*Por Juan David Cabrera Arocha
Recientemente se celebró en Estados Unidos el día de Martin Luther King Jr. Si bien podría escribir sobre su punzante crítica contra capitalismo, o sobre las razones por la que obtuvo el premio Nobel de Paz en 1964, prefiero escribir sobre la carta que escribió King durante su estancia en la cárcel de Birmingham, Estados Unidos, en 1963, y sobre cómo ésta resulta más que relevante para la actualidad colombiana. Vale la pena recordar que King fue encarcelado en Birmingham, Alabama, una de las ciudades con mayor segregación y discriminación racial en el Estados Unidos de la época, por protestar contra el trato que sufrían los negros.
En la carta, King manifiesta su desconfianza ante los blancos moderados de su época, quienes desaprobaban sus propuestas que buscaban una plena libertad para los negros. Opinaban los moderados, que tal vez no era el momento aún para hacer una lucha contra la segregación y la discriminación racial, como si la libertad y la igualdad pudieran esperar, y que los métodos de acción directa pacífica, liderados por King, no eran adecuados. King prefería a los blancos radicales, quienes no ocultaban en lo mínimo su racismo, que a los moderados, quienes preferían el orden a la justicia.
Aquí, el punto fundamental de King es que los moderados prefieren una paz negativa, libre de las tensiones sociales que pueda generar una acción directa pacífica, donde el excluido acepta pasivamente su situación, que una paz positiva, en la que efectivamente se ha construido una sociedad justa, en la que cada ser humano tiene un valor y dignidad reales. King remata explicando cómo la acción directa pacífica no es la causante de las tensiones, las tensiones ya estaban allí por la exclusión de algunas poblaciones, y la acción directa solo saca las tensiones a la luz.
En nuestra Colombia, cuarto país más desigual del mundo, donde por lo menos el 27% de los colombianos vive con menos $300.000 pesos al mes, algunos moderados prefieren una paz negativa, libre de las tensiones que puedan causar acciones directas pacíficas como marchas, manifestaciones o paros. Tal vez prefieren no ver manifestantes en las calles exigiendo que se proteja la vida de los líderes sociales (muchos de los cuales son negros o indígenas), o que el derecho a la salud sea universal y gratuito, o que se den garantías de seguridad social y condiciones laborales dignas a trabajadores en condición de precariedad.
Muchos seguramente prefieren no tener que soportar marchantes pidiendo que se cumpla con la reforma rural integral (parte del acuerdo de La Habana), con lo que disminuiría la excesiva concentración de la tierra en pocas manos, ni ver a jóvenes luchando por la protección del medio ambiente.
Varios tal vez prefieren esa paz negativa de la que nos habla Martin Luther King Jr., en la que el excluido de siempre acepta pasivamente su lugar en la sociedad, que la paz positiva, en la que hay una Colombia más justa para todos.
*Investigador de Dejusticia