Luego de tomarme un año alejado de la escritura he decidido volver para compartirles el libro con el que aprendí a poner tildes, comas y puntos (todavía no sé cómo se usan los puntoycoma, es más, no sé si se escribe pegado o separado). En fin, cada semana estaré subiendo un capítulo nuevo con pequeñas actualizaciones. Sin más preámbulos, los dejo con LAS MUJERES MATARON A LOS CABALLEROS.
Introducción
Recuerdo la historia de Daniel, un amigo que invitó a salir por primera vez a una mujer que le gustaba. Ella era de buena familia, estudiosa y muy decente. Él, simplemente estaba al otro lado del bien y el mal. Era una de esas parejas que, a simple vista, no tienen nada en común y por ende, no se les ve un futuro próspero.
Algún día, Daniel llegó a la casa de la mujer una hora más tarde de lo acordado. No fue en carro porque iban a tomarse unas copas, pero tampoco la recogió en un taxi. En cambio, la hizo caminar en tacones unas cuadras hasta llegar a la avenida principal donde pasaban los buses de servicio público.
Luego de esperar un tiempo largo, detuvo un bus y le pidió al conductor que los dejara ingresar por la puerta de atrás pagando solo la mitad del tiquete. El conductor accedió y ellos se subieron al bus. Estando adentro, Daniel le pidió a la mujer que le diera el dinero acordado para pagar.
Yo, como hombre de principios diferentes, pensé que esta acción podría considerarse como la falta de respeto más grande en la historia de las primeras citas. Era imposible que ella volviera a salir con alguien así de incumplido, descortés y abusivo. Pero, como era de suponerse, yo me equivoqué.
Ella se enamoró perdidamente de ese cerdo desconsiderado e inconsciente, pero a su vez, sabio en el amor. A mí ni se me ocurre actuar así, ni siquiera se me pasa por la cabeza que algo semejante pueda funcionar para conquistar a una mujer. Sin embargo, hoy en día el amor ha mutado de una forma tan incomprensible, que el sentido común es el menos común de los sentidos.
Me costó entender que cuando una relación no funciona es importante sacar lo mejor, identificar los errores y aplicar todo lo aprendido en la siguiente. De esta forma, a medida que pasa el tiempo, se van haciendo mejor las cosas y se crece como persona y como hombre. Al menos esto me decía a mí mismo, día tras día, con el fin de sobreponerme a los golpes. Pero si algo me dejó la experiencia del fracaso constante fue concluir que mi teoría del amor es errónea.
Dicen que cuando uno ejerce algo por mucho tiempo, lo hace cada vez mejor. Si esto es así, ¿por qué los taxistas conducen tan mal? Al ver esta realidad, me di cuenta de que el mundo está al revés. La evolución se estancó y comenzamos un ciclo de retroceso cultural que puede complicar la estabilidad que ya logró alcanzar la humanidad.
Me cuestioné millones de cosas y dediqué mucho tiempo a observar el comportamiento de la gente. Busqué en Internet preguntas sin resolver y encontré algunas: ¿Por qué no hay pilas B? ¿Existe otra palabra para decir «sinónimo»?
¿Dónde queda la otra mitad del medio oriente? Y aunque me divertí haciendo la investigación, no era lo que estaba buscando. Tenía un vacío existencial al no entender cómo personas con comportamientos como el de Daniel podían enamorar mujeres ideales y yo, que siempre he intentado ser lo más educado del mundo, me encontraba solo y sin tierras a la vista.
Con mi hambre de curiosidad y la necesidad de poder llenar ese vacío, me puse en la tarea de buscar respuesta a las preguntas que nunca entenderemos los hombres acerca de las mujeres y el amor. ¿Por qué las mujeres abren la boca siempre que se maquillan los ojos? ¿Por qué no existen zapatos de mujer bonitos y también cómodos? (Porque son bonitos o cómodos, nunca cumplen con las dos características). Los cómodos los usan solo en la casa, porque los bonitos son los que uno termina cargando al final de una rumba donde los pies, en la segunda canción, están decorados por una cenefa de ampollas.
Poco a poco fui entrando en temas más complejos y llegué a preguntas lógicas que nunca entendemos, una de ellas es ¿por qué si para las mujeres «todos los hombres son iguales» eligen siempre a otro diferente a uno? El tema de la selección podría ser más fácil si el hombre escogiera con quién entablar una relación. ¡Pero no! Somos como balotas que damos vueltas y vueltas esperando a que la máquina nos seleccione.
Indagué más profundo y llegué a la segunda conclusión: el amor es cruel para los hombres. Por ejemplo, uno siempre encuentra al amor de la vida el último día de las vacaciones, cuando ya no puede hacer nada. Esto es como una cachetada en la cara, ya que nos recuerda que tuvimos la oportunidad de estar en el paraíso, con la mujer soñada; pero algo así definitivamente es muy perfecto para personas sin suerte en el amor como algunos de nosotros. Así como cuando se tiene una buena noticia y no hay nadie cerca para contársela.
Quizás nunca entenderé por qué luego de luchar y luchar tanto contra el amor, una vez uno consigue novia se entera —a la semana siguiente—que la mujer que soñó toda la vida, finalmente terminó con el novio y quiere salir con uno.
El tiempo y el espacio siempre van a conspirar en contra de los hombres. Es como cuando uno termina de hacer algo que le costó mucho trabajo y luego encuentra alguien que le dice: «La próxima vez me avisa, ¡yo le hubiera podido ayudar en cinco minutos!».
Siempre se consigue la experiencia cuando ya no la necesitamos. Es por esto que, en un mundo donde la conciencia está jugando un papel fundamental en la supervivencia y el desarrollo, propuse una campaña de responsabilidad ciudadana para frenar el retroceso en la evolución y, a su vez, colaborar en mejorar la raza. Así como tenemos que concientizarnos en desconectar los cargadores de celular de las tomas de luz para ahorrar energía, no gastar agua, cuidar los bosques y proteger a los animales en vía de extinción, yo propuse que comenzáramos a mezclar mujeres bonitas con hombres feos por el bien de la humanidad.
Sé que no disfrutaría en esta vida de la maravillosa evolución que se lograría, pero me encantaría ser el gestor de tan magno movimiento. Sería como obligar a un rico a casarse con un pobre para nivelar la economía. Así como Daniel encontró una buena mujer sin ser necesariamente un hombre ejemplar, las mujeres bonitas deberían ser obligadas a estar con un hombre feo; de esta forma, en unas décadas se nivelarían los genes y la humanidad solo tendría un diferencial intelectual, el cual se convertiría en el requisito número uno para la selección.
Creo que es justo que el hombre pueda tener más opciones y un mercado más amplio para que pueda desenvolverse sentimentalmente. Como el TLC (Tratado de Libre Comercio), pero enfocado a las mujeres. Porque uno es como la caricatura del Coyote: cuando se le mete un Correcaminos en la cabeza, no hay poder humano que se lo saque, pierde la dimensión de las cosas gastando y gastando plata para que, de una u otra manera, caiga el Correcaminos. Si el Coyote tuviera un mercado más amplio, en vez de gastarse toda esa platica en productos ACME para que le ayuden a cazar, podría acudir al mínimo esfuerzo de llamar y pedir un pollito asado a domicilio sin tener que moverse de la casa.
Al fracasar con mi propuesta, decidí parar la investigación por un tiempo pues me había desviado notablemente y a su vez, por cosas de la vida, logré enamorar a una hermosa mujer. Normalmente, cuando uno inicia una relación todos los proyectos entran inmediatamente en pausa. ¿La razón? Tendemos a dedicarle todo nuestro tiempo y creatividad a tratar de mantener viva la llama, ya que lograr que una buena mujer se fije en uno no es cosa de todos los días.
Mis estrategias de conquista son muy diferentes a las de Daniel. Yo soy un hombre atento, cariñoso, detallista y bastante entregado, quizás por eso cuando una mujer me gusta termina diciéndome frases como: «¡Siempre he querido un novio como tú, pero eres como un hermano para mí!». O esta: «¡Cualquier mujer se moriría contigo! Déjame pienso qué amiga tengo soltera». Soy lo que llamarían las mamás, ¡un caballero! Y como los hijos tienden a llevarle la contraria a los papás, las niñas no se meten con los caballeros.
Teniendo esto claro, reanudé la investigación. Obviamente, ya había terminado la relación con aquella hermosa mujer y me encontraba aturdido, pero toda acción tiene su reacción y esto me llenó de motivos para tratar de entender por qué fallaba tanto en temas del amor. Me metí a Wikipedia y busqué la definición de caballero; el resultado fue sorprendente: «Un caballero es, en la acepción más pura para la palabra, una persona que monta a caballo».
Al comienzo no lo entendí, entonces le busqué la forma por todos sus lados y llegué a la tercera conclusión: caballero es un término obsoleto. Y no porque ya nadie ande a caballo, sino porque ahora somos nosotros los que cargamos con el caballo de lado a lado. Los que quedamos tenemos que soportar el peso de no haber visto la evolución, estamos atrapados en un romanticismo clásico, condenados a repetir sin éxito e indefinidamente el ciclo del amor.
¿Cuál es el ciclo? Pues déjenme decirles que es algo que todos hemos vivido no solo una, sino varias veces. Son los estados que han logrado abonar por años todo el árbol de sentimientos que hemos sembrado en lo que comúnmente se conoce como corazón. Su primera etapa es la soltería. Si la suerte, y millones de otros factores, permiten salir de ese vacío, viene la segunda etapa que es la conquista, aquel periodo mágico donde se sueña, se promete y se vive cada segundo como si fuera el último. Pero si concretamos en esta etapa podríamos estar entrando en la tercera: el noviazgo, el estado ideal. Lastimosamente este siempre concluye en la tusa, cuarta y última etapa. Teniendo en cuenta que es un ciclo, esto se repite una y otra vez como un disco rayado.
A lo largo de este libro analizaremos cada una de las etapas y veremos cómo las mujeres han logrado dominar el arte del amor y las relaciones de una manera perversa, llevándonos hasta el extremo del acantilado donde solo nos quedan dos opciones: saltar o ser empujados. Veremos cómo los pocos hombres nobles y corteses que quedamos estamos desfalleciendo lentamente en el intento de rescatar a esa princesa soñada que se encuentra atrapada en lo más alto de una torre, custodiada por los más feroces dragones.
Demostraremos cómo algunos no soportan la presión y se van arrojando por las ventanas, acorralados por demonios que los convierten en animales. Mientras que los más fuertes siempre intentamos sobrevivir en cada cruzada que emprendemos, aunque las heridas conseguidas sean profundas y mortales.
¿Quedamos pocos o no queda ninguno? ¿Cómo fue que se extinguieron? Son algunas de las preguntas que resolveremos mientras vamos destapando la olla, desenmascarando la verdad y dejando al descubierto cómo fue que las mujeres mataron a los caballeros.