilidad en las fuentes de ingreso, las nuevas políticas fiscales, comerciales y el impacto ambiental inciden en el empoderamiento económico de las mujeres.

Para hablar un poco sobre empoderamiento femenino, contacté a Paula Siverino Bavio, quien es abogada de la Universidad de Buenos Aires, hizo una maestría en comunicaciones y un doctorado en bioética y derechos humanos. Actualmente, Paula trabaja en la Jefatura de Gabinete de Ministros en Argentina, es consultora, investigadora y columnista del diario peruano Altavoz.

Paula, ¿las mujeres nos autolimitamos?
No creo que “las mujeres” nos autolimitamos, los seres humanos nos autolimitamos, producto de nuestra educación industrial, enfocada en el mercado; donde en lugar de enseñarnos cómo gestionar las emociones, descubrir nuestro ser y potenciar nuestros talentos innatos, personas automatizadas y frustradas nos transmiten –de manera inconsciente- su tristeza, dolor y una terminable lista de artificiales “deber ser” que luego funcionan como creencias y mandatos autolimitantes. Las mujeres sumamos además las creencias limitantes ligadas históricamente al género femenino. En lugar de buscar descubrirnos con alegría y energía nos enfocamos en las fallas y carencias.


¿Por qué las mujeres latinas siguen en desventaja salarial frente a los varones?
Creo que el hecho que siga existiendo una brecha salarial responde a varios factores. Las creencias limitantes sobre el ser femenino; el machismo, la violencia simbólica, psíquica y física sobre las mujeres son causa directa de la brecha salarial. Claro que depende de qué mujeres estemos hablando, una cosa es hablar de migrantes, pobres, con escasa educación formal, donde convergen vulnerabilidades varias y otra es hablar de las  universitarias que compiten en el mercado laboral de alta especialización.

Si hablamos de este último grupo podría decirse que, en algunos casos, la falta de empoderamiento femenino, para demandar y encontrar maneras creativas, efectivas de exigir mejores sueldos es una causa, pero la falta de solidaridad masculina también. En la industria del entretenimiento se han conocido casos donde, actores cobraban mucho más que sus colegas actrices y se organizaron para demandar paridad, proponiendo incluso bajar sus salarios para que todos cobren igual.

Por otro lado, se deben tener en cuenta la falta de herramientas externas para apoyar ese empoderamiento femenino, como, por ejemplo, arreglos con la pareja, familia y/ o instituciones de calidad a costos accesibles que permitan apoyar en el cuidado de los niños y adultos mayores; guarderías laborales, lactarios, horarios flexibles, trabajo remoto, etc.

¿El embarazo influye de alguna manera?
En América Latina aún existe la creencia que las mujeres son quienes deben responder ante la emergencia familiar, por ende, se asume que una mujer a partir de cierta edad es menos valiosa, porque eventualmente puede embarazarse, lo cual empeora con la llegada de un hijo, pues pedirá licencia y luego su interés, energía, tiempo estarán divididos y es “lógico” que se le pague menos. A muchas mujeres se las penaliza en sus trabajos cuando tienen niños, impidiendo ascensos, recortando su sueldo, dejando de considerarlas para mayores responsabilidades. Además, dependiendo el grado de machismo, hay áreas donde se considera que un varón está “naturalmente” mejor preparado que una mujer. Si eres mujer, deberás probar que eres buena y por ende, es “lógico” que se te pague menos.

¿Dónde queda el equilibrio entonces?
En mi opinión todo el sistema es enfermo, porque debe partirse de una ecuación inversa. El trabajo es una dimensión importante de la vida y forma parte de un engranaje social, pero no es la única dimensión del sujeto, ni la más valiosa. La vida personal y familiar es esencial, si seguimos apoyando un sistema que premia la neurosis y festeja la hiperproductividad a costa de la familia, el tiempo de descanso o esparcimiento, que considera que el mejor trabajador es el que no tiene, ni reclama tener, vida fuera del trabajo, alimentamos un monstruo que devora a quien le pongas delante. En este sistema las mujeres salimos perdiendo, pero los hombres también, lo que no pagan en dinero, lo pagan en salud y exigencias.



¿Crees que las mujeres se siguen sintiendo culpables por pasar más tiempo en la oficina que en sus hogares?
Si tienes hijos pequeños y debes dejarlos gran parte del día con extraños, para ir a trabajar, es lógico sentir pesar. Como decía, el sistema debería estar organizado para priorizar la crianza de niños pequeños y la vida familiar porque de su salud emocional dependerá luego la sociedad. Es una inversión. Debería facilitarse la cercanía de los niños pequeños a sus padres y hay países que han avanzado en ese sentido. Si, como varón o mujer, no quieres criar niños pequeños quizás deberías replantearte si quieres realmente tener hijos, no es una obligación. La culpa es un veneno a erradicar. Es muy propia de la cultura judeocristiana y tiene que ver con las expectativas, propias y ajenas, sobre la propia conducta. Si deseo o necesito trabajar me hago responsable de eso y elijo, en la medida de mis posibilidades  busco hacer las paces con eso. La culpa es tóxica e inútil.

¿Nos falta ser más “hombres” para ser suficientemente competitivas en el trabajo?
Disiento con quienes asocian “hombre” a fortaleza, liderazgo, iniciativa u otros valores “masculinizados”. Si eres mujer sólo puedes actuar como mujer, no tienes otra alternativa real. Qué tipo de mujer es algo que tú decides. Yo puedo ser una mujer íntegra, comprometida, valiente, proactiva, empática, con gran inteligencia emocional y mente aguda. Nadie vive en tu mente, tú decides. Si sientes complejos, debes resolverlos. Si tienes miedos, debes atravesarlos; si tienes prejuicios, te toca verlos y desecharlos. El liderazgo femenino es muy poderoso y útil aún en términos de mercado.


¿Qué opinas de la decisión de muchas mujeres de colgar el diploma?
Yo me preguntaría si la mujer que “cuelga” el diploma quería tenerlo en primer lugar o estudió por presión social, o si cursó la profesión que deseaba. Una mujer dedicada a la vida familiar no es menos valiosa que una profesional en mi opinión, si está siguiendo su corazón. Sin embargo, la independencia y la solidaridad económica estando en pareja son muy importantes para mí, pero entiendo que no todo el mundo tiene por qué compartir esa visión. En lo personal, llevo más de veinte años de trabajar muy duro y amo lo que hago, pero si tuviera el privilegio de tener un hijo, si pudiera permitírmelo económicamente no trabajaría full time en los primeros años de su crianza y no por eso me sentiría una “mantenida”. Me imagino siendo proactiva y creativa, ¿quién sabe que otras facetas que aún no conozco de mí misma pueden surgir? Disfrutar de la maternidad es también un derecho.

¿Qué es ser una mujer exitosa, hoy?
Una mujer exitosa es una mujer feliz. Una mujer integrada, en contacto con su ser salvaje, primitivo, visceral, que no se juzga a sí misma, que se acepta plenamente. Una mujer que se permite cuestionar todo lo que la rodea sin sentir miedo, que no se siente tocada por las expectativas ajenas, que se define a sí misma. Que es dueña de una felicidad auto centrada. Que goza de la vida y sabe qué es lo importante para ella. Que se ha dado tantos golpes que ya no le preocupa caerse. Que cada día, antes de abrir los ojos por la mañana y de cerrarlos por la noche, esboza una sonrisa de gratitud, porque no puede evitarlo.


¿Por qué será que los modelos de liderazgo político femenino como Dilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner nos han desilusionado más que enorgullecido?
En síntesis, creo que  la mayoría de las mujeres líderes no saben ser mujeres. Buscan ser otra cosa, hombres, en su mayoría, o mujeres arquetípicas. Se pierden a sí mismas y no transmiten la integridad y fortaleza que transmite un ser centrado. A eso le pones el aderezo que quieras en relación a su contexto político, pero en esencia, creo que es por ese motivo. Además, falta autocrítica, no vale exigirle a un gobernante lo que tú no estás dispuesta a ser; ellas no bajan del cielo, son elegidas, son una expresión del inconsciente colectivo.
Mira por ejemplo a Michelle Obama. Ella es una mujer fuerte, íntegra, comprometida. Si tuviera un rol político, por ejemplo, más allá de que acumule o no logros, que cumpla o no objetivos, podrías decir “no cumplió los objetivos que se propuso” y la evalúas por eso, pero si ha sido fiel a sí misma, se ha conducido con integridad, fortaleza, empatía, no podrías criticarla como líder.

Finalmente, la ex Miss Universo Lupita Jones es una mujer que pasó de la belleza al empoderamiento femenino, ¿qué nos falta en el modelo existente para poder seguir su ejemplo?
Has tocado un punto neurálgico. La exigencia omnipresente de una belleza estereotipada y las recompensas sociales y existenciales asociadas a ella (esencialmente amor en sus diversas representaciones) es una de las grandes cárceles imaginarias en las que vivimos presas la mayoría de las mujeres, buena parte de nuestras vidas. Es una eterna fuente de dolor y frustración que, curiosamente, genera enormes ganancias económicas a la industria alimentaria, farmacéutica, cosmética, del fitness, etcétera. Es el reino de la superficialidad, de la desconexión y cuando vives ahí sientes tanto dolor que lo tapas con lo que sea, la enésima dieta, los zapatos de diseñador. En el fondo todo se apoya en la creencia de que cuando peses diez kilos menos o tengas la cartera de firma, serás amada y serás feliz.

Cuanto antes uno despierte de esa pesadilla, mejor. Debes definir qué es ser bella para ti,  como mujeres deberíamos dejar de decir “estás más delgada” como el mejor cumplido posible. La belleza alegra los sentidos y hay tantos modelos de belleza como personas capaces de captarla. La salud, la integridad, la paz son sinónimos de belleza. Un rostro que emana luz interior tiene una belleza cautivante, pero debes ser capaz de verla, aceptándote a ti primero. No hay cosméticos ni cirugía capaz de embellecer a una mujer que se mira al espejo y siente odio por ella misma. Amate a ti misma, acéptate, el resultado es que verás belleza en el espejo y en el mundo que te rodea.

Fotos: Jordi Avendaño Garcia, media.wsimag.com, chicagotribune.com,media.glamour.com.parentmap.com