Bueno, es una pregunta que a muchos se les ha cruzado por la cabeza pero pocos se atreven a aceptar que esta triste realidad se acerca. Como cada cuatro años, adaptamos nuestras vidas para ser extremadamente productivos en las horas previas, resolvemos emergencias en los intermedios y discutimos los resultados de la jornada en las horas posteriores a cada partido, pero cuando salte Shakira a la cancha nos entrará un vacío existencial sin importar quien gane la copa, porque al fin y al cabo este ha sido el mejor Mundial en la historia de nuestro país.

Es muy probable que el planeta entero recuerde este campeonato como el Mundial en el que Costa Rica eliminó a Italia, Inglaterra y Grecia. En el que España, el mejor jugador del mundo y el entrenador mejor pagado, se regresaron derrotados sin pasar de primera ronda y ni hablar del sello imborrable que dejará el mordisco de Suárez.

De Colombia con suerte recordarán la actuación del jugador con mayor edad en participar de una copa del mundo, probablemente el mejor gol del campeonato (el de James contra Uruguay aunque el de Japón es una maravilla) y el polémico arbitraje que condujo a la lesión de la figura del equipo local.

Pero de nuestra cabeza jamás podrán borrar la ilusión que se creó desde ese agónico empate contra Chile en Barranquilla, la desilusión con la noticia de la lesión de Falcao, las lágrimas de oír el himno cantado a cappella, los gritos por cada gol que nos acercaba a romper la historia, la ovación de respeto con la entrada de Faryd, la sensación de tener el mejor jugador del mundo y el instinto paternal de todo un país con ganas de adoptar a un argentino que nos permitió después de cientos de años de guerra y división, unirnos bajo un mismo sueño.

Los colombianos sabemos perfectamente cómo hacer inmortales estos recuerdos. Lo hicimos con el gol de Rincón en el 90, el 5-0 frente a Argentina en el 93, el escorpión de Higuita en el 95 y seguro este mundial rondará por siglos. ¿Pero queremos seguir viviendo de recuerdos? Por primera vez en la historia moderna de Colombia se nos está abriendo una puerta para redibujar la imagen del país que nosotros mismos nos hemos encargado de borrar.

Sé que suena increíble pero el sueño que están cumpliendo los jóvenes de la selección con su cuerpo técnico podría trascender los límites del deporte convirtiéndose en una hermosa herramienta educativa aplicable en todas las ramas de la vida (personal, social, política y laboral). Hemos disfrutado triunfos como los de Nairo Quintana, Juan Pablo Montoya y Mariana Pajón, logros como los de Shakira, Juanes y Sofía Vergara y descubrimientos como los de Rodolfo Llinás y Manuel Elkin Patarroyo sin contar la huella artística de Botero y el fallecido Gabo.

Pero lo conseguido durante este Mundial es completamente diferente. Es la primera vez en muchos años que hacemos historia como equipo, trabajando en grupo, sin desmeritar los éxitos individuales. Hemos evidenciado el compromiso y la exigencia de cada uno de los jugadores para realizar su función y al mismo tiempo apoyar a su compañero sin intereses personales de sobresalir o figurar de manera individual.

Nos han devuelto el patriotismo, la fe en nuestras capacidades y la confianza para enfrentar a las potencias como potencia misma. Han contagiado al planeta con bailes típicos de todas las regiones y han sacado sonrisas de todos los colores justificando por fin el título que nos habíamos atribuido sin razón alguna, del país más feliz del mundo. Tanto así que celebramos de abrazo con el que se nos cruce al frente sin importar su estrato, su raza, edad, credo o corriente política, simplemente reconociendo que es un colombiano más arropado por la misma camiseta.

Este es el momento de llevar fuera de la cancha el gran ejemplo que nos ha dado la selección. Siendo conscientes que con un esfuerzo como el de nuestros jugadores podemos transformar a Colombia en un nuevo país, un país lejos del que la gente conocía antes del Mundial. Una Colombia comprometida en trabajar por mantener su nombre en alto, limpio y al mismo nivel de los grandes países.

Nuestros triunfos con sacrificio, dedicación y unión pueden librarnos finalmente de ese estereotipo de traficantes, ladrones y asesinos que cargamos en la espalda como una cruz, gracias a unos pocos que han hecho mucho daño manchando el nombre de nuestro país. Es un momento clave para transformar esa imagen aprovechando que nos volvieron a poner en el panorama mundial pero bajo los ojos de la admiración. Hoy el mundo no ve a Colombia con lástima, la ve con respeto.

Por eso cuando la gente se hace la pregunta ¿Y después del Mundial qué? Me atrevería a decir que estamos en la obligación de continuar con el trabajo que maravillosamente han desempeñado nuestros veintitantos guerreros que no solo han luchando por conseguir la copa sino por cambiar el concepto de Colombia ante el mundo.

@ElPrinciperro