En los últimos días se armó una polémica por la «iniciativa» de un grupo de locutores de la emisora juvenil Los 40 principales de Caracol Radio, quienes crearon el hashtag #AyMariquita en Twitter para que sus oyentes «denunciaran» a aquellos que por sus acciones o personalidad tuvieran el perfil del hashtag (escuche el audio de la sección).
Como era de esperarse, las redes sociales se inundaron de comentarios, reclamaciones, insultos y demás, a tal punto de convertir el dichoso tema en Trend Topic de las redes sociales.
Pero el caso de Los 40 principales no es el único. Es usual, al encender la radio en la mañana, y caer por desgracia en alguno de sus diales, escuchar las denominadas emisoras juveniles transmitir música obscena, realizar comentarios salidos de tono en donde insultan y agreden a la familia, a los mismo jóvenes (y eso es lo extraño: a los jóvenes pareciera que les gusta que los ofendan), a personajes de la vida pública, etc. Como si fuera poco, promueven el consumo de alcohol, cigarrillo, vida sexual desenfrenada y hasta el aborto, como el caso de una muy escuchada emisora de Bogotá que presentaba un infocomercial sobre la píldora del día después y pedía consejo a una institución que maneja el tema y a la cual le preguntaban qué hacer con «el problema» en caso que la píldora fallara. Todo eso faltando diez minutos para las ocho de la mañana. Cuando escuché eso, me imaginé a los niños en la ruta escolar escuchando ese mensaje…
Es muy difícil controlar lo que los niños y adolescentes escuchan. Hoy día la información y los contenidos mediáticos llegan por todos lados, infoxicándonos, saturando nuestro pensamiento y vulnerando valores. Por eso se hace necesario conocer quién controla a las emisoras juveniles colombianas y qué hacer con ellas.
Al parecer el encargado es el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones. En su sitio web podemos encontrar lo siguiente: «De conformidad con la Ley 1341 o Ley de TIC los servicios de radiodifusión sonora en Colombia, contribuirán a difundir la cultura, afirmar los valores esenciales de la nacionalidad colombiana y a fortalecer la democracia. Además, determina que en los programas radiales debe hacerse buen uso del idioma castellano». Además, se encuentra esto: «Por los servicios de radiodifusión sonora no podrá hacerse transmisiones que atenten contra La Constitución y las leyes de la República o la vida, honra y bienes de los ciudadanos».
Como vemos, existen las normas pero como suele suceder en nuestro país no se respetan. ¿Contribuyen las emisoras juveniles a «difundir la cultura, afirmar los valores esenciales de la nacionalidad colombiana y a fortalecer la democracia». Creo que no. ¿Alguien puede afirmar que las emisoras juveniles no atentan contra (…) la vida, honra (…) de los ciudadanos? Como vemos, todo queda en el papel.
Entonces, teniendo en cuenta que no se cumplen las normas, que los entes reguladores tienen las manos amarradas para sancionar ya que solamente lo pueden hacer una vez los contenidos son emitidos, no antes porque eso sería censura, o que en muchos casos se hacen los de la vista gorda, es deber de la familia, de la sociedad, de los colegios, trabajar por mejorar esta situación.
Como padres de familia tenemos que hacer algo: formar, guiar, orientar a nuestros hijos para que seleccionen mejor lo que escuchan, invitándolos a ser más críticos de los contenidos. También existen asociaciones como Red Papaz ,con iniciativas como TeProtejo.org , o la Alianza por la niñez , que buscan que los derechos de los niños sean respetados, protegerlos de contenidos inadecuados y buscar que los medios de comunicación sean más responsables como empresas.
Los colegios también pueden hacer mucho. ¿Qué pasa si prohiben que en sus rutas escolares se sintonicen esas emisoras? Se puede hacer. Y si además promueven el desarrollo de cátedras relacionadas con los medios de comunicación, crean periódicos, emisoras escolares, poco a poco, unidos, vamos formando una nueva generación de televidentes, navegantes y, como en este caso, radioescuchas, que no tragan entero, que exigen calidad y respeto a quienes tienen el poder de los medios.