A pocos meses de elecciones y la cosa política se mueve con odio hacia la población LGBTI. Reaccionar ante el odio no es fácil, necesitamos la ironía, el peso de la realidad y los aliados del otro lado.

Hace una semana la W Radio invitó a su programa de la noche a un político youtuber cristiano que quiere ser senador. No hubo argumentos. Atacó violenta y personalmente a su opositora por tener pareja mujer. Habló de “mariquinaria”. Repitió que heterosexuales y homosexuales no son iguales, y que hay que remover la basura de la “ideología de género”. De otro lado está el ex procurador Ordóñez –a quien le anularon su elección por corrupto-, que hace unos días sin ningún fundamento acusó y denigró la honra de dos congresistas lesbianas diciendo que promueven sexo entre menores.

Este tipo de artimañas políticas, de odiar y avivar el odio para sumar votos, han sido estudiadas ampliamente. Diría la politóloga belga Chantal Mouffe, que políticos como los mencionados manipulan emociones y crean dentro de la arena política enemigos a destruir en lugar de adversarios electorales. Por su parte, Carolin Emcke, filósofa alemana, nos advierte que el odio no viene dado, no es espontáneo, es toda una estrategia, y por eso debemos descomponerlo en partes y observarlo desde sus estructuras y las condiciones que lo hacen posible.

Pero reaccionar ante el odio no es fácil. Es tan absurdo y tan irracional que nos coge desprevenidos, sin una respuesta rápida y con la inevitable sensación de sentir ese mismo odio de vuelta. Existen otras alternativas distintas al insulto -que es justo lo que estos discursos necesitan para crecer-, que pueden contrarrestar mejor el odio.

Primera. Responder al odio con ironía despersonalizada y amor solidario. Por ejemplo, en Berlín existe un concurso de poesía sobre el odio en donde periodistas se reúnen con grupos de personas a leer en voz alta y de forma irónica cartas de odio enviadas por lectores. No revelan nombres ni hacen burlas personales, su objetivo es atacar el discurso. Al final los espectadores votan por la carta más horrenda. El odio se disipa, se hace impersonal. Otro ejemplo es lo ocurrido luego de la masacre en la discoteca de Orlando. Simpatizantes de una iglesia bautista que tienen como uno de sus lemas “Dios odia a los maricones” quisieron irrumpir con mensajes de odio el funeral de una de las víctimas de esta tragedia. Como respuesta, cerca de 200 personas se unieron vestidas de ángeles y con alas blancas gigantes rodearon la iglesia e impidieron que el grupo homófobo ingresara. Una forma pacífica de reaccionar ante el odio.

Segunda. Responder con narrativas que muestren las terribles consecuencias del odio. Por ejemplo, mostrarle a padres y a madres que su apoyo a candidatos políticos que promueven el odio y la discriminación contra la población LGBTI, promueve también el maltrato que en los colegios a diario sufren niños afeminados o niñas marimachas, o adolescentes con gustos diversos. Que estos menores maltratados, que en muchos casos se suicidan, podrían ser sus hijos.

Tercera. Buscar aliados religiosos que cuestionen estas campañas políticas. La iglesia católica desde hace un buen tiempo dejó de perseguir homosexuales. El papa Francisco ha señalado que no son enfermos, que su identidad sexual diversa no es un pecado, y que incluso debería pedírseles perdón por la forma cómo se les ha tratado. Y aunque en este tema aún existen diferencias entre creyentes y no creyentes, es claro que un gran sector de la iglesia católica no está de acuerdo con el discurso de odio que tanto resuena por ahí en nombre de la religión.

La contienda electoral seguirá ardiendo, pero no por los pecados de los que hablan el youtuber y Ordóñez, sino por el odio que sale de sus discursos. Hay que estudiar y destapar a estos personajes, desbordar nuestra imaginación y continuar estas elecciones ojalá con una campaña contra el odio.

Por: Nina Chaparro

Investigadora de Dejusticia

@ninachaparro