*Por Nina Chaparro y María Ximena Dávila
La filosofía es otro de esos campos históricamente dominados por hombres que ha dejado en la sombra a un sinnúmero de mujeres. Conocemos a los famosos griegos como Sócrates, Platón y Aristóteles, a los famosos europeos como Nietzsche, Foucault y Agamben, a los famosos latinoamericanos como José Martí y Andrés Bello, pero escasamente escuchamos hablar de la boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, de la india Gayatri Spivak, de la estadounidense Angela Davis o de la española María Zambrano.
Que las mujeres filósofas no tengan protagonismo en nuestros libros del colegio o en la lista de lecturas de la universidad no es circunstancial. Como en otros campos, a las mujeres se les ha prohibido participar de estos espacios, e incluso, cuando lo hacen, son burladas o ignoradas por incluir sus voces. Esta fotografía internacional no es ajena a nuestra realidad. En 2018, el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional abrió un concurso para contratar un profesor de planta y, ya teniendo 17 hombres versus 1 mujer, decidió contratar a otro hombre más. La Universidad omitió tomar cualquier medida que remediara esta disparidad de género, tal como lo denunciaron las más de 200 mujeres pertenecientes a la Red Nacional de Mujeres Filósofas.
A pesar de esta resistencia académica de incluir mujeres en la filosofía, debido a la brillantez y riqueza que aportan a la disciplina, ha sido inevitable que sus voces empiecen a sobresalir en nuestros libros, revistas, simposios y pensamientos. Una de esas muestras es el reciente Suplemento No. 5 de la ‘Revista Ideas y Valores’, una de las revistas de filosofía mejor ranqueadas del país.
Este suplemento, que se puede descargar en la página web revistas.unal.edu.co, reúne ocho escritos de mujeres filósofas colombianas que nos hablan sobre las violencias que ocurren en nuestro país. Así, María del Rosario Acosta, María Victoria Uribe y Flor Emilce Cely nos llevan a reflexionar, desde distintas perspectivas, sobre la memoria y el trauma que dejan los hechos atroces de la guerra y, más allá del psicoanálisis, cómo abordarlos desde otros lugares como la escucha del cuerpo. Laura Quintana nos invita a repensar el sentimiento del resentimiento como una necesidad ético-política de elaboración del daño. Camila de Gamboa nos introduce en un tema lastimosamente vigente: cómo hacer políticas de memoria y sus retos institucionales en gobiernos como el colombiano. Tatiana Rincón-Covelli nos muestra cómo la justicia transicional puede ser una oportunidad para decirle «Nunca Más” al acto atroz de la violencia sexual y, desde ahí, cómo transformar aquellas condiciones que la sostienen y la perpetúan en la cotidianidad. Beira Aguilar nos ayuda a pensar en el real efecto reparador que tienen las políticas de reparación en el caso del campesinado desplazado o despojado. Finalmente, María Luciana Cadahia nos saca de este mundo para llevarnos a repensar la tragedia griega y la figura de Antígona desde distintas interpretaciones -incluido el feminismo-.
Tener la oportunidad de leer en un solo documento a estas ocho mujeres, varias de las filósofas más importantes de Colombia, hace de este suplemento un motivo de orgullo. En cada uno de estos artículos, absolutamente bien escritos, rigurosos, ingeniosos e inteligentes, es posible encontrar eso que hace a la filosofía una de las disciplinas más apreciadas: la creación o modificación de los conceptos sobre los cuales pensamos. Este suplemento nos recuerda a esta sociedad machista, una y otra vez, que mujeres filósofas sí hay.
* Investigadoras de Dejusticia