@NataliaGnecco
Nadie le niega tiempo al trabajo, la familia, el deporte, la rumba, incluso a ponerse al día con las series de moda en Netflix, actualizar el perfil del celular o colgar un story en Instagram, porque siempre hay razones para atender desde lo más urgente, hasta lo más banal, pero rara vez abrimos espacios para pensar en nosotros mismos. Es así como poco a poco va apareciendo esa especie de anemia espiritual, pues entre menos contacto tengamos con esa divinidad que llamamos Dios, conciencia divina o ser superior, menos ganas tenemos de conectarnos con él.
La atrofia espiritual es una enfermedad que sigue de moda y vale la pena analizarla para tratar de buscar una salida. Es como si se tratara de un músculo que se deja de ejercitar, hasta llegar a una inmovilidad tan fuerte que se pierde el vigor, se estropean los nervios y los tejidos interiores son carcomidos por la rigidez. Cuando en nuestro interior se pierde esa energía vital para darle paso a una ausencia de emociones es una señal inequívoca de que todo va perdiendo el sentido, se produce un gran vació en la vida… Así se va marchitando nuestra unión con Dios, sin darnos cuenta.
Como decía el padre franciscano Ignacio Larrañaga, nacido en Loyola, España, fundador de los Talleres de Oración y Vida, el espíritu es como una llama que, sino se mantiene encendida, se va extinguiendo hasta apagarse por completo, por eso sentimos que Dios está ausente en nuestra existencia y para cubrir ese vacío acudimos a nuevas tareas y compromisos. Es como un amor olvidado, algo que ya no es palpitante, ni vibrante. Eso sucede a muchas personas, que durante un año no hicieron una oración esporádica o superficial, o algún esfuerzo metódico. Se da la muerte espiritual y la atrofia, que es estar parcialmente detenido. Pero, ¿cuál es la solución?
Vale retomar ese ejercicio que dejó el padre Larrañaga a los creyentes para darle movimiento al espíritu, abrirse a la vida, con una fórmula muy sencilla: “orar sin ganas, para que vengan las ganas de orar”. La gente no ora porque no tiene ganas, ni siquiera le sale un avemaría y cuanto menos ora, menos ganas y así por la ley de la atrofia se va quedando sin sentido su vida. La capacidad del encuentro personal se va muriendo.
Larrañaga era muy realista, tener un encuentro profundo con Dios cuando el alma no está preparada, está fría y endurecida es muy difícil, pero al renovar las ganas de orar, se reactiva el movimiento, la atención, se agita la energía y se reduce esa atrofia. Por eso propuso la lectura rezada. El sacerdote explicaba que la mente humana es una mariposa errante, dispersa, loca: “saltamos del futuro al pasado, del pasado al futuro, la actividad mental es tan absurda que en 5 minutos hemos dado 70 vueltas al mundo sin ninguna lógica, y como orar es sujetar la atención, concentrarse así la mente sea fugitiva, voluble, pues se requieren palabras y la clave es la lectura”.
La idea es tomar una oración escrita y leerla despacio tratando de sentir con toda el alma lo que estamos leyendo. Por ejemplo: decir en voz alta “tú eres mi Dios”, que los ojos agarren la letra y la letra agarre nuestra atención, hasta reestablecer una conexión con el Creador. Jocosamente el padre franciscano decía: “no es quedarse con Dios 60 minutos, la mente no da para tanto, confórmense con quedarse con Dios 3, 4, o máximo 5 segundos. Son los primeros pasos que pueden lograrse antes de que la mente se disperse, así se comienza a sanar esa atrofia espiritual,”.
La espiritualidad no tiene que ser religión
Para Ximena Villamizar MBSR Teacher Trainer de la Universidad de San Diego, Formadora de Formadores de Escuelas Despiertas del ICE de la Universidad de Barcelona y aspirante a 14 Mindfulness trainnings de Plum Village Mindfulness Practice Center, la espiritualidad es la búsqueda que experimentamos los seres humanos ante el vacío que sentimos en algunos momentos de nuestras vidas, que nos permite una conexión profunda con nuestro interior y no tiene que ver con religión.
La religión está más relacionada con una conducta externa y la espiritualidad tiene que ver con el comportamiento interno o esotérico, que va más allá de lo que percibimos, por eso Ximena asegura: “en la religión, hay conductas, normas, creencias, dogmas que te permiten llegar a unos estados espirituales, pero no es la espiritualidad en sí. Todos estamos en la búsqueda, porque sentimos ese vacío interno, la falta de conexión con lo que llamamos Dios, conciencia divina, matrix, o conciencia colectiva”.
Desde la práctica Zen, la espiritualidad hace parte de los cuatro nutrientes primarios. Mientras que no se nutra esa parte siempre existirá un vacío, no habrá paz. Ahora bien, ¿cómo podemos nutrirnos? La entrenadora reflexiona diciendo: “hablamos de conciencia del SER que está compuesto por cinco agregados: cuerpo o forma, sensaciones y emociones, las percepciones sensoriales, las formaciones mentales y la consciencia”.
Además, la practicante de Plum Village es enfática al decir que lo equivalente a esa oración que propone Ignacio Larrañaga, para ella es la meditación, que es permitir a la mecánica del pensamiento estados de pausa y silencio para conectar con el yo divino, con esa esencia silenciosa pero muy potente que tenemos dentro. Por eso afirma: “la conexión desde mi práctica se hace desde estados de silencio, de conexión con la naturaleza, de observación y contemplación, también al reconocer las emociones agradables, desagradables o neutras acogiéndolas para poder transformarlas. Es una práctica donde empiezas a verbalizar y a comunicarte desde el amor, de la compasión para esto hacemos ejercicios de práctica, para ir mejorando en ese sentido”.
Ximena asegura que debemos trabajar nuestros pensamientos, nuestras emociones, la palabra para comunicar sin toxicidad, los movimientos en el cuerpo para relajar tensiones, y empezar a cultivar la práctica selectiva de las ocho semillas de atención plena: la atención plena al momento presente, la concentración, la claridad (visión correcta o intuición que tiene que ver con un hábito consecutivo de silencio), trabajar el pensamiento, la palabra, las acciones correctas, el esfuerzo correcto o la voluntad y la vocación (que tiene que ver con los dones y talentos).
Esto para poder encarnar en presencia la sabiduría con humildad y compartir con coherencia la espiritualidad que hemos desarrollado, reconociendo en uno mismo los cuatro elementos del amor verdadero, (el amor bondadoso, la compasión, la alegría y la libertad), pues si no están, no hay amor realmente.
Por último, la entrenadora explica que el Mindfulness es una forma de vida, donde instalas en tu vida cotidiana la consciencia en cada acto, pensamiento, palabra o emoción, para interactuar contigo mismo y con el otro desde cada una de estas virtudes.
Meditar es un puente con el más allá
Por su parte, Ricardo Valbuena hizo dos años de estudios interno en Bihar School of Yoga en la India y cuenta con 25 años de experiencia como practicante e instructor en India, Marruecos Irlanda, Inglaterra, Estados Unidos y ahora en Colombia se une a esta reflexión.
De acuerdo con Valbuena el yoga que enseña es integral, pues trabaja todos los aspectos del ser humano físico, mental, espiritual y emocional. De hecho, la palabra yoga en su lengua original “sanscrito» significa la unión de todos los aspectos de nuestro ser, con la divinidad del SER. Con pesar agrega: “en occidente solo conocemos la parte física del yoga y eso es lo más elemental.”
La propuesta de Ricardo es trabajar todos los niveles para no ser esclavos del cuerpo, pues la parte física es esencial para mantenernos en buenas condiciones, pero debemos concentrarnos en las prácticas más elevadas de yoga de meditación, respiración, concentración, descubrir quiénes somos realmente y trascender la mente. Una vez contamos con una salud perfecta, se trabaja en prácticas de relajación para soltar todo tipo de tensión y stress que son prevalentes en nuestra cultura y sociedad, darnos un descanso consiente en nuestra vida.
Ricardo escoge para sus pupilos una experiencia en hoteles que conjugan sus servicios con la bioreserva, una bella fusión de relajación y naturaleza. El paquete incluye ejercicios de respiración que ayudan a aumentar la fuerza pránica, que es el sustento de la energía misma. Al lograr un alto nivel en esta energía vital, simultáneamente todas las prácticas de respiración tienen un efecto en la mente, en la concentración, que constituyen un portal directo hacia otros estados más elevados de meditación. Solo así se logra aquietar la mente.
Asimismo, el maestro de yoga explica: “más allá de la mente está el silencio eterno que es la verdad de nuestro ser.
Como decía el gran sabio, poeta, místico persa del siglo XII Rumi: “el silencio es el lenguaje de Dios, todo lo demás es una pobre traducción.”
Valbuena reitera que a través de la meditación se logra una conexión con el silencio más allá de los pensamientos y de la cháchara interna, porque nos conectarnos con la voz de la Divinidad en cada uno de nosotros. En ese silencio nos encontramos con la verdad de cada uno de nosotros, la paz, el bienestar y esa felicidad que en vano buscamos en el mundo externo, con adquisiciones, logros, éxitos transitorios que están destinados a la impermanencia.
Para concluir, Ricardo expresa: “lo único real y permanente es la presencia divina en cada uno de nosotros, este es el objetivo de las prácticas que enseño a mis alumnos tanto en clases privadas, como grupales y en mis talleres.”
Fotos. ASUIMAGENSTOCK – Archivos Ximena Villamizar- Ricardo Valbuena (Foto blanco y negro tomada durante su estadía en la Bihar School of Yoga en la India )
Contactos: Ximena Villamizar: wakeupcolombia@gmail.com -Ricardo Valbuena: rvalart@gmail.com
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