Doris, una tímida joven wuayúu a quien el universo onírico le revela que es el momento preciso para hacer el segundo entierro de su prima María Úrsula, es la protagonista principal del documental Lapü. El silencio de la noche es el cómplice perfecto para tratar de entender ese ritual de exhumación que realizan los indígenas de La Guajira, y que está reservado exclusivamente a las mujeres de linaje materno.
¿Miedo? ¿Preocupación? ¿Ansiedad? Los ojos de Doris son luceros que iluminan la imaginación del espectador que descubre, paso a paso, la separación del alma y el cuerpo que inicialmente descansa en Jepira, pero que luego de varios años requiere un desentierro que dura cerca de cinco días al vaivén de sacrificios de chivos, ‘chirrinchi’ o whisky. Sin embargo, los directores, César Alejandro Jaimes y Juan Pablo Polanco, nos involucran en el ritual que debe asumir la protagonista antes, durante y después de tomar los restos de María Úrsula.
La narración, lenta pero mágica, se interrumpe por el ruido incesante del viento, los grillos de noche y los chivos que conviven en el parsimonioso ambiente de la ranchería. Las sabias palabras de la abuela de Doris nos adelantan lo que será el adiós definitivo de María Úrsula, quien estaba destinada a terminar con su propia vida. Doris deberá arrancar primero la cabeza de la difunta y envolver en una sábana blanca los demás restos. Luego, en una vasija de barro, llevarla a la casa para velarla en un chinchorro en medio del llanto de los familiares.
El encuentro con el más allá que plantean los directores Jaimes y Polanco es impecable porque no se pierde el más mínimo detalle: se percibe la ausencia, el dolor, la nostalgia y hasta un remordimiento por dejar partir a un miembro de la ranchería al encuentro con un alijuna o forastero. Doris habla con su prima y esa conexión espiritual que las une, refuerza la importancia del segundo entierro.
Acostada en un ‘chinchorro’, Carmen, madre de Doris, le aconseja: “al amanecer tienes que alimentarte bien, no puedes hacerlo junto a los invitados, vuelves a comer cuando tu cuerpo lo pida, ya sea carne seca de chivo, o de ovejo. Solo puedes comer de la carne que te den, sin llenarte porque te da diarrea y podrías enfermarte. Debes tomar un poco de aguardiente después de sacar los restos. Si sientes necesidad de llorar puedes hacerlo, pero antes de sacar los restos. Si recuerdas a tu prima hazlo, pero solo cuando eran niñas y jugaban, de lo contrario no la recuerdes”.
Carmen continúa diciendo: “sentirás como si te asustaran y debes estar preparada para cuando esto suceda. Si te quedas dormida tendrás pesadillas con los restos que sacaste. No debes comer queso, ni arepa, tampoco dormir, nuestro deber es no dejarte dormir el resto del día y toda esa noche. Lo harás cuando regreses a casa. Así no quedes afectada por sacar los restos, hay que cuidarte, al terminar no puedes hacer nada, solo reposar. Permanece en el chinchorro cerca de los restos mientras los demás lloran. Todos preguntarán quién fue la muchacha que sacó los restos”.
La magia del wayuunaiki
César y Juan Pablo son amigos de infancia, colegas, y cómplices no solo en la búsqueda de misterios del más allá, sino en la preservación de una lengua como el wayuunaiki. La idea de rodar Lapü (sueño) nació después de asistir, en Palenque, al ritual funerario llamado Lumbalú. Sin embargo, conocieron lo que hacían los wayúu y prefirieron embarcarse en La Guajira.
Jaimes confiesa que llegaron prevenidos porque les habían dicho que era una cultura muy cerrada, pero el caluroso recibimiento de la familia González en Maicao acabó con las barreras y estereotipos culturales. Sonriendo relata: “nos sentimos perdidos con el wayuunaiki, pero fue una experiencia maravillosa. Hubo una conexión con las expresiones, los largos silencios, los personajes hicieron muchos diálogos improvisados, hasta que vimos la traducción conocimos en detalle las conversaciones. Una cosa fue la película que teníamos concebida y otra el resultado que obtuvimos con este universo de palabras”.
Durante el rodaje de Lapü, Cesar y Juan Pablo alcanzaron a grabar un par de frases como: jamayaa pia (cómo estás), souuuy kay, (buenos días) y siguen admirando esta lengua amerindia, al igual que las tradiciones wayúu, para ellos es más importante rescatar un tema tan trascendental como es la muerte, en lugar del trillado argumento del narcotráfico en La Guajira, que tanto venden las películas y series colombianas.
El desentierro de María Úrsula fue real, pero el encuentro con ‘La Piache’, quien es la intermediaria entre el espíritu de la enfermedad, las desgracias y los espíritus de los ancestros muertos, no estaba contemplado en la versión original del documental. César explica: “Doris vive en Maicao, es una joven que está expuesta a la tecnología y a los acontecimientos del mundo occidental, y a pesar de respetar sus creencias no creía necesario ir a visitar a ‘la Piache’, pero emocionalmente la afectó tanto remover los restos de su prima, que pidió sanarse como lo hacen sus paisanos y por eso grabamos esta escena”.
La Piache atiende a Doris y le explica que los espíritus de sus abuelos dicen que se debe sanar con medicina wayúu. Para los realizadores de Lapü también hay un mensaje: los espíritus autorizan la filmación de la película y dar a conocer sus tradiciones al resto de la humanidad.
Un diálogo entre dos culturas
Lapü es un acercamiento a las tradiciones wayúu, pero va más allá de la importancia de los sueños. Para Juan Pablo es un diálogo entre dos culturas que conviven en un mismo país, pero viven en un choque constante, por eso explica: “seguimos viendo a los indígenas como algo muy lejano. No los conocemos. Por ejemplo, en las casas de interés social que entregó el Gobierno en La Guajira, no se pueden colgar chinchorros y entonces ellos no usan esas viviendas”.
Por eso Polanco celebra iniciativas como el hospital multicultural en Nazareth, corregimiento de Uribia en la Alta Guajira, fundado por Luis Ramiro Uribe, que inició con 30 camas, 24 chinchorros, seis puestos de salud y 140 trabajadores. Allí, Piaches y médicos occidentales se unen para sanar a los indígenas. Entusiasmado, el realizador agrega: “es un diálogo de tú a tú, en donde cada uno aporta lo que sabe.
Este documental fue galardonado el pasado 17 de mayo con el segundo premio de la sección Fugas, de la 16° edición del Festival DocumentaMadrid, España. Además, ha tenido un par de presentaciones privadas, pero solo hasta el 31 de octubre se estrenará en las salas de Bogotá, Medellín y Pereira.
Aunque existe una gran expectativa por la respuesta del público, Juan Pablo no olvida la primera proyección en Maicao en casa de Carmen González, y emocionado relata: “éramos como 50 personas y vimos a su madre escurrir las lágrimas con su manta durante la escena del velorio. Fue increíble comprobar toda la concentración que necesitó Doris al estar rodeada de tantas cámaras, pero su actuación fluyó muy natural, al igual que sus diálogos, por eso queremos hacer otra función especial en La Guajira».