Que las cifras de los homicidios registrados aumenten no necesariamente significa que el problema esté empeorando. Lo que puede suceder es que cada vez conocemos más casos y nos importan más los derechos humanos. Lamentablemente, en este caso sí ha habido un aumento de la violencia letal.

Por: Valentina Rozo Ángel (*)

Fotografía: EFE

El asesinato de líderes sociales en Colombia crea cada vez más indignación. Las personas exigen saber qué está pasando con estas muertes y entender el panorama. Por esto, cada vez son más los análisis que salen mostrando las dinámicas de estos asesinatos: cuántos son, dónde ocurrieron y contra qué tipo de líderes. De hecho, se ha afirmado que es una problemática que va en aumento desde la firma de el Acuerdo de Paz.

Sin embargo, basarse en la información que se publica sobre los registros de asesinatos de líderes para sacar conclusiones sobre las dinámicas del problema es incorrecto. Esto se debe, por ejemplo, a que entre más fuerza toma el tema en el debate público, más son los medios de comunicación que cubren los casos. Lo anterior puede llevar a que el número de homicidios reportados aumente, pero no significa que el número total y real haya aumentado. A este fenómeno se le conoce como “la paradoja de la información” y ocurre cuando el hecho de tener más información sobre violaciones de derechos humanos hace parecer que la situación está empeorando, aunque lo que sucede en realidad es que conocemos más y nos importan más los derechos humanos.

Un ejemplo clásico son los casos de violencia contra la mujer: a medida que este tema se cubre más, las mujeres entienden sus derechos y denuncian más. Esto no quiere decir, necesariamente, que la violencia contra la mujer haya empeorado. Simplemente, que hay más denuncias y más información.

Lo mismo sucede con el asesinato de líderes sociales: no por el hecho de que las cifras de los registros aumenten significa que el problema empeoró. Este reto, sumado al debate frente a los distintos listados de múltiples organizaciones y al debate de quién es un líder social nos motivó a Dejusticia y al Human Rights Data Analysis Group a utilizar un método estadístico para conocer el tamaño de la problemática, incluyendo los casos documentados y los no documentados.

Para esto tomamos el listado de seis distintas organizaciones que llevan su propio registro: Alto Comisionado de Naciones Unidas, Cumbre Agraria, Defensoría del Pueblo, Front Line Defenders, Indepaz y Somos Defensores. Analizamos uno a uno los casos que reportaron y buscamos si habían sido registrados o no por alguna otra de las organizaciones. Tan solo esto implicó un reto, pues el registro varía de muchas formas: la ortografía del nombre, la fecha y el municipio de asesinato. Después de hacer ese trabajo, encontramos que las 6 organizaciones, en su conjunto, reportaron en 2016 el asesinato de 160 líderes sociales. Para el año siguiente 5 organizaciones (sin incluir a Indepaz) reportaron 172 homicidios.

Lo anterior parecería mostrar que la violencia letal contra líderes aumentó entre un año y el otro en 7,5%, pero ¿qué sucede con los casos que no son reportados? ¿el total de los asesinatos, es decir los registrados y los no registrados, aumentó?

Para responder a esta pregunta lo primero que se necesita hacer es estimar el universo para cada uno de los años. Para hacerlo utilizamos un método bayesiano, conocido como LCMCR, que toma los asesinatos que fueron reportados por una, dos, tres o más organizaciones para estimar cuántos pudieron haberse quedado por fuera.

En el caso del asesinato de líderes sociales, las siguientes gráficas muestran las intersecciones de los casos entre organizaciones. El punto de la primera gráfica abajo a la izquierda en D6 muestra que hay 23 casos que fueron reportados únicamente por la Defensoría, mientras que la quinta barra refleja que hay 16 casos que fueron reportados por la Defensoría y por Indepaz, pero no por otras organizaciones.

Lo anterior se conoce como “captura y recaptura”, que es una de las bases de nuestra metodología. La intuición diría que, como las organizaciones coinciden en el mayor número de casos, el universo es muy cercano a lo que están reportando. Ahora bien, esto es correcto siempre y cuando no haya nada que haga que el reporte del asesinato de líderes sea no aleatorio. Sin embargo, hay motivos para pensar que no es así. Por ejemplo, es mucho más probable que las organizaciones reporten el asesinato de un líder en Bogotá a plena luz del día, frente a la probabilidad de reportar un homicidio en una vereda con acceso fluvial. Otro motivo podría ser que las organizaciones reporten los casos de líderes que eran afines a sus ideologías, pero no los que no. Por eso, utilizamos un método que corrige estos dos potenciales problemas.

Al hacer la estimación, los resultados muestran que en el 2016 fueron asesinados entre 160 y 180 líderes sociales, mientras que en 2017 el rango oscila entre 176 y 200. Lo primero que se puede concluir es que hay un subconteo, que podría alcanzar hasta 48 casos que no fueron reportados en los dos años. Sin embargo, los rangos son amplios y cada cifra tiene una probabilidad distinta. Por eso, optamos por utilizar un número conocido como “la mediana”, que minimiza la probabilidad de dar una cifra incorrecta. La mediana en 2016 es de 166, lo que significaría que hubo 6 casos que no fueron reportados. En el 2017, la mediana fue de 185 y refleja el no reporte de 13 casos.

Con estos resultados es posible responder a la pregunta de si los asesinatos de líderes sociales en efecto empeoraron entre un año y el otro. La respuesta es que sí y que, con un 58% de probabilidad,  lo hizo en al menos 10%.

¿Cuáles son las implicaciones de este informe? Primero, reconocer el trabajo de las organizaciones que día a día monitorean estos asesinatos. En inglés hay un dicho que dice que muchas veces el chef se lleva el crédito por lo que hacen los campesinos. Este informe fue posible gracias al trabajo de las organizaciones, que lograron mostrar en conjunto un panorama cercano al real. Una segunda conclusión es que el informe revela que sí hay un subconteo en el número de asesinatos y que la problemática es más grave de lo que las organizaciones logran reportar. Por último, las matemáticas nos demostraron que esta realidad empeoró entre 2016 y 2017.

Pero hay un hallazgo que es la base para todos los anteriores. El hecho de que las organizaciones hagan un trabajo independiente permite utilizar este tipo de métodos estadísticos para enfrentar la paradoja de la información. Por eso, es fundamental que sigan haciendo su trabajo, que sigan monitoreando qué pasa y que lo hagan de forma independiente para que así, al sumar sus esfuerzos, podamos estimar los casos que no se reportan.

 

(*) Investigadora de Dejusticia