“La democracia debe guardarse de dos excesos: el espíritu de desigualdad, que la conduce a la aristocracia, y el espíritu de igualdad extrema, que la conduce al despotismo”. Esta famosa frase del filósofo y jurista francés Charles Montesquieu me parece propicia cuando se trata de hablar sobre el reciente triunfo del plebiscito en Chile, en el cual un 78,27 % de la población aprobó la decisión de cambiar la Carta Magna.

Para celebrar este hecho sin precedentes en el país austral, desde Montreal Osvaldo Núñez Riquelme, abogado chileno, primer diputado federal de origen latinoamericano elegido en Canadá, defensor de los derechos de los inmigrantes, ex presidente del Comité Chile somos todos y autor del libro De Chile al parlamento de Canadá, comparte su opinión con el profesor ítalo venezolano Juan Rossi, licenciado en historia en la universidad de Pisa en Italia, especializado en historia de Europa y con diplomado en Estudios Políticos Contemporáneos.

Inicialmente, Núñez Riquelme manifiesta que el resultado de este plebiscito obedece al elevado descontento en la población por las enormes desigualdades económicas y sociales que Chile ha sufrido desde hace muchos años, pues a pesar de que ha tenido una macroeconomía bastante buena, que sus tasas de crecimiento han sido elevadas, de tener, después de Uruguay, el mayor ingreso per-capital en América Latina, no ha sabido distribuir bien su riqueza.

Asimismo, el abogado chileno recalca que la Constitución actual que data de 1980 consagra al Estado con un rol muy pequeño, que lo reduce a ser subsidiario del sector privado, el cual ha venido acaparando los sectores que normalmente en otros países son responsabilidad del Estado, como es la salud, la educación o las pensiones, así los hospitales públicos atiendan a la gente más desamparada, no hay recursos, por eso los mejores médicos prefieren ejercer en el sector privado. Con tristeza, Núñez Riquelme añade: “ser anciano es sinónimo de pobreza en mi país de origen, en Canadá puede haber pensiones privadas, pero el rol principal le corresponde al Estado, por ejemplo, la mesada pensional pagada por Ottawa permite vivir una vejez más o menos digna y aunque no es como quisiéramos es una lucha que seguimos dando.

En Chile, contrario a lo que vemos por ejemplo en Quebec, el Estado subvenciona la educación privada y solamente el 30% de niños chilenos estudian en escuelas públicas. Yo recuerdo que cuando estaba en Chile, era gratuita la educación superior, por eso pude estudiar, pues provengo de un sector muy pobre, pero ahora se debe pagar y los más ricos son quienes obtienen los mayores títulos, concentrando mucho más la riqueza. Esto hace que Chile sea uno de los países más desiguales en América Latina, y no lo digo yo, sino un informe de la OCDE”.

Una Constitución moderna, solidaria e inclusiva

Osvaldo llegó a Canadá en el año 74 huyendo de la persecución de la dictadura de Pinochet, como el resto de sus coterráneos inmigrantes de la época, algo que nadie olvida, por eso siguen luchando en el exilio para que haya una sociedad en donde se respeten los derechos humanos, exista más igualdad social y económica, que permita a los más pobres ser protegidos por el Estado. Con seguridad expresa: “rechazamos el legado de Pinochet de la última constitución en 1980 porque fue impuesta por él, cuando estaba en el poder, y ha habido algunas reformas, pero son menores”.

Núñez Riquelme señala que la constitución antigua todavía consagra deberes casi omnímodos para las fuerzas armadas otorgados por Augusto Pinochet, los cuales nunca se han podido desposeer, pues ellos tienen voz y decisión en los grandes asuntos nacionales. También, la policía tiene mucho poder, cuenta con su propio presupuesto, que es muy elevado, lo cual ha incidido en que haya mucha corrupción, sin mencionar el fuerte desprestigio que ha sufrido la clase política. Sonriendo recuerda: “cuando yo era diputado en Ottawa iba a Chile y comparaba mi sueldo con el de mis homólogos y ellos ganaban más que yo, que vivía en un país mucho más rico. Chile tiene US$ 23 mil dólares, y Canadá US$ 45 mil dólares, per cápita al año.

No obstante, tenemos que mirar al futuro, porque la Constitución de Pinochet, no consagra los derechos más importantes, que hasta la Constitución de Colombia de 1991 lo hace como es proteger la vivienda, el trabajo, la salud, las pensiones, todo esto son derechos asignados en la Carta Magda. Además, en Chile tenemos dos cámaras y una de las cosas que se van a discutir es si a lo mejor un régimen unicameral es más apto, o adaptado a las nuevas realidades. No hay que olvidar que hay un Tribunal Constitucional que actúa como una tercera Cámara y puede declarar inconstitucional cualquier propuesta y lo ha hecho, pues las leyes más progresistas de Michelle Bachelet, Ricardo Lago, o Eduardo Frei muchas de ellas fueron declaras inconstitucionales y no pudieron aplicarse”.

Osvaldo es enfático al afirmar que uno de los grandes vacíos de la Constitución de 1980 es que no reconoce a los pueblos originarios, mientras Constituciones como la de Colombia sí lo hacen. Igualmente, no incluye los tratados internacionales, que se refieren al medio ambiente, o a los derechos humanos, lo cuales se violaron durante 17 años de dictadura. Sin ocultar su descontento dice: “lamentablemente, ahora en este régimen de Piñera también se están violando, lo cual se puede constatar en los informes de las Naciones Unidas a nivel América, o con la misión canadiense American Watch, que fue hace poco a Chile y observó que la policía no los respeta. Así el presidente no quiera violar los derechos humanos, no controla este flagelo, no hay un control cívico, o civil sobre los militares”.

Por otra parte, cabe destacar que la Carta Magna actual de Chile no habla de la igualdad de género, cuando en todas las Constituciones actuales se reconocen los derechos de las mujeres, pero en Chile no, el exdiputado federal agrega: “ahora hay un movimiento feminista muy desarrollado con repercusión internacional incluso aquí en Montreal las jóvenes han tratado de imitarlas. La mayoría de los chilenos rechaza esta Constitución y no solo son las fuerzas de izquierda, o de centro, hay sectores que coinciden con este sentimiento, como la derecha democrática, todos excepto los Pinochetistas que son inflexibles”.

Al tocar el tema de la pandemia, Núñez Riquelme asegura que como el 10 % controla la riqueza nacional y la inmensa mayoría vive en la pobreza, con la llegada del covid-19 se ha empeorado esta situación y la Constitución existente no permite que se hagan los grandes cambios que la sociedad exige. Consternado agrega: “Piñera venía adelantando un programa para disminuir los gravámenes, algo inimaginable porque Chile es uno de los países en donde los ricos pagan menos impuestos. Hay muchos que están invirtiendo su dinero en otras partes, incluso en Colombia, o aprovechando paraísos fiscales en las islas del Caribe, como es el caso del presidente Piñera, uno de los chilenos más adinerados”.

Mostrando mucho optimismo, Osvaldo espera que a través de la nueva Constitución la diáspora chilena pueda tener voz en el exterior, que se abra la posibilidad de elegir a sus propios parlamentarios, tener derecho al sufragio, como pueden hacerlo los italianos, franceses y hasta los ecuatorianos, todos están a la vanguardia pueden votar por sus candidatos desde el exterior, menos Chile. Con entusiasmo el abogado agrega: “debe existir en la nueva Constitución un marco jurídico para que se respeten los derechos humanos, el Estado debe tener más preponderancia, poder e importancia y los pueblos indígenas deben estar reconocidos también”.

El descontento va a seguir

Al igual que muchos presidentes, Sebastián Piñera no es monedita de oro para caerle bien a todo el mundo, por eso, sin dudarlo, Osvaldo explica que el primer mandatario de Chile es una especie de dictador pequeño, no como Pinochet, porque eso sería demasiado decir, pero Piñera tiene derecho a veto en todas las leyes, así el Congreso quiera modificar algo para beneficiar a una pequeña parte de la población, como el ajuste del salario mínimo. Si lo hace, el Tribunal Constitucional lo puede declarar inmediatamente inconstitucional.

De esta respuesta se deduce que no hay certeza total sobe si Piñera pueda garantizar que se cumpla con todo lo que se vaya a establecer en la nueva Constitución. Sin sorprenderse por este cuestionamiento Osvaldo confiesa: “no hay posibilidad alguna, si tenemos en cuenta que toda su fortuna la hizo durante la dictadura de Pinochet, de hecho, la línea aérea LAN era del Estado, se privatizó y Piñera fue el principal comprador. Las Constituciones duran generalmente 50 años, no se sabe quién va a estar en el poder, podría ser un presidente progresista y lo ideal es que existan contra poderes, que el futuro mandatario esté controlado, de lo contrario no sabríamos esto a dónde podría llevarnos”.

Y hablando del futuro, una luz de esperanza aparece en la voz de Núñez cuando se refiere a lo que está por venir, por eso explica: “ahora se deben elegir a esos 155 miembros de la Convención Constituyente, quienes redactarán la nueva Constitución, y lo más importante es que estará compuesto por 50 % de mujeres y 50 % de hombres. Los integrantes serán elegidos en abril de 2021, tendrán nueve meses prolongables hasta un año para la elaboración y después ese texto se deberá aprobar a través de un nuevo plebiscito. Será un proceso largo, difícil, en donde se medirán las fuerzas, pues los más privilegiados tienen el poder político, controlan los medios de comunicación y son los propietarios de las grandes empresas.

Si no hay un verdadero cambio en la Constitución, el pueblo no se va a calmar. No veo que vengan tiempos pacíficos, van a seguir las movilizaciones en las calles, las manifestaciones en la Plaza de la Dignidad de Santiago de manera masiva. Queremos que la nueva Constitución asegure que haya más democracia, que sea más desarrollada; que exista un equilibrio económico, pues Chile es bueno para quienes tienen mucha fortuna, pero es malo para los que carecen de una pensión, o viven de sueldos miserables. Piñera termina su mandato a principios del 2022 y no hay reelección, necesitamos un presidente que aplique íntegramente los cambios de la nueva Carta Magna.

La nueva Constitución debe declarar que el pueblo es soberano, que puede incluso exigir que un presidente o un senador se vaya por corrupción, o por atentar contra las normas fundamentales de una sociedad. En Colombia ustedes tienen un defensor del pueblo, aquí tenemos el protecteur du citoyen Québec, pero en Chile no existe esta figura. En realidad, todos los ciudadanos tienen derecho a protegerse contra el Estado, contra el abuso, debe existir igualdad y oportunidad para todos”.

El sistema chileno está desgastado

Desde Caracas, el profesor Juan Rossi coincide al señalar muchas de las falencias que contiene la actual Constitución chilena, pues considera que lo ocurrido en 1980 fue una transición inconclusa, por eso cree que esta Convención Constitucional, compuesta por 75 hombres y 75 mujeres, quienes tendrán la misión de la nueva Carta Magna, o termina por dividir a la sociedad chilena o definitivamente la une para cerrar esa brecha que sigue abierta desde la salida de Pinochet en 1989.

Rossi explica: “el resultado de este plebiscito demuestra que la sociedad chilena está asqueada de la política, porque si participó un 43 % del electorado y lo comparamos con lo que sucedió en Italia, donde un 52 % se presentó a las urnas para apoyar el referéndum, significa que la ciudadanía está bastante alejada de sus dirigentes. La gente quiere distanciarse de toda la heredad política de la dictadura de Augusto Pinochet, así muchos pinochetistas defiendan de soslayo este legado, porque saben que si lo hacen de frente podrían herir muchísimas susceptibilidades en la sociedad”.

Sin embargo, para el profesor Rossi lo que está sucediendo en Chile no tiene nada que ver nada con esa expresión de violencia que se vivió en el 2019, cuando unos vándalos causaron destrozos en estaciones del metro y centros comerciales tanto en Santiago, como en otras ciudades. Con un gesto de rechazo dice: “el hecho de querer un cambio no significa que haya vandalizar un país, esto es una estrategia liderada por una minoría pagada por Gobiernos foráneos que desean desestabilizar el sistema democrático chileno.

Estoy convencido de que Chile quiere avanzar hacia el futuro, deslastrarse de su pasado dictatorial, pero tenemos que prestar atención a lo que va a suceder, porque el electorado escogió una Convención Constitucional compuesta por 150 delegados con una igualdad de género, lo que confirma que el país austral es un faro de luz esplendoroso dentro de la política latinoamericana, independientemente de sus problemas”.

No se trata de redistribuir la riqueza


En su análisis, Juan Rossi es enfático al afirmar que el sistema económico chileno es liberal, muy salvaje, parecido al de Estados Unidos, y su ideal es avanzar hacia el estilo de una sociedad canadiense, un país o un Estado social, más no socialista, que les brinde una seguridad social, un sistema de salud pública, una educación gratuita y proporciones un sistema de pensiones de buen nivel, algo que en Chile no existe, pues este es privado. Además, el sistema de salud pública no funciona bien y para acceder a los servicios privados se debe tener un seguro.

No obstante, el experto historiador  advierte que tanto el pueblo chileno, como sus electores, deben estar atentos para no dejar colar elementos de la extrema izquierda desestabilizadores que intenten llevar esta Constitución a un extremo para tratar de convertir al país en socialista, aunque considera que los partidos que integran la coalición de Nueva Mayoría, los cuales llevaron a Sebastián Piñera al poder están muy claros en esto, así el sistema político esté bastante atomizado en partidos de centro derecha y centro izquierda.

Estos partidos se han alternado el poder desde la salida de Pinochet en 1989 primero se llamó la Concertación, después Democracia Cristiana con presidentes como Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos Escobar. Luego Michelle Bachelet Jeria (Socialista) y el gran cambio con Sebastián Piñera Echenique (Renovación Nacional). Después se han intercalado el poder Bachelet y Piñera, incluso la Concertación cambió de nombre por Nueva Mayoría, porque se consideró que esta coalición ya estaba desgastada.

Después de hacer este breve recuento, Rossi afirma sin titubear: “para mí, la democracia chilena necesita oxígeno, un sistema político nuevo, democrático, alternativo representativo y el mejor sistema de Gobierno que puede existir y deberían conservar es el presidencialista de cuatro años y deberían permitir una sola reelección por cuatro años más y basta. Es muy interesante en lo que puede convertirse una Nación completamente desarrollada, teniendo en cuenta todo el potencial económico que posee, pero la clase política necesita reconciliarse con la ciudadanía, ante todo con los jóvenes, quienes son el motor que ha obligado este cambio.

Pero hay que tener mucho cuidado con lo que es la redistribución de la riqueza, lo cual no puede estar en ninguna Constitución de un país democrático, porque cada uno tiene lo que le pertenece. Si se llega a incluir en una Constitución, un tema relacionado con expropiaciones, confiscaciones sería una retaliación. La Carta Magna debe ser democrática que permita construir un país mejor, no a destruir lo que ya está construido.

Chile tiene una extraordinaria base económica y social sobre la que se puede levantar un país mil veces mejor de lo que es y superar estos problemas de descontento general. No creo que una retaliación, ni distribuir riquezas deban ser abordadas en la Convención Constitucional, se debe propender por algo más representativo, alternativo, estable y sólido que represente todos los sectores de la sociedad, sin recurrir a viejos esquemas de represalias, de orden marxista leninista o de extrema derecha todo se debe dar dentro de la democracia tradicional occidental”.

¿Y el pasado allendista?


Si bien todos los titulares de prensa se enfocaron en un triunfo que de un plebiscito que rechazaba el legado dictatorial de Pinochet, el profesor Rossi vas más allá y reconoce que Chile tiene dos pasados a los cuales debe renunciar. Por una parte, a la dictadura que causó una herida profunda en la sociedad chilena, la cual no ha terminado de sanar y con esta nueva Constitución pueden cicatrizarla, pues sigue dividiendo a la sociedad chilena. Por otro lado, existe un rechazo a la historia Allendista, a esos tres años del gobierno de Salvador Allende, marxista confeso y líder del Partido Socialista de Chile, quien transformó la economía a porrazos, hasta despedazarla con sus políticas de extrema izquierda, fuera de contexto. No hay que olvidar este antecedente, produjo el golpe militar orquestado por la CIA y apoyado por aliados pinochetistas como el banquero norteamericano David Rockefeller. Estos dos pasados deben quedar atrás y con esto no le doy méritos a Pinochet, porque fue un dictador que acabó con muchas vidas.

Juan Rossi reitera que el comunismo se debe dejar atrás, para buscar nuevos caminos de desarrollo social, económico y de madurez política, alejado de estas herencias, que son los grandes males que han dividido a la sociedad chilena y remata diciendo: “la redacción de esta nueva Carta Magna puede causarle un freno al aparato económico del país, pues genera incertidumbre en los sectores económicos, la gente estará temerosa, no va a querer soltar dinero a la calle, o invertir. Es un hecho que el crecimiento del PIB chileno será más lento, estará a media máquina durante todo este proceso constitucional”.

Fotos: archivos Osvaldo Núñez Riquelme-  Pixabay

Agradecimientos: Paco Ortiz- Crónica Norte– Montreal- Canadá