Capítulo 1: Los Animales del Amor
El amor es tan complejo que dentro de sus etapas va obligando al hombre a transformarse en diferentes animales. En este capítulo entraremos a ver cuáles son y cómo se catalogan de acuerdo a su relevancia, bien sea sexual o destructiva. Suena complejo, pero a medida que vayamos desarrollando este tema entenderemos que la mujer, con la varita mágica de la palabra, convierte al hombre en el animal que ella quiere.
Cuando uno está buscando pareja —preferiblemente descontaminada de opiniones y alejada del infectado mundo de la tusa— comienza a girar en círculos de personas que no conoce. La primera aparición en un nuevo grupo de personas debe tomarse como si se estuviera debutando con un equipo, ante una hinchada que desconoce su talento y su potencial. No importa cuál sea su situación particular, lo fundamental de este debut es preservar a toda costa dos cosas: su desempeño en la noche (una buena actuación) y su reputación. De entrada tenemos dos puntos de partida: somos perros o somos patos. Un verdadero caballero no puede ser perro, a menos que su armadura se pierda en las batallas. Por esta razón, nuestra primera transformación es de hombre a pato.
El Pato
Es el estado inicial en este juego de hechizos y brujería. Cuando el hombre aparece en la vida de una mujer por primera vez, si no tiene una increíble apariencia física, un carro último modelo o fama de algún tipo, no relucirá. Uno tiene que cavar fuertemente su posición a punto de talentos; de lo contrario, cargará el plumaje durante mucho tiempo.
Si cuenta con buen sentido del humor y poca timidez, encajará rápidamente, si no debe estar pendiente de una oportunidad para demostrar su talento. Aquí, el timing lo es todo. Afortunadamente es una etapa donde los errores no cuestan tan caro. Se hace el intento de figurar varias veces y cuando falla, simplemente sigue siendo un pato. Las mujeres hablarán, dirán: «¡Me sacó a bailar ese pato!». «¡Le iba a dar celos a Juan, pero ese man resultó un pato!».
Hago un pequeño paréntesis acá para definir un personaje que será recurrente a lo largo de todo el libro. Su nombre es Juan. Me encantaría meterlo como un animal más dentro de este capítulo, pero prefiero que cada quien saque sus propias conclusiones al respecto. Más miedoso que el Coco, la Patasola y el Mohán juntos, Juan es el exnovio que odiamos, nuestro karma y nuestra kryptonita. Es el personaje que aparece y destruye la noche. Pero no se envenenen pensando en él, porque nosotros también somos un Juan para alguien más.
Retomando, el segundo animal del que hablaremos es uno varias veces citado en los cuentos de hadas y en las películas de la mafia. Su influencia en este libro es importante dado que es un estado pasivo que desconocemos, pero que al final da muchos frutos sin entender cómo sucedió. Es el sapo.
El Sapo
Una vez se logra vencer la etapa de pato, existe la posibilidad de que una de las mujeres del grupo (o alguna cercana al mismo) lo comience a ver como un sapo. El talento demostrado anteriormente lo ayuda a salir de la forma de pato y posiblemente le permite llamar la atención de alguna mujer para causarle una leve confusión. ¿Cuál confusión? La famosa frase: «¡Ese tipo tiene algo que me gusta, pero no sé qué!». Mientras tanto (usted no se da cuenta de nada) ella lo está estudiando más que a un crédito de libre inversión. ¿Qué encuentra? Que uno logra tocarle lo más profundo de su cabeza, sacudiéndole la infancia, esa época donde ella pensó que podía ser una princesa aun en un mundo donde no existen príncipes azules.
Pero no crea que lo están viendo como un príncipe, porque solo lo ven como un sapo. Un sapo jetón, verde, gordo, aplastado, desubicado, callejero que, por una extraña razón, le genera a esta rara y perturbada mujer una confusa ilusión de convertirlo en lo más parecido a ese príncipe que siempre soñó. ¿Qué es lo que va a lograr sembrar esa idea de sapo en la mujer? Pues la caballerosidad, esa que solo las mujeres que todavía tienen pecas de inocencia pueden percibir. Aunque sus amigas nunca entiendan qué vio ella en uno. Este es el principal obstáculo a superar en esta etapa.
Por más que uno le asegure que se trasformará en príncipe, ella va a estar acechada por los comentarios de las amigas. Esta mujer tendrá que espantar esos fantasmas ahogándose en alcohol o escondiéndose en lo más oscuro de un cine para poder besar ese sapo y esperar a que se convierta en tan anhelado príncipe.
A medida que la situación evoluciona, llega otro que llamaremos el animal X.
Animal X
Cuando ya se logran sobrepasar todos los obstáculos y la relación se estabiliza levemente alrededor del primer trimestre, aparece el animal X. Este puede ser mortal para su carrera sexual o puede afectar el respeto que le tienen sus amigos. El animal X es ese nombre cariñoso que le puso su novia en un día de amor y sobredosis de dulzura. Puede ser osito, conejito, ranita o grillito. Entre más pequeñito y peludito sea el animalito, más largo será el tiempo que se demorarán sus amigos en dejársela de montar. «Grillito, hoy vamos a ver el partido en mi casa». «Conejito, vi a su novia con Juan».
Continuamos con un animal muy agradecido, una pieza clave en la supervivencia. Este animal no tiene sexo y viene en combo, me refiero a que se usa el mismo nombre tanto para los hombres como para las mujeres. Cuando un hombre se transforma en este animal, automáticamente también lo hace una mujer, tras una meta específica: tener sexo. Este animal es el cangrejo.
El Cangrejo
Animal de carácter bentónico, es decir que viven vagando sobre el fondo. No voy a entrar en detalles sobre este ser porque hay un capítulo completo describiendo los comportamientos del hombre y la mujer cuando se convierten en esto. Solo voy a adelantar que los cangrejos tienen un comportamiento tentador y que logran —ayudados de sus tenazas— quitarnos a la persona con la que estamos en ese momento.
Sigo con un animal que a mí me encanta porque es artístico, muy creativo y seguro de lo que tiene. Nada le da vergüenza y su extravagancia lo convierte en algo muy singular. Estoy hablando del gato.
El Gato
Este personaje ha mutado erróneamente gracias a su entorno y puede rumbear con esqueleto o manga sisa sintiéndose el galán del lugar. Puede teñirse el pelo o hacerse iluminaciones, lleva sus uñas con esmalte transparente y usa ropa con marca, no de marca: con marca. Su forma de hablar es extraña, como de reguetonero de bajo presupuesto. Puede usar frases como: «¡Salí con severa baby, qué nights!» o «¡Estaba buena a lo Vietnam!». Probablemente es amante de las motos de alto cilindraje y al jugar fútbol es el que, muy seriamente, dice: «¡Hágame portada!». O alguna perla como: «¡Úntela que yo la meto al horno!».
Pasamos ahora a un animal muy común. Este aparece al momento en que la relación ya ha cumplido un tiempo considerable, donde la confianza ya se ha chorreado por los bordes del respeto, empapando toda la cultura y la educación que quedaban. No podría estar hablando de nada más y nada menos que del cerdo.
El Cerdo
Wikipedia no puede ser más atinada con su descripción, pues afirma que es un animal doméstico con un cuerpo pesado y redondeado, hocico comparativamente largo y flexible, con pezuñas y una cola corta. ¿Por qué me parece acertada esta definición? Porque luego de un largo periodo de tiempo al lado de una mujer, los hombres son domesticados al gusto de su propietaria. Se vuelven tan sedentarios que comienzan a cultivar barriga y a perder la cola. La pereza, acompañada de la sobredosis de confianza, genera una despreocupación tan grande en la higiene que es normal dejarse crecer las uñas de los pies de tal manera que al caminar sobre piso de madera sonarán como pezuñas de marrano.
El cerdo le ha realizado, en repetidas ocasiones, la prueba del amor a su novia. En qué consiste esta prueba, pues en liberar un gas debajo de las cobijas, envolver a la víctima con la sábana y decirle de una forma determinante: «¡Si me amas te lo aguantas!». Yo sé que es detestable, pero seguramente más de uno se debe estar riendo porque sabe lo que digo.
Otro comportamiento común del cerdo es el acto circense que viene luego de haberse acostado con una mujer. El tipo queda echado como lechona, sudado y completamente empeloto (posiblemente con las medias puestas gracias a su holgazanería). Y en un acto representativo de su raza comenzará a jugar con su miembro como si lo tuviera amarrado a una pita imaginaria que jalará hacia arriba y hacia abajo. Si este chiste ya no es cómico para ella, muy probablemente imitará a la trompa de un elefante con sonido y todo.
Podríamos hacer un libro completo del cerdo, porque es la prueba en vida de que las mujeres mataron a los caballeros, pero créanme que no sería un libro muy agradable. Además, sé que están esperando con mucha ansiedad a que describa el último animal de la lista. Este encierra el ideal masculino y gran temor femenino, quizás porque es el animal alfa, el seductor, el sacalágrimas, el dominante, el promiscuo y el gran varón. ¿Qué otro puede ser, sino el perro?
El Perro
Un animal cuya característica principal es su inteligencia. Tiene una habilidad sorprendente para aprender, pensar y resolver problemas. Dueño de esa naturaleza sociable que le facilita la interacción y adaptación al entorno en el que se encuentra. Con un oído y un olfato aún más desarrollados que los de un ser humano… Y ni hablar de su vista: la visión del perro está diseñada para la caza.
El perro no se vuelve perro, él nace con ese gen. Gracias a su inteligencia —y en ocasiones por alguna decepción amorosa— logra potenciar la desgracia para su propio bien. Es envidiable cómo en los perros uno puede ver las cicatrices que les quedan luego de las veces que han intentado cruzar calles completamente congestionadas. No le tienen miedo a los carros, simplemente se mandan a como dé lugar. Además le ladran a la hembra, la huelen y sin pensarlo, se le montan.
Normalmente se pelean entre ellos con el fin de marcar territorio. Son especialistas en sacar lágrimas de amor y de dolor. Tienen una estrategia planeada y dibujada que no varían para nada. Un perro siempre tiene dos o más mujeres a la vez y es muy raro que sea descubierto. Sus tácticas son precisas y calculadas, y jamás hace nada sin medir las consecuencias. Si va a salir de rumba con la moza, saca el manual de mentiras y las dice todas, cambia de carro para no ser reconocido y la lleva a lugares donde nadie sabe quién es.
Generalmente, el perro siempre sale de rumba al mismo sitio y eso le genera una popularidad que puede aprovechar con nuevas víctimas. Conoce la tanda de canciones y sabe cuándo ir al baño sin arriesgarse a que otro le robe su presa. Siempre tiene una botella de licor al lado con el fin envenenar a la mayor cantidad de mujeres para poder darse un banquete. Y sin duda, es una persona que arrastra miradas, tanto así, que sin hacer casi nada, logra conquistas con facilidad.
Es un seductor por excelencia y no conoce el no como respuesta. Tiene claro dónde están los botones que enloquecen a las mujeres y, dependiendo del análisis rápido que puede hacer con su aguda visión, sabe perfectamente cómo jugar. De manera insólita, mantiene el respeto hasta que puede lograr su objetivo. Es al único animal que una mujer le perdona todo, una y otra vez. Su lista de mujeres al año es más grande que la de todos los niños de Santa Claus.
Es muy común en este tipo de animal que use frases como: «¡Yo nunca soy así, pero es que usted me hace sentir cosas que nunca había sentido!», o en el caso de una aventura: «Mi novia no es celosa, ¿su novio sí?». Su seguridad arrolladora lo puede llevar a decir las cosas más sucias, pero como están rotulados como perros, ninguna mujer se va a quejar. Por ejemplo: «¡Me la comería, pero seguro se vuelve adicta!», o también: «¡Esas medias están para rompérselas y dejárselas puestas!». Si yo digo eso, me cachetean; pero si un perro lo dice, es casi orgásmico para una mujer.
En resumen, es el macho ideal, un sinvergüenza, un aventurero con corazón de acero, carismático y coqueto. Como se darán cuenta, ese no soy yo; he fallado todas las veces que he tratado de serlo. No porque desconozca las tácticas o los juegos, tampoco porque no tenga las agallas ni el carisma, es simplemente porque no tengo el gen.
Pero no crean, toda acción tiene su reacción. Considero que la magia de convertir a los hombres en animales no está completamente pulida. Cada vez que una mujer transforma a un hombre, aparece otra mujer en alguna parte del mundo que también se convierte en otro tipo de animal.
Estos animales son sencillos. La mayoría hacen parte de la naturaleza misma de la mujer, otros se van desarrollando dentro de ellas desde muy pequeñitas y algunos aparecen porque se metieron con el sujeto equivocado en repetidas ocasiones. No conocemos la razón por la cual, eventualmente, las mujeres enjaulan de por vida alguno de estos animales pero, en ciertos casos, simplemente agradecemos que lo hagan.
La Lora
Es el único animal que tiene la capacidad de imitar, por repetición, los sonidos humanos, aunque su limitación le impide comprender lo que está diciendo. Es esa mujer que forma problema por cualquier cosa sin tener idea de por qué pelea. Si se le mete algo malo en la cabeza sobre un hombre, se lo va a repetir y repetir hasta volverlo loco.
Tiene la propiedad de reclamar en los peores momentos como, por ejemplo, en cine o cuando uno está enguayabado. Esto nos obliga a ignorarlas en algunas ocasiones y a frenarlas en seco en otras, generando una reacción acumulada de ira. Nos pueden mandar a dormir en el sofá y uno muy juicioso lo hace, pero a ella no le bastará con eso. Instalará una silla al lado para seguir dándole vueltas a la misma cosa.
La Zorra
Para mí es un mito eso que cuenta la leyenda, aquello de que existen mujeres que lo reparten a diestra y siniestra, que lo dan por un calado y no sé cuántos dichos más. Yo no conozco a la primera. A mí siempre me toca remar día y noche durante semanas para al menos conseguir tan solo un beso. Mi teoría es simple: esta transformación fue creada por las mismas mujeres para anular a sus contrincantes, bajándoles el estatus moral ante la sociedad.
Una mujer también se puede convertir en zorra cuando rechaza a un hombre y al mismo tiempo le para bolas a otro que esté por ahí. Es un mecanismo de defensa de los hombres para hacerle el quite al fracaso, mientras mantienen intacta la autoestima que les queda. Como les digo, no conozco la primera, pero sí he oído en repetidas ocasiones que existen por ahí muy ocultas en la selva de gente.
El Koala
Es un animal que vive aferrado a un palo. Es el tipo de mujer que abraza de manera perpetua al sujeto. Aparecen en esos días en los que uno está con ganas de vomitarse en el amor y se empeñan en recordarnos que estamos solos y no tenemos nadie que nos dé cariño de ningún tipo. El koala acapara el 95% de la cama generando un calor infernal y, de ñapa, la pérdida de un brazo, causada por la llave romana con la que nos amarran durante toda la noche.
Otro tipo de hembra koala es la que puede verse pegada detrás de un motociclista, ella va a estar completamente inmóvil en esa posición, con la cara desviada hacia uno de los dos lados evitando tragar mosca durante el recorrido. Por lo general, cuenta con un sentadero protuberante y está mostrando parcialmente una porción de su ropa interior a todos los pasajeros de los vehículos que vayan a su alrededor decorado con un tatuaje en forma de tribal.
Seré breve con el último animal, pues en un capítulo posterior profundizaré bastante sobre el mismo. Este animal es polémico. Su transformación puede ser dada por algún error de dicción, una falla en el concepto de moda o una mala amistad. Estoy hablando de nada más y nada menos que de la loba.
La Loba
Quizás lo más acertado para poder aproximarse a esta definición es citar una canción de Shakira que tiene el mismo nombre:
Cuando son casi la una,
La loba en celo saluda a la luna.
Duda si andar por la calle
O entrar en un bar a probar fortuna.
Ya está sentada en su mesa
Y pone la mira en su próxima presa.
Pobre del desprevenido
Que no se esperaba una de esas.
@ElPrinciperro