Por: María Ximena Dávila C *
En 2004, diez años antes de su emblemático gol contra Uruguay durante el mundial de fútbol Brasil, James Rodríguez, con 12 años, marcaba sus primeros goles en el torneo Pony Fútbol, uno de los más importantes para que niños, niñas y adolescentes puedan encontrar un camino profesional en este deporte. Al igual que James, jugadores como Juan Fernando Quintero o Radamel Falcao tuvieron allí sus primeros triunfos. Como ellos, decenas de niños y niñas desean participar en ligas como esta con el anhelo de poder jugar profesionalmente algún día y, con una mezcla de suerte y esfuerzo, poder llegar también a marcar un gol en un mundial. Este es el caso de María Paz Mora, una niña de 10 años que decidió participar con Dinhos —un equipo mixto conformado por ella y diez niños— en la categoría sub-10 de la liga Pony Fútbol. En octubre del año pasado, María Paz, junto con su equipo, fueron expulsados del torneo a pesar de haber ganado los tres primeros partidos y de ubicarse en el primer puesto de su categoría. La razón fue la “inscripción irregular” de quien jugaba en la posición de arquero: María Paz. Los directivos del torneo pensaron que el hecho de que María Paz, una niña, jugara fútbol con otros niños de su edad era una falta al reglamento y merecía la eliminación del equipo.
María Paz fue recibida en la liga como integrante del equipo Dinhos, jugó más de tres partidos e incluso recibió un carné que la acreditaba como parte de la liga; sin embargo, las autoridades del torneo señalaron que los equipos mixtos, como el de María Paz, estaban prohibidos por el reglamento, pues este solo regulaba equipos masculinos y femeninos y, por lo tanto, la aceptación de María Paz y de Dinhos infringía las normas de la liga. El mensaje fue que si María Paz quería participar debía hacerlo como parte de un equipo de niñas, pese a que siempre había jugado con Dinhos y que para ese momento le era imposible unirse a un equipo femenino que estuviera en la liga.
Sin embargo, el argumento de los directivos del torneo no era razonable ni legal. Como lo demostró el padre de María Paz en una acción de tutela, para el momento en el que Dinhos se inscribió y fue aceptado por Pony Fútbol no existía una prohibición expresa sobre la participación de equipos mixtos. Si bien el reglamento no contemplaba reglas aplicables a este tipo de equipos, lo cierto es que la regulación del torneo no establecía una restricción que aplicara a Dinhos. Por lo tanto, este equipo no había incumplido ninguna norma y no existía un argumento válido para justificar su expulsión. Las acciones de los directivos de Pony Fútbol, entonces, generaron una arbitrariedad contra este equipo y, en particular, un acto discriminatorio contra una niña solo por el hecho de serlo. La eliminación del equipo desconoció el principio de legalidad, según el cual todo acto debe juzgarse con base en una prohibición explícita, válida y previa, y no por el capricho de las autoridades.
La injusticia, además, no solo se limitó a la expulsión de María Paz y su equipo, sino que fue más allá. Los directivos del torneo no aprovecharon esta oportunidad para discutir los beneficios de permitir y regular los equipos mixtos. Si es cierto que la liga sigue los lineamientos de la FIFA, entonces lo más razonable era seguir la recomendación de esta autoridad sobre la promoción de equipos mixtos para niños y niñas menores de 12 años. Según la FIFA, los equipos mixtos en edades tempranas impulsan la creación de ambientes diversos y pueden ayudar a superar la brecha de desigualdad que hoy existe entre los equipos masculinos y femeninos de fútbol. Sin embargo, contrario a esto, lo que hizo Pony Fútbol fue cerrar cualquier posibilidad de que niños y niñas pudieran jugar, ganar y celebrar juntos el fútbol. Para evitar más casos como el de María Paz, en el nuevo reglamento de la liga se incluyó una norma que prohibía de forma explícita la participación de equipos mixtos. La inclusión de esta nueva norma demuestra al menos dos cosas. Primero, que en efecto cuando Dinhos participó en la liga la prohibición aún no existía, lo que hace explícita la arbitrariedad de la liga y la vulneración del principio de legalidad. Segundo, que la prohibición en sí misma es discriminatoria, pues envía el mensaje de que niños y niñas deben permanecer segregados —casi antagonistas— en ámbitos como el deporte, aun cuando está demostrado que, como Dinhos, pueden competir y ganar partidos.
Por todo esto, en la acción de tutela, el padre de María Paz solicitó que la Liga de Fútbol de Bogotá, la Difútbol y la Dimayor tomaran medidas para reparar los agravios causados a María Paz y al resto del equipo debido a su expulsión, pues, aunque los directivos de Pony Fútbol prometieron impulsar acciones que contrarrestaran el daño, hasta ahora no han cumplido ninguna de sus promesas. Este año la acción de tutela llegó a la Corte Constitucional y la decisión final se sabrá en algunas semanas. En lo que sería una decisión justa, la Corte tendría que reconocer que María Paz fue discriminada por su género, pues al momento en el que ella y su equipo fueron aceptados y avalados por el torneo no había norma que prohibiera la participación de Dinhos.
El caso de María Paz es una prueba de que la desigualdad de género es uno de los problemas más apremiantes del mundo del fútbol y que no solo aqueja a las jugadoras profesionales, sino que se trata de un mal que también perjudica a aquellas que están empezando su carrera. En medio de la euforia por la gran acogida y éxito del mundial femenino de fútbol, este es un caso que nos recuerda la precariedad de la situación de las mujeres en este deporte y la discriminación a la que están sometidas todos los días. Nos recuerda que las jugadoras no solo deben ver sus sueños truncados por motivos de acoso, violencia, austeridad o promesas incumplidas, sino que la discriminación y la arbitrariedad no distinguen en edad ni contexto.
Aunque muchos casos de discriminación de género en el fútbol quedan impunes, la decisión que puede tomar la Corte Constitucional genera la ilusión de que, por primera vez, un alto tribunal del país se pronuncie sobre un tema que solo hasta los últimos años ha roto el silencio que lo rodeaba. Esta Corte tiene la oportunidad de construir un precedente judicial que mejore las condiciones de las mujeres en el escenario del fútbol y que reconozca la desigualdad estructural que enfrentan las futbolistas. Esperemos que no la deje ir.
* Investigadora de Dejusticia